Luego de titularme en Historia, decidí viajar desde Viña a Santiago para dedicar un semestre entero de mi vida al voluntariado del Hogar de Cristo. Quería tener una verdadera experiencia de encuentro con los más pobres, porque muchas veces, la dinámica laboral termina por aislarnos en círculos pequeños y en nosotros mismos. Ahora que tengo la energía y la libertad, me pareció el momento justo.
Previamente ya había hecho un voluntariado en el sur, en un Hospital con adultos mayores. Esa experiencia marco un punto de inflexión en mi vida. Una cosa es la pobreza o la exclusión desde la teoría o la cifra, pero otra cosa es presenciarla, ser testigo de ella y verla a la cara.
Los lunes y miércoles, los dedico al “Hogar Abierto Padre Hurtado”. Martes y jueves, asisto y acompaño adultos mayores en los “PADAM Y CEAM” de Renca. Viernes en la mañana, acudo al “Programa de Acogida” de Estación Central. Y por las noches del mismo día, recorro Santiago en las “Rutas Calle” de la Fundación, para acudir al encuentro del más necesitado.
En un comienzo me preguntaba qué decirle a los acogidos, más que mal, ellos han vivido muchísimo más que yo. Finalmente, me di cuenta que no es necesario decirles nada en particular, lo verdaderamente importante es escucharlos a ellos, ser como una oreja, ponerse al lado y compartir la vida.
He podido llegar a conocer muchas vidas, comprender sus motivos y ver que a pesar de todos los problemas, las personas son capaces de levantarse mil veces… es simplemente increíble.