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Andrea Cox, jefa social territorial del Hogar de Cristo:

“La pandemia es un doloroso testimonio de inequidad”

Valiente y resiliente, esta trabajadora social tiene un magíster en gestión y desarrollo de capital humano. Hace notar que Antofagasta es la tercera región con más contagios por coronavirus y que Hogar de Cristo a través de la Ruta Calle sólo logra asistir a 500 de las 700 personas en situación de calle que se estima existen en ella. Número que, sin duda, aumentará a causa de la crisis.

Por Matías Concha P. 

22 Diciembre 2021 a las 21:36

Como jefa territorial de Hogar de Cristo, esta trabajadora social santiaguina lleva un año y medio trasplantada en el Norte Grande donde funcionan la casa matriz de Antofagasta, una hospedería para hombres en situación de calle, un centro diurno que ofrece actividades y genera vínculos para lograr la inclusión social de 35 adultos con discapacidad mental. A esto se suman dos residencias protegidas –una para hombres y otra para mujeres con diagnósticos síquicos, de extrema pobreza–; un hogar para 17 adolescentes vulneradas; y un jardín infantil y sala cuna, que atiende a más de 150 lactantes y párvulos. Además trabajan un Programa de Atención Domiciliaria para 30 adultos mayores y el de Reinserción Escolar que acoge a 50 jóvenes desescolarizados.

Andrea explica que la pandemia del Covid-19 ha dejado expuesto a los grupos más excluidos frente a la enfermedad. “Hoy son migrantes de Colombia, Bolivia, Perú y también del sur de Chile; hombres con larga, mediana y escasa experiencia en calle; jóvenes excluidos de la educación, adultos mayores dependientes; personas que no cuentan con agua potable o están enclaustrados en lugares insalubres, con la obligación de salir para poder comer”.

La distribución de contagios y muertes se concentra en los sectores empobrecidos de la ciudad, donde el hacinamiento y las malas condiciones habitacionales han dejado en mayor vulnerabilidad a los ya vulnerables.

“Está claro, el coronavirus no nos golpea a todos por igual”. Luego explica que esto se produce por múltiples factores higiénicos y de salud, pero lo más determinante, en su opinión, es el nivel de ingresos de cada familia. “La pandemia es un doloroso testimonio de inequidad, es fácil identificarlo en la rutina de sobrevivencia de las personas que viven en los 79 campamentos que existen en la región. Muchos dependen de la caridad de las fundaciones, de los municipios, del gobierno, no es justo, tampoco es digno”.

Así lo avalan las cifras. La población Bonilla concentra más de 250 casos, mientras en sectores de clase alta, como en Los Jardines del Sur, se registran apenas 11 contagiados.

ALTOS INGRESOS, ALTA POBREZA

Pese a los altos ingresos por concepto de sueldos, la región de Antofagasta evidencia una gran pobreza multidimensional. Conocida por su riqueza minera, Antofagasta está idealizada en el país como una zona de oportunidades económicas. Las cifras de ingresos avalan esa idea asentada en imaginario colectivo; según la encuesta Casen 2017, Antofagasta cuenta con 974.641 pesos de ingreso, lo que la ubica en el segundo lugar solo superada por la región Metropolitana.

Sin embargo, la misma encuesta en 2017, revela que en la región viven 30 mil personas en contextos de pobreza. “Es paradójico, porque tenemos mineras muy cerca, pero la mayoría son personas que vienen de otros territorios, no antofagastinos ni gente de Calama o Tocopilla. Con la pandemia, cada vez hay menos empleo, lo que acentúa la pobreza. Esto queda en evidencia con la cantidad enorme de personas en situación de calle en el territorio”.

Según información de la Cámara de Comercio de Antofagasta los meses enero y febrero de este año los despidos fueron casi 17 mil; en marzo, 15.871, y en abril de 18.438, casi 33 mil despidos en sólo tres meses, totalizando entre enero y abril más de 57 mil trabajadores despedidos.

Esta realidad se expresa, según la experta, en un drama que su causa no veía desde la crisis económica de la década de los 80, cuando las personas efectivamente padecían de hambre y la solidaridad se expresaba en ollas comunes. “Para nuestros profesionales en terreno ha sido doloroso constatar cómo las personas más pobres ya no piden ‘una moneda, por favor’, sino que suplican por un pedazo de pan.

-¿Qué medidas ha tomado Hogar de Cristo?

-Fuimos bien rápidos en declarar cuarentena preventiva en nuestros programas sociales, desde fines de marzo que estamos aislados. Creo que gracias a esta medida, que no fue fácil, hoy no lamentamos ningún contagiado en la fundación. Pero no podemos bajar la guardia, nosotros tenemos capacidad para acoger a 500 personas entre adultos mayores, personas en calle, adolescentes, jóvenes y párvulos, ¿qué pasará con las otras cientos de personas que aún están dando vueltas sin destino?

-¿Quién debería responder esa pregunta?

-En tiempos en que se ha declarado un estado de emergencia, las autoridades y, desde la ciudadanía, las organizaciones sociales pueden aportarles la perspectiva integral. En Antofagasta se ha visto a las autoridades en terreno, por ejemplo, se entregaron rápidamente las canastas de alimentos, pero la crisis se sostiene y con ella el hambre no se ha acabado. ¿Qué viene después de las canastas? Por otro lado, las residencias sanitarias se pensaron principalmente para personas más autónomas. ¿Qué pasa con los adultos mayores dependientes? Es una tarea diaria ir resolviendo y robusteciendo las soluciones del gobierno.

Andrea también cuenta que a través de las mesas de vulnerabilidad, un espacio que reúne representantes de servicios de salud, seremi de desarrollo social, gobernación y organizaciones locales de la sociedad civil, han logrado identificar con información georreferenciada a la población más vulnerable en la pandemia. Se han enfocado en los adultos mayores y en las personas en situación de calle, como también se ha reflexionado mucho sobre las medidas para abordar los problemas de salud mental y la activación de ingresos a los pequeños comerciantes .

-¿Crees que se deberían haber entregado cajas con alimentos o transferencias monetarias?

-Soy partidaria de un complemento, porque hay familias que sí pueden salir y otras que no. Por ejemplo, en la mesa de vulnerabilidad hicimos el trabajo de averiguar las necesidades particulares de las personas. Creo que haciendo esa pega, sí funcionan las cajas con alimentos, entendiendo qué familias necesitan que tipo de alimentos. Pero, por otro lado, también es real que la fuente de ingreso de muchísimos almaceneros o feriantes está detenida porque la gente no tiene plata, en ese caso, para la gente que sí puede salir, por supuesto que un ingreso representa una mejor herramienta.

LA PRIMERA Y SEGUNDA LÍNEA

Las muertes también golpean a los más pobres; de los 81 fallecidos reportados hasta el miércoles 17 de junio, la mayoría procede de los sectores más precarios de la ciudad. Allí coinciden el hacinamiento, la pobreza y la desnutrición.

-¿Qué se puede hacer para ayudar?

En Hogar de Cristo, hay personas que pertenecen a lo que nosotros consideramos, la “primera línea” y “la segunda línea”. La primera línea es la que sale a tomar la temperatura corporal e indagar sobre síntomas de contagio en las personas en situación de calle; los que se ocupan 24/7 de los más vulnerables en nuestras residencias, hospederías, casas de acogida. Nuestra primera línea también la integran educadores, trabajadores sociales, sicólogos, así como los asistentes sociales, terapeutas ocupacionales, los que trabajan fuera, en terreno, directamente con las personas más pobres y abandonadas. Personal que a pesar de todo, trabaja por algo más que el sueldo, porque a quienes cuidan también son para ellos su familia.

-¿Y quiénes vendrían integrando la segunda línea?

Esa que, desde la seguridad, la conciencia y la solidaridad de sus casas, apoya mediante donaciones, información, hasta dando ánimos el trabajo de los que se exponen allá fuera, donde las papas queman, para proteger a los más vulnerables. A ese grupo, lo urgimos a involucrarse y donar, porque fuera, como digo, en los territorios, hay necesidad y hambre.

 

 

 

 

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