Adriana Delpiano: “Las familias pobres tienen susto hasta en día claro”

Publicado el 07/12/2023

Ya no sólo en la noche, cuando el narco y la delincuencia se toman las poblaciones. A esto atribuye la ex ministra de Educación el desinterés de muchos padres por llevar a niños y niñas al colegio. También habla de rabia y frustración en papás jóvenes que creyeron que el estudio les daría un mejor futuro y no fue así en sus casos. Del Colegio de Profesores, de los SLEP, de la condonación del CAE y de la oportunidad que ofrecen las aulas de reingreso para los 227 mil estudiantes que abandonaron el colegio, habla aquí.

Por Ximena Torres Cautivo/ Publicado por El Mostrador.cl

–“Me voy del cargo con un hueso atorado aquí, en el pescuezo”, le dije a Mario Aguilar, cuando se fue a despedir de mí como ministra de Educación de la presidenta Bachelet. Es el mismo dirigente que ahora vuelve a la cabeza del Colegio de Profesores. Entonces le comenté que lo más llamativo es que nunca les escuché a ellos como gremio mencionar las palabras “niños”, “niñas” o “jóvenes” en sus discursos y reivindicaciones.

Gracias a su innegable simpatía, la trabajadora social, ex intendenta de Santiago, ex ministra de Educación, ex directora del Sernam, Adriana Delpiano (76), entonces logró sortear y relacionarse bien con lo que hoy ha llamado “una muralla”: el Colegio de Profesores.

Pero el largo paro en Atacama, que tuvo durante 73 días sin clases a 30 mil niños, niñas y jóvenes en la región y dejó en evidencia la mala implementación del Servicio Local de Educación Pública, hoy le despierta esa reflexión. Y la impulsa a dar cifras.

–Creo que el Colegio de Profesores no es representativo. Ellos dicen agrupar a 18 mil docentes, yo pienso que son menos, 16 mil quizás, pero en Chile hay 250 mil profesores. El Colegio tiene eso sí una tremenda capacidad de movilizarse, al punto de votar un paro donde era todo o nada, como fue en Atacama. Ni un espíritu de negociación. Cero.

Y ninguna preocupación por los estudiantes, que deberían ser el centro de su quehacer, comentamos, recordando la pertinaz persistencia del gremio en mantener cerrados los colegios durante la pandemia y el nefasto efecto que ha tenido ese cierre prolongado sobre la educación en Chile.

–¿Cómo habría que enfrentarse a esa muralla, como llamaste al Colegio de Profesores?

–Con el descuento real de los días no trabajados. Esa es la herramienta. No podemos seguir prisioneros de las decisiones del Colegio en estas materias. Día no trabajado, día no pagado: fin del conflicto.

–Ahora vemos la mala implementación de los servicios locales de educación pública, los SLEP, otro perjuicio para los niños y niñas, que se acordó dejar “en pausa” en varias regiones para aprobar el presupuesto 2024. ¿Crees que ha estado mal hecho ese traspaso?

–Nosotros nos sacamos la cresta por sacar esa transformación adelante. Creo que la presidenta Bachelet fue muy valiente al meterse en temas que son estructurales y que no se sacan implementan en cuatro años de gobierno. En algo así, los resultados se ven a largo plazo. Y, sí, creo que la implementación de los SLEP resultó “reguleque”. Primero, porque hay mucha plata en juego, lo que es un tentación enorme. Además, instalar un nuevo servicio público no puede ser administrado por un profesor, se requiere que esté encabezado por un ingeniero, no por un docente. Esto se discutió sabiendo que nadie tenía experiencia en algo así y, por eso, la aplicación fue progresiva con un comité de expertos que debía supervisar regularmente los avances. Pero se requería pasión para hacerlo, no sólo convencimiento. El gobierno del presidente Piñera cumplió con lo que la ley señalaba, nadie  lo podría acusar de que no hizo lo que tenía que hacer, pero no había convicción.

Comenta sin nombrar a Marcela Cubillos. “Hubo una ministra de Educación de Piñera, que circuló por Chile hablando pestes y diciendo que las reformas estaban todas mal hechas. Reformas, que habían sido aprobadas por todos los sectores políticos”.

EL TELÉFONO ROJO IMPERDIBLE

Adriana picotea un trozo de pan de pascua. “Esta es la única época del año en que uno puede darse este gustito”, afirma. Estamos en su luminoso y acogedor departamento de Providencia. Hoy, ella está en una etapa de la vida en que se declara “ayudista”. Esto se traduce en que es parte del directorio de varias fundaciones que tratan el tema de la educación.

Joaquín Walker, a cargo del plan de activación educativa y Nicolás Cataldo, ministro de Educación, comparten mesa con Adriana Delpiano en el desayuno donde Fundación Súmate presentó su quehacer, buscando despertar el interés de las empresas en un tema del que todos hablan, pero nadie le pone el cascabel al gato: la exclusión educativa.

Una de ellas es Súmate, del Hogar de Cristo, que se dedica a la reinserción educativa. Que trabaja por esos 227 mil niños, niñas y jóvenes que están fuera del sistema escolar y que este año, comparado con 2022,  aumentaron, según cifras del propio Ministerio de Educación, pese al anunciado plan de reactivación educativa. Una realidad, que parece importarles a pocos.

–Este tema tiene varias patas. Una, quizás la más importante es prevenir el abandono mediante sistemas de alerta temprana. Luego está la re vinculación de los que se han ido. Todos los años hay un número muy grande. En la educación media es donde se produce con más fuerza esa fuga de la educación, que la pandemia y temas de salud mental han incrementado. Y existe otra pata, que es para mí la más preocupante: la desvalorización por parte de la familia de lo que significa la educación como vehículo de promoción social –dice Adriana.

Y agrega: “Que un niño de 15 años no vaya al colegio es tema de él, pero que una niñita de 9 no lo haga es responsabilidad de la familia. Pero yo he percibido que post  pandemia, hay mamás que se dicen para qué me voy a levantar tan temprano y prefieren no llevar a los hijos al colegio”.

La ex ministra es como bala para buscar datos en la web. Para eso tiene a mano un IPhone con una funda color rojo vibrante que le permite encontrarlo siempre, incluso en el fondo de la cartera más grande y caótica. Así llega a las cifras frescas de abandono. “Son 50.814 los estudiantes que abandonaron el colegio este año”.

Casi un 13 por ciento más que en 2022.

–¿Qué hacemos para devolver el derecho a la educación a esos niños?

­–Para mí el mayor esfuerzo debe estar en mantener la matrícula, en que no abandonen, en retenerlos ahí. El problema es que en la educación pública nadie se siente responsable ni de que los niños lleguen ni de que los niños se vayan. Es algo que queda como encomendado a la Divina Providencia. Si les preguntas a los profesores responden que es natural que la gente se mueva. Pero se van y al colegio le llega menos plata. Siento que nadie le pone el cascabel al gato.

–¿Qué remedio propones?

–Que los colegios públicos no se llamen más escuelas. Y que hablemos de colegios, que no sigamos con esa herencia de los gobiernos radicales, distinguiendo escuelas de colegios y liceos. Que los colegios públicos instalen letreros preciosos, anunciando la apertura de matrículas al inicio del año. Y que se recupere el orgullo de ser educación pública con la participación de las comunidades.

UNA SOLUCIÓN ESCALABLE Y DE BAJO COSTO

–¿Y qué solución hay para los que ya se fueron?

–Creo que la propuesta que ofrece Súmate con sus aulas de reingreso es la solución más atractiva y la más posible de implementar, porque es escalable y así puede llegar a ser masiva. Instalar colegios de reingreso, en cambio, es muy caro.

Las aulas de reingreso son un espacio educativo dentro de un establecimiento educacional regular, que apoya a niños, niñas y jóvenes, de entre 12 y 21 años, que presentan un retraso escolar de dos o más años en relación a su edad cronológica. Son niños y jóvenes que se encuentran fuera del sistema escolar, sin matrícula vigente.

El aula se organiza considerando los niveles de aprendizaje de mayor demanda en el territorio, con  un máximo de cuatro niveles o cursos. Así, un aula de educación básica, podría incorporar los niveles de quinto a octavo año básico o un aula de educación media, los niveles de primero a cuarto año medio.

Cada aula recibe a un máximo de 20 estudiantes, de manera que la propuesta educativa sea personalizada y especializada. El mínimo y máximo de edad los define el colegio. Y cada aula cuenta con un profesor y un trabajador social exclusivos, los que trabajan colaborativamente.

Súmate tiene 4 escuelas de reingreso; tres en Santiago y una en Concepción. Está ubicada en el centro de la ciudad en un moderno edificio. Una inversión cara y, por lo mismo, difícil de replicar. «No así las aulas de reingreso», hace notar Adriana Delpiano.

Esas salas de re-encantamiento con la educación de niños, niñas y jóvenes desescolarizados, deberían multiplicarse. Contar con al menos dos en cada una de las regiones del país era la promesa del Ministerio. Pero la negociación del presupuesto de los SLEP, que dejó en pausa la implementación de ellos en varias regiones, perjudica esa propuesta concreta de reinserción educativa. Y a eso se suma otro estancamiento de acciones de re vinculación con la escuela: el escándalo de los “convenios”, que ha paralizado de la entrega de recursos a fundaciones pecadoras, pero también a muchas justas.

 

MARCHARON COMO MALOS DE LA CABEZA

–Y suma a todo esto, esa preocupante desvalorización de la educación a la que te referías. ¿A qué la atribuyes, Adriana?

–Existe un porcentaje de familias pobres muy dañadas por la droga y otras tantas por la inseguridad, por esa sensación de tener susto hasta de día claro, no sólo de noche, cuando necesariamente deben encerrarse en sus casas. Creo que en materia de educación hay que hacerse cargo del país real que tenemos. Primero, la familia. Y segundo, el Estado, que debe vigilar la vigilancia del cumplimiento de los derechos de los niños.

–¿Es lógico que en medio de esa realidad que describes, el gobierno esté enfocado en condonar el Crédito con Aval del Estado, el CAE, en lugar de centrarse en la exclusión, la desescolarización, la inasistencia…?

–Acuérdate que los que hoy están en el gobierno marcharon como malos de la cabeza por la condonación del CAE, así que es comprensible el empeño. Yo creo que ese tema no es tan complejo de arreglar. Nosotros llegamos a un arreglo con el Colegio de Profesores para pagar la deuda histórica a algunos profesores, a los mayores, a los que fueron más perjudicados en sus derechos laborales y económicos por la municipalización. Creo que se puede hacer algo premiando el esfuerzo de los que han pagado regularmente. Creo que puede ser factible, sin que sea una cosa dramática.

Y volvemos al tema que más la preocupa el desinterés de muchos padres por la educación de sus hijos, sobre todo en sectores populares. En este punto, esboza una teoría:

–Hoy existen muchos padres jóvenes que tienen más educación que sus propios papás y mucha más que sus abuelos. Ese grupo arrastra una frustración tremenda, porque se endeudó, estudió con mucho esfuerzo, terminó la secundaria, entró a una carrera técnica o a la universidad, y la promesa de un mejor futuro, no se cumplió. No se hizo justicia a su esfuerzo y no se honró la promesa de un mejor futuro.

Y cuenta lo que vivió en el último cierre de año escolar al que asistió siendo ministra de Educación. “Fue en el Liceo Darío Salas. Yo fui temerosa de lo puntudo que podría ser el discurso del presidente del Centro de Alumnos. Finalmente, fue todo lo revolucionario que puede ser el de un cabro de 17 años, pero nunca imaginé lo incendiario del discurso de la presidenta de los padres y apoderados. ¡Ahí sí había rabia y resentimiento! Pese a haber estudiado, la vida no le hizo justicia a su esfuerzo académico y a la promesa de un mejor futuro. Ese sentimiento hoy está presente y ha reemplazado la valoración de la educación como una herramienta de progreso”.

Desolador diagnóstico, que se compensa con su mirada más esperanzadora sobre las experiencias que, a su juicio, sí funcionan. “Los espacios educativos sanadores son donde los profesores se consideran a sí mismos formadores de niños y no capacitadores temáticos”. Y agrega:

–En plena pandemia, Sylvia Eyzaguirre, del Centro de Estudios Públicos, escribió sobre cómo las diferencias sustantivas en los aprendizajes en tiempos de pandemia si bien tenían que ver con contar con computador o buena conectividad pasaban mucho más por tener un adulto significativo que supervisará eso estudios online.

¿Valoran los padres de hoy la educación? Los de los alumnos Súmate, sin duda, sí lo hacen. Pero hay muchos padres jóvenes con rabia y frustración, sostiene Adriana Delpiano.

Celebra a los profesores comprometidos, como Francisca Elgueta, docente de una de las escuelas de reingreso de Súmate, que ganó el Global Teacher Prize 2022, pero tiene un convencimiento: “Lo que realmente hace la diferencia estructural no es el profe o la profe, sino el equipo directivo. A mí me impactan los climas en los colegios. No hablo de silencio versus griterio, sino de una sonoridad que da cuenta que la gente está viva. Que hay dedicación e interés por hacer bien las cosas. Y conciencia de que el derecho a formarse de los niños y las niñas es algo que va a impactar toda su vida a futuro.

La ex ministra ha hecho gestiones para establecer más aulas de reingreso en colegios de la Región Metropolitana con el gobernador Claudio Orrego, quien podría apoyar con recursos esa medida clave para logra la reinserción escolar. Y con el subsecretario de la prevención del delito, Eduardo Vergara, para alejar a los niños, niñas y jóvenes del nefasto influjo del narco y la delincuencia en los territorios más vulnerables.

Aquí, con su estilo franco y sin temor a sonar políticamente incorrecta, dice: “Un niño que es reinsertado por Súmate en sus aulas, programas o establecimientos de reingreso es menos pega para las policías y los servicios de protección. Con esto no estoy diciendo que cada niño, niña y joven que abandona el colegio se vaya a convertir en delincuente, pero la tentación frente a la falta de oportunidades es enorme”.

Y llama a los responsables a tomar la oportunidad que ofrecen las aulas de reingreso. Hazlo, tú, desde aquí. 

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