“Amo a las viejas; siempre me han gustado; no así los viejos”
La actriz, locutora, dramaturga de 39 años, es autora de “Aliento”, un monólogo brutal sobre la vejez y el deseo de morir de una buena vez, que escribió para su gran amiga, Delfina Guzmán, la Delfa, como la llama. En “Hora de Conversar” nos habló de lo bien que le hacen sus amigas añosas. Son “como una gran cama-nido, como un gran box spring”, donde se siente acogida.
Por Ximena Torres Cautivo / Publicada por El Mostrador
24 Julio 2021 a las 12:38
“Nunca soporté el mal aliento, y eso lo saben todos. Tú papá tenía una boca que olía a caca. No podía dormir mirándolo de frente. Se lavaba los dientes, compulsivamente, pero esto era otra cosa, estaba podrido desde adentro. Con todo lo que se engominó para verse buen mozo. Y se murió así, apestando. Ni siquiera las moscas se fueron a despedir de él. Ahora, yo estoy así. Mi saliva es ácida, me rompe las comisuras, tengo boqueras, me erosiono, pero no me muero. Anoche pensé, que si fuera una mascota de alguien (como lo fui de tu padre), podrían “sacrificarme””.
Intenso, crudo, visceral, con olor a interiores, es este monólogo, que se llama “Aliento”, y que escribió hace unos años la actriz, locutora, dramaturga, escritora de cuentos, Elisa Zulueta (39), que por estos días es parte de la teleserie “La Torre de Mabel”. Lo hizo para su gran amiga la nonagenaria actriz Delfina Guzmán (93).
-Yo amo a las viejas, las amo, siempre me han gustado. Debe ser porque viví con mi abuela materna, porque mi mamá, como buena separada, estaba súper-requete-heavy-superada y nos fuimos todas a vivir con ella a su casa. Mi abuela encarna el rigor, el amor, la disciplina pero sin lágrimas. Ella era lo que nosotras necesitábamos en esa etapa –cuenta a mil palabras por minuto, porque Elisa es tan intensa y cruda como el “Aliento”, el que surgió así:
-Cuando mi abuela murió adopté a la Delfina. Nos habíamos conocido grabando teleseries: en “Dama y Obrero”, por ejemplo, donde yo era paralítica y ella una vieja elegante, lo que suele ser siempre. Estuvimos en varias otras teleseries que no me acuerdo y menos la Delfina. Habría que consultar en Wikipedia. Entonces leí un libro de cuentos de Rafael Gumucio que se llama “Platos Rotos”, donde había un escrito sobre su abuela, una carta de ella, que describía maravillosamente bien a una vieja de clase alta, de izquierda, que iba a las marchas con abrigo de piel y luchaba por la justicia. Que encontraba que los comunistas eran regios y elegantes y los socialistas, huevones. Yo leí eso y pensé altiro en que había que convertirlo en una obra de teatro. Y el Rafa, que es súper obediente y esforzado, se sentó y escribió. De ahí en 2013 salió “La grabación”. Y ahí me metí yo después con la dramaturgia, apoyada por Álvaro Viguera, que ha trabajado con la Delfina, para encontrarle la teatralidad a la verborrea de esta señora maravillosa.
“Yo además quería escribir sobre la eutanasia, porque el monólogo es el pedido de una madre vieja y enferma a su hija para un suicidio asistido. A mí me importa mucho la autodeterminación en esa materia. Y, además, quería que la Delfina volviera a estar en el teatro, que es el lugar donde se siente más viva en el mundo y donde, porque está muy vieja, ya no la llaman; y ahora, con la pandemia, menos. Entonces con Álvaro Viguera, que la ha dirigido un par de veces, nos convertimos en sus nietos inventados y decidimos hacerle ese regalo a la Delfa: traerla de nuevo al teatro con ´Aliento´. En síntesis: tenía ganas de hablar con desparpajo del suicidio asistido y darle a la Delfa el placer de actuar en teatro en un papel que calza con ella, el de una señora sin filtro, que puede decir ´se me acabó el champú´ y ´me quiero morir´ con la misma moral de base”.
Cuando el texto estuvo listo, vinieron los ensayos que duraron un año y luego las presentaciones y los viajes. “Hemos recorrido Chile, fuimos juntas a Uruguay, a la Delfa la nominaron a varios premios. Nos convertimos en una simbiosis de abuela-nieta-amiga-maestra-protectora. Cuando yo voy a ver a la Delfina, siento pertenencia, arraigo. Eso es algo que me dan mis amigas mayores”.
–¿Ves a la Delfina regularmente?
–La veo siempre. La he sacado a caminar en la pandemia. Ahora que se están abriendo las medidas sanitarias, la veré más. Cuando no puedo ir, le mando flores. Ella ahora mismo está convencida de que esto de la pandemia es una conjura, tiene unas teorías conspirativas notables sobre China y la pandemia. No cree nada lo que está pasando. Es muy filosófica, la Delfa. Mezcla la biología con la historia y con la filosofía y está siempre cuestionándose las cosas. Hay gente que dice que está gagá por lo que habla, pero a ella le cruje como le ha crujido siempre. Todo lo que dice es profundo y gracioso, honesto, sin tanta moral y tanto Dios. Para mí es la primera y la mejor “standupera” de Chile, la reina del stand up. A mí me trata de “mi perrita”, “mi pollita”. Nos amamos de verdad, con pasión insana.
LOS VIEJOS SE PONEN VERDES
Aunque la persona favorita del mundo de Elisa Zulueta es otra actriz, también mucho mayor que ella. “Hablo de la Coca Guazzini, que es nacida el año 1952, uno antes que mi mamá, que es del 53. Tengo puras amigas mamás, aunque en casi todos los casos, más bien yo soy la mamá de ellas”.
Elisa está ad portas de los 40 años, que cumple el próximo septiembre. Y es una convencida de que ya llegó a la adultez, etapa que la tiene de lo más satisfecha. De la vejez, en cambio, en “Aliento” leemos: “La vejez es el paso obligado hacia el aburrimiento y la lentitud, es ver evaporarse tus facultades, tu inteligencia, tu destreza, tu fuerza”.
–¿Es la vejez una etapa demoledora o hay vejeces buenas?
–La vejez es como un freno, un cambio de ritmo total, todo se vuelve lento, ya no puedes hacer muchas cosas al mismo tiempo. Yo, en este momento, estoy hablando contigo, pensando en mis respuestas y estoy viendo que mi hija Olimpia esté bien y no bote nada por el baño. La vejez es como hacer sólo una gran actividad al día. Es ya no poder levantar los brazos para bajar esos platos de allá arriba; es no poder pararte de un salto. Y eso, cuando tienes la cabeza súper buena, es aburrido. Tu cabeza quiere estar en Roma y tu cuerpo, con cueva, te lleva al baño. Yo sólo pido no perder la capacidad de leer, creo que eso salva de todas las limitaciones. Y claro que hay vejeces buenas. La vejez con plata es mucho mejor que la con una pensión cagona que no te sirve para nada. La Delfina ha tenido trabajo toda su vida, pero me imagino que igual lidia permanentemente con la sobrevivencia, con las platas y esos temas. Pero tiene la ventaja de que siempre fue estudiosa, lectora. Es una mujer que ejercitó el músculo de la cabeza, el músculo de la memoria y el músculo de la reflexión.
–¿Cómo ayudan los jóvenes a que los mayores tengan una mejor vejez?
–Si fuéramos una sociedad que mirara a los viejos como personas entretenidas y aportadoras, sería maravilloso, pero tengo la sensación de que estamos metidos en la dinámica del cambio permanente. Los jóvenes pinchan una foto y otra y otra y otra, así es su vida en las redes, a diferencia de los mayores que están en un presente real, sentados en un sillón, con muchas cuestiones interesantes, divertidas, que contar, pero nadie se interesa y les pregunta.
–Volviendo a lo que salva de una mala vejez, ¿tú crees que ejercitar la memoria es un resguardo contra el Alzheimer?
–Dicen que el pucho es bueno contra el Alzheimer, ser una persona que ha leído toda su vida y no comer azúcar, parece que también ayuda. Los pobres geriatras llevan años investigando el tema y yo, que no soy doctora, me voy de tesis, pero creo que la lectura, la reflexión y el diálogo te hacen tener tu cabeza buena más tiempo. Y si eso no pasa, hay que aprobar una buena ley eutanasia, que permita que el que está aburrido de vivir una vida-no-vida y gastar fortunas en remedios y médicos, pueda decidir irse, sin dolor y en calma.
–Una última duda: ¿Te gustan los viejos tanto como las viejas?
–No, no es lo mismo. Los viejos no me gustan tanto; el problema es que los hombres se van poniendo viejos verdes y entonces una tiene que arrancar de ellos.
–Una vez que entrevisté a la Delfina hace años me dijo una frase que luego ocupé en un libro que escribí con la Totó Romero. Dijo: “En Chile las mujeres tienen dos opciones: envejecer como viejas locas o envejecer como viejas huevonas, y yo prefiero lo primero”. ¿Qué opinas?
–Que es la mejor standupera de Chile, como ya te dije. La Delfina ha dicho en su vida una sarta de provocaciones. Ella no habla por hablar. Sabe para dónde va la conversación y se tira unas frases que te cambian la perspectiva de muchas cosas. Obvio que ella prefiere ser loca que huevona. Yo también. Todas, creo. Volviendo a los hombres, muchos envejecen con esa actitud verde apestosa, que incomoda mucho. Por eso no me dan ni la mitad de la confianza que me dan las viejas, que para mí son como una gran cama nido, un gigantesco box spring donde acurrucarse. Las amo.
Si a ti también te importan e interesan las personas mayores,