Katherine Lavín
Asesora del hogar y escritora
Asesora del hogar y escritora
Este es el testimonio de una madre que creyó en sí misma para cambiar su vida. El nacimiento de Bastián, su hijo menor, fue el motivo para decir “hasta aquí llegó”. Sacó toda su fuerza interior, su resiliencia, para comenzar un nuevo tratamiento. En el Programa Terapéutico Residencial de Quilicura encontró el lugar para poder rehabilitarse junto a su guagua. Ahí tuvo el apoyo no sólo de un gran equipo de terapeutas, sino de sus compañeras, mujeres tan luchadoras y bacanas como ella.
Por María Luisa Galán
“Estar hoy con Bastián, verlo todos los días al despertar, es una motivación para seguir luchando”, cuenta Katherine desde el Programa Terapéutico Residencial del Hogar de Cristo, ubicado en Quilicura. Tiene 37 años y cuatro hijos: una adolescente de 17 años, una niña de 7, un niño de 3 y una guagua de un poco más de un año que por doce meses la acompañó en su proceso terapéutico por consumo problemático de drogas.
“Ha sido muy especial. Es una motivación diaria para seguir en el proceso. Estuve en otro programa, que era privado, pero no me dieron la posibilidad de estar con mi hija que hoy tiene siete años. Entonces tuve que entregarle la tuición a mi mamá y hoy voy a tener que recuperarla, porque fue a través del juzgado”, cuenta Kathy, como le dicen sus cercanos, sobre estos meses junto a Bastián, el más pequeño de sus retoños.
Su consumo problemático fue de cuatro años, el último tiempo el más “heavy” porque estuvo en calle. Su punto de quiebre, el día que dijo no más, fue el 23 de marzo del 2021, cuando nació Bastián. “No quería tener más hijos. No tenía qué darles a mis otros hijos, así que menos quería otro. Quería abortarlo al principio, pero no tuve el corazón. Después pensé en darlo en adopción, pero mi pareja me decía que no, que lo criaríamos juntas. Tenía una pareja mujer en ese tiempo. Pero yo quería puro seguir consumiendo. No fui a ningún control, ecografía, nada. No sabía ni cuando me iba a mejorar. No tenía ropa, ni calcetines, ni pañales. Consumí hasta las dos de la mañana. A las 5 ya no daba más de las contracciones y unos vecinos me llevaron a la posta de Colina. Ahí lo tuve, sin anestesia. Me pusieron en la camilla, rompí fuente y Bastián ya venía saliendo”, cuenta.
“Bastián cambió todo. Me lo pusieron en el pecho y me dije no puedo darlo”, nos cuenta con la voz entrecortada. “Al principio no lo quería mirar porque estaba con la idea de darlo, pero después lo abracé, le hice cariño y dije no. Es mío, mi tesoro, no puedo no tenerlo. Me llevaron al hospital y ahí me dieron la opción de este lugar donde podía estar con mi hijo. Dije que sí, al tiro”.
El 29 de marzo del 2021, seis días después del nacimiento de su última guagua, ingresó a la residencia de Quilicura. Bastián quedó internado un mes para chequear que estuviera bien. Chochea: “Es una bendición porque a pesar de tener consumo de pasta base durante todo el embarazo, nació sano. No tiene nada. Es muy habiloso, muy inteligente. Y que me hayan dado la posibilidad de estar en el Programa de Quilicura y con él, es una bendición. Amo a todos mis hijos, pero a él más porque llegó en mi peor momento y me hizo cambiar mi vida”.
Sigue: “Tuve demasiada ayuda allá. Las chicas se encariñaron con este guatón; fue el regalón de todas. Como llegó chiquitito, vieron todo su crecimiento. Me ayudaron cuando me quería dar una dicha tranquilla o hubo días, al principio sobre todo, que no andaba muy bien y mis compañeras me lo veían”, recuerda Katherine, quien agrega que su consumo problemático tiene como raíz una serie de hechos traumáticos que marcaron su infancia y adultez.
Sobre el Programa de Quilicura, sólo tiene parabienes. “Las comodidades que tuve ahí ni en el centro privado que estuve, que mi mamá pagaba por 350 lucas, tenía estas comodidades. Una habitación para mi sola, estar con mi hijo, tener un psicólogo, un terapeuta en rehabilitación, un terapeuta ocupacional. Y eso que el otro era pegado. Esto que tiene el Hogar de Cristo es maravilloso, cuesta mucho encontrar centros así”.
En Chile existen dos posibilidades de tratamiento provistos por el gobierno de forma directa o indirecta, ya sea ambulatoria o residencial. Uno es a través de un plan general mixto orientado a hombres y mujeres sobre los 18 años afiliados al Fondo Nacional de Salud (FONASA). El otro está enfocado exclusivamente en la población femenina, también mayor de edad, perteneciente a FONASA, donde aquellas embarazadas o con hijos menores de cinco años, pueden hacer un tratamiento residencial junto a los niños.
ME SENTÍA LA PEOR
-¿A una mujer, mamá, que consume, la discriminan más que a un hombre?
-A la mujer que consume pasta base la califican de pelá; eso es lo primero, y como mamá, peor es la descalificación. El hombre que deja a su hijo por drogarse, da lo mismo, mal padre, no más. Pero la mujer es la peor del mundo. Y una se siente así. Me sentía la peor mujer, mamá, hija, de todo por estarme drogando y que mis hijos estuvieran con mi mamá. A la mujer es mucho lo que la discriminan. La apuntan con el dedo y cuesta mucho después salir de esa estigmatización, subir la autoestima, pararte, volver a creer en ti. Eso cuesta muchísimo.
“Estuve cuatro años en consumo y abandoné a mis hijos. En Programa pude resignificar mi vida, salir adelante, empoderarme como mujer, mamá e hija. Y para mí, mi mujer bacana es mi mamá porque a pesar de todos los conflictos que hemos tenido, hemos podido resolver los conflictos entre madre e hija. Ella se ha hecho cargo de mis hijos, lo que ha sido muy importante porque si no estarían en el SENAME. Del equipo terapéutico, para mí la bacana es Griselda, porque fue mi terapeuta y me ayudó mucho. Si me tenía que tirar las orejas porque había hechos cosas mal, lo hacía. Así también me felicitaba. Gracias a ella y a mi esfuerzo, soy lo que soy. Pero todas son bacanas, por su constancia por enfocarnos y tirarnos para arriba día a día”.
De acuerdo a un estudio realizado el 2020 por la Dirección de Presupuesto (DIPRES) del Ministerio de Hacienda en conjunto con el Centros de Estudios de Justicia y Sociedad de la Universidad Católica, 1 de cada 4 mujeres abandona su terapia. “En este tema se observó una diferencia de género, pues son en su mayoría las mujeres quienes se vieron imposibilitadas para continuar en el programa por tener que hacerse cargo del cuidado de sus hijos e hijas. En general, señalan que no tienen a alguien más que acudir para que puedan apoyar la tarea de cuidado, por lo que han tenido que hacerse cargo por sí solas. Para ellas, el tiempo que implica el tratamiento se interpone con algunas tareas familiares y de cuidado. Otras señalan que a lo anterior se suma el tener que cumplir con responsabilidades laborales. La incompatibilidad de responsabilidades hace que finalmente opten por retirarse del programa”, señala el estudio.