Profesora Olivia Oyarzún: “No hay una receta única”

Publicado el 30/08/2019

Desde hace seis años trabaja en la escuela de reingreso Padre Hurtado de Renca. Sus estudiantes son niños, niñas y jóvenes (NNJ) que estuvieron excluidos del sistema escolar por su extrema vulnerabilidad, pero que han vuelto a estudiar. Ella se la juega a diario por motivarlos y apoyarlos para que logren terminar sus trayectorias educativas.

Por Jacqueline Otey Águila

Olivia es Licenciada en Teología y hace seis años llegó a trabajar en la escuela de reingreso Padre Hurtado de la Fundación Súmate, en Renca. Es un establecimiento no demasiado grande, acogedor, ubicado en un sector de alta vulnerabilidad que entrega educación básica a cerca de 120 niños, niñas y jóvenes que han sido excluidos del sistema escolar tradicional.

Antes de llegar a esta escuela, ella trabajó durante varios años en organizaciones de educación popular en poblaciones de Santiago en las que hizo voluntariado y algunos trabajos específicos. Uno de esos lugares fue la Asociación Fe y Alegría de la Compañía de Jesús, que trabaja en redes de educación popular. “Así fue como conocí las escuelas de Súmate”, recuerda.

Lo primero que le llamó profundamente la atención fue el funcionamiento del sistema educativo de las escuelas de reingreso. “Lo más potente para mí fue reconocer el daño de los chiquillos, su baja autoestima. Muchos de ellos traen una especie de cartel en la frente que dice ´fracaso y frustración´. Esto tiene que ver con ciclos vitales que han experimentado y que significaron que el sistema de educación tradicional los excluyera. Los alumnos tienen entre 11 y 17, eventualmente, 18, y por lo general presentan dificultades para creer en sí mismos, en que pueden hacer cosas, piensan que no son capaces. Además, en muchos casos, los adultos significativos en su vida les han fallado”, explica.

Los cursos en las escuelas de reingreso Súmate son pequeños, lo que permite conocer bien a cada alumno y darle un trato personalizado. De hecho, cuando un alumno deja de asistir a clases, el equipo de profesionales lo va a buscar a su casa. La idea es que termine su trayectoria escolar “contra viento y marea”.

“En este momento, la escuela tiene un sistema de co docencia, lo que implica que los profesores pasamos por todos los cursos, así es que todos los alumnos nos conocen. En cada curso no hay un solo profesor, sino tres. Trabajamos en conjunto, tanto la presencia dentro del aula como la planificación”, dice respecto a la metodología.

A su juicio, este sistema es ideal ya que resulta mucho mejor la coordinación en equipo. “En la sala no sólo se trata de poner control, sino de atender a los estudiantes en sus dudas y estilos de aprendizaje. Para ello, hacer las clases en triada, ayuda mucho”. Olivia recalca que muchos de los niños y jóvenes que se han atrasado en su educación, no tienen responsabilidad directa respecto de esta situación, por eso es injusto hablar de ´deserción´ como suele hacerse respecto de estos NNJ, porque desertar implica voluntad de hacerlo. Acá los chicos han sido marginados y excluidos por distintas causas: desde abandono de sus padres, pasando por episodios prolongados de bullying o definitivamente por un contexto en el cual están presentes diversos factores de riesgo a los cuales ello/as están constantemente expuestos, tales como redes de explotación sexual, narcotráfico, conductas infractoras, entre otros”, dice.

Para la profesional estos factores de riesgo muchas veces están presentes al interior de la familia, lo cual significa que para los estudiantes esto también es parte de la trayectoria de su vida. “Dentro de este abanico de realidades que vemos a diario en estos territorios, me sigue conmoviendo el daño con que llegan los jóvenes, y me impresiona la indiferencia de las familias, de otros profesionales e instituciones que conocen esta situación y sobre todo de la sociedad en general”.

Olivia destaca la transformación que viven los estudiantes excluidos del sistema  luego de pasar por una escuela de reingreso. “En mi primer año de trabajo acá fue impactante ver a los chiquillos de octavo en su graduación de enseñanza básica, eran personas distintas a las que llegaron. Tuve la sensación de que podían pararse mejor en el mundo, era un logro que les permitía dar pasos para alcanzar otras metas”, dice.

La profesora del ramo de crecimiento personal y social, enfatiza que actualmente en Fundación Súmate ha habido un cambio de concepto interesante: hoy se habla de trayectorias educativas. “Para algunos alumnos la trayectoria educativa puede ser terminar la educación básica. Para otra terminar la media y avanzar hacia una enseñanza técnica o profesional, diurna o nocturna. No hay una receta única. Se trata de ser comprensivos, flexibles y empáticos con la historia de cada uno de los chicos. Como educadores debemos pensar en herramientas para que nuestros alumnos en el futuro sean las personas que quieren ser y no lo que la sociedad les impone de acuerdo a un molde rígido y excluyente”, concluye la docente.

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