2 Diciembre 2016 a las 21:39
“Un día una alumna de cuarto básico se me escapó de la sala, la fui a buscar y la encontré haciéndole sexo oral a uno de los hombres que hacía el aseo”. Eran los tiempos de la dictadura y Nelly hacía su práctica en pedagogía en una escuela básica en Pudahuel. Solo tenía 21 años. Hoy es la capellana de la Cárcel de Mujeres y denuncia que en Chile se encarcela la pobreza.
Por Matías Concha
La hoy hermana Nelly cuenta: “Después de vivir ese episodio, fui a hablar con la directora de la escuela para hacer la denuncia, pero no hicieron nada, entonces no se hablaba de abuso o de violaciones de niños, nada. Era un tema que no le hizo sentido a nadie, solamente sacaron al hombre del colegio”.
-¿Cómo te afectó esa experiencia?
-Hasta entonces jamás me había planteado ser religiosa. Yo tenía otros proyectos, un pololo de dos años, planes de matrimonio. Todo eso se empezó a caer versus asumir un compromiso social diferente. Ahora quería dedicar mi vida de lleno a trabajar por la dignidad de las mujeres en la cárcel.
¿Por qué precisamente en la cárcel?
-Porque sentía que nadie quería trabajar ahí.
Desde los primeros cinco minutos supe que la conversación sería honesta. Nelly es así, fuerte, rebelde, apasionada, humana. La intimidad de la entrevista nos llevó a recorrer la cárcel, los patios, el Espacio Mandela. Me presentó a mujeres privadas de libertad. Hablamos de qué viven, me mostró cómo viven. Discutimos sobre el machismo, la religión, la maternidad y la sociedad.
No esperen un relato al límite sobre la culpa y el delito. Nada más lejos de eso. Esta es la historia de un día en la Cárcel de Mujeres de San Joaquín. Presas siempre de lo mismo: ¿Dónde están mis hijos?
-¿Qué cosas no ve la gente de la cárcel?
-Que detrás de cada delito hay una historia, una mujer. Para la sociedad, las mujeres presas son personas malas, que tienen abandonados a sus hijos, que han traficado o han robado, sólo mujeres que han hecho daño. Pero hoy día tú pudiste conocer sus historias de vida, el por qué llegaron aquí, que nunca es gratuito.
-Mientras me presentabas a las mujeres me dijiste: “Una mujer nunca deja de ser madre, así esté presa”. Cuéntanos más de eso.
-Aquí la preocupación constante siempre es la misma: ¿Dónde están mis hijos? Por ejemplo, si le das a una mujer un regalo, un par de sábanas, un juego de toallas para la Navidad o un regalito por su cumpleaños, esa mujer no lo usa, lo guarda, y cuando vienen sus hijos, se los regala a ellos.
Mariela Gutiérrez, madre de 4 hijos, condenada a 17 años.
-¿Cómo es la vida de una madre presa?
-Viven sólo esperando a que sus hijos las vengan a ver. Hace poco se suicidó una muchacha, Paulina, nosotros la habíamos preparado para los sacramentos. Hizo su confirmación y semanas después se ahorcó. Su catequista nos contó después que su gran dolor fue que para el día de su confirmación no vino su familia. Su mamá no quiso traerle a sus hijos.
-¡¿Por qué?!
-Porque era lesbiana. Porque se había enamorado y estaba en pareja. En la cárcel nadie se muere ni de frío ni de hambre, se muere de soledad. A Paulina la mató el abandono…
-¿Quién visita a las mujeres en la prisión?
-El 80% de las visitas en las cárceles de mujeres son hechas por las mismas mujeres. Los hombres no las vienen a ver nunca. Por el contrario, el 90% de las visitas en las cárceles de hombres son hechas por mujeres.
Teresita Verdugo, madre de 3 hijos, condenada a 15 años.
¿Es muy distinto un papá preso a una madre presa?
-Muchísimo, si el hombre cae preso, la vida de los niños no se ve tan afectada, porque está su mamá, pero cuando una mamá cae presa, por lo general, el papá arma otra familia y los niños quedan desplazados.
¿Crees que el sistema penitenciario promueve el vínculo afectivo madre-hijo?
-No, por el contrario, hay mamás que prefieren que sus hijos no vengan porque no quieren que pasen por los allanamientos. Sucede que a los niños los revisan enteros, prácticamente los desnudan para revisarlos. Es muy humillante. Entonces el gozo de tenerlos dos horas se transforma en una experiencia traumática.
¿Y existen mecanismos que humanicen las visitas?
-¡Totalmente! Con Fundación Mujer Levántate creamos las visitas protegidas, donde traemos a los niños en una visita normal, pero ingresados por una profesional de la Fundación, sin tener que pasar por allanamientos invasivos. Revisados solamente por la paleta detectora de metales, nada más. También les preparamos espacios más íntimos, no en los gimnasios, donde no hay intimidad.
MUJER LEVÁNTATE
¿Cómo nace la Fundación?
-Mujer Levántate nace porque al poco tiempo de llegar a la cárcel me di cuenta de que la mayoría de las mujeres que salían siempre volvían. Cuando les preguntaba el porqué siempre me respondían lo mismo: afuera nadie me espera. ¡Algo estaba pasando! Lo conversé con el padre Alfonso Baeza, que ya falleció, le dije que mi primera intuición fue la necesidad de construir una casa de acogida. Y resultó, fue bien milagroso, a los cinco meses conseguimos construirla.
-¿Y cómo encontraron la casa?
-Un día me contaron que se vendía una casa a dos cuadras de la cárcel, que era de las monjas del Compañía María, entonces fui a hablar con la Provincial para contarle que quería la casa pero que no tenía ni un peso para comprársela, y la Hermana me dice: “Bueno, ocupa la casa y, cuando tú tengas dinero, me la pagas”. Hicimos campañas, el padre Alfonso comenzó a buscar aportes, ¡muchísima gente hizo donaciones! También partimos a hablar con la ex Presidenta. Nos recibió Rodrigo Peñailillo, el jefe de gabinete de ese entonces. ¡Les presentamos todo el proyecto! Al mes pudimos conseguir lo que necesitábamos y compramos la casa. ¡Un milagro!
-Hoy, ¿cuál es la misión de Mujer Levántate?
-“Un país justo, mujeres libres”. Ese es nuestro sueño. Para eso, tenemos un programa de intervención que comienza en la cárcel a dos años de la salida, donde buscamos impulsarlas a descubrir sus habilidades, sus talentos. Después hacemos capacitaciones y talleres. La misión es que las mujeres salgan de la cárcel con nuevas herramientas.
Patricia Roldan, madre de 4 hijos, condenada a 8 años. Guisela Ficher, madre de 3 hijos, condenada a 10 años.
RELIGIÓN, MACHISMO, FEMINISMO
¿Te ha tocado vivir el machismo?
-Sí, fuertemente, de hecho, el título de Capellán no existe para las mujeres, nos llaman “Coordinadoras Pastorales”. Cuando a mí me dijeron eso, al tiro yo les dije que yo me presentaría como Capellana, exista o no el título, eso soy.
-¿Las mujeres debiesen oficiar misa?
-Bueno, el Papa se abrió a la posibilidad de que las mujeres fuesen diaconizas, que ya es un paso, a mí personalmente no me quita el sueño. Si en este minuto el Papa digiera: “Ordenen a las mujeres que quieran ser sacerdotisas” no sería mi prioridad.
-¿Y no lo ves como un reconocimiento a la labor de la mujer dentro de la Iglesia?
-Es que hace unos años atrás, como en el 2005, fui a un Seminario sobre Infancia en Estocolmo. Cuando llegue quería ir a misa y no encontraba ninguna iglesia Católica, así es ue fui a una Iglesia Anglicana. Resulta que me abrió una mujer vestida de cura. Con terno negro, camisa negra y cuello de cura. Yo creo que eso a mí me violentó. Porque si yo fuera sacerdotisa, no me gustaría que fuera de una forma masculinizada. ¡Para mí el feminismo hoy día no tiene que ver con llegar a ser como los hombres! Tiene que ver más bien con no perder nuestra esencia de mujer.
ESPACIO MANDELA
Nelly cambia de dirección y nos conduce a un mundo diferente dentro la prisión: el Espacio Mandela. Llamado así en honor al líder sudafricano que, desde sus 27 años de encierro, construyó su libertad personal en un símbolo de dignidad para las personas en la cárcel.
-¿Para entrar todas tienen que ser católicas?
-No, no es requerimiento. Aquí todas son bienvenidas. Eso sí, cada una tiene que participar de al menos tres talleres que la preparen para la vida de afuera.
El Espacio Mandela cuenta con modelos de intervención para la reinserción social de las mujeres: talleres, deporte, alfabetización y nivelación escolar, capacitación laboral, atención psicológica, jurídica y espiritual. Tiene baños interiores, un patio, cocina equipada y un ambiente abierto. Sólo después caímos en la cuenta de que seguíamos encerrados.
Patricia Lagos, madre de 4 hijos, condenada a 15 años.
-El Espacio Mandela nace para entregarles una mejor calidad de vida a las mujeres, para darles un espacio más digno, más humano. Recuerdo que arreglamos los baños, compramos mesas, sillas, lozas, arreglamos las camas, conseguimos máquinas para que hagan gimnasia, todo. Fue una pega que involucró a mucha gente.
-¿Por qué precisamente en ese espacio físico?
-Primero, porque los dormitorios tienen baño dentro, que es algo básico para la dignidad de cualquiera. En la cárcel, las chiquillas necesitan tarros para hacer sus necesidades en la noche, y eso no es digno. Y lo segundo, por la cercanía de la Capilla.
-¿Qué se necesita para optar al Espacio Mandela?
-Nada, sólo tienen que postular. Lógicamente, sí tenemos reglas, por ejemplo, tienen que firmar un compromiso de que no se fuma droga en el Espacio Mandela. Aquí cada una tiene un acompañante, una persona que viene de afuera y la acompaña quincenalmente con su historia de vida. Es como un acompañante espiritual.
Verónica Cáceres, madre de 4 hijos, condenada a 7 años. Sonia González, madre de 4 hijos, condenada a 18 meses.
EXCLUSIÓN, POBREZA, SOCIEDAD CHILENA
-El modo en el que tratamos a las personas en la cárcel habla mucho del país en el que vivimos.
-Exacto, la cárcel muestra la realidad de lo que somos. Es como un reflejo de lo que somos como país. La violencia que existe dentro de las poblaciones es la misma que está dentro de la cárcel. La corrupción que hay afuera es la misma que se ve aquí adentro.
-¿Para quienes están construidas las cárceles?
-Para los pobres entre los pobres, los excluidos. Un día conversando con una muchacha sobre por qué se estaba portando tan mal, le pregunté sobre su familia, me contó que su mamá había sido siempre drogadicta. Y que un día en la calle le tuvo que pagar para que durmiera con ella, para poder sentir su calor de mamá… Personas así son las que terminan en la cárcel. Los que en serio no han tenido nada.
Yesenia Bragueman, madre de 1 hijo, condenada a 3 años.
-¿Qué le dirías a las personas que han sido víctimas de delitos?
-Que en la cárcel sí hay gente buena. Que nadie nace malo y que son las acciones las que nos diferencian. Que vengan a conocer las cárceles, a conversar con un hombre o una mujer privados de libertad, a descubrir su historia, a saber que hay detrás de cada delito.
-Y a los de adentro?
-¡Que nunca pierdan la esperanza! A Jesús una vez le preguntaron si podía ir curar a una niña de 12 años, después le dijeron que mejor no porque ya se había muerto, pero Jesús fue porfiado y fue igual. “Esta niña no está muerta, está solo dormida”, les dijo, devolviéndole la vida. Nosotros tenemos que ser así, aunque nos rechacen… Las mujeres y los hombres en la cárcel no están muertos, sólo dormidos.
Si crees que en Chile se encarcela la pobreza, en especial la femenina, involúcrate: