La austeridad en la celebración se vuelve importante toda vez que se debe dar relevancia al encuentro entre las personas, más que al valor comercial del regalo.
La vivencia de las fiestas de Navidad ha sido colonizada por el intercambio comercial, sin embargo, desde diferentes espacios de la sociedad hay llamados a buscar un nuevo sentido a la fiesta, resignificar su sentido y propósito, poniendo en el centro el encuentro, el compartir.
Por Paula Chapple
Para Javier Romero, sociólogo y sicólogo, director de la Escuela de Sicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central, “hay mayor conciencia hoy en día de la pugna entre la importancia de la fiesta vivida en medio de la austeridad, resaltando el valor del encuentro y de entender el obsequio como algo no remitido a su valor comercial, sino a su poder de simbolizar la amistad y la relación con el otro”.
El sentido de la Navidad requiere, en este contexto, de repensar qué es lo importante, y el lugar que tiene el encuentro con el otro versus el objeto a regalar. “Es un espacio para reflexionar en conjunto con las personas más cercanas, esto genera la posibilidad de centrar la reflexión en temáticas que están más allá de la lógica del consumo. Es una oportunidad en que las personas pueden dedicar un espacio a la reflexión conjunta y a una celebración que ponga en el centro la importancia de estar con otros ya sea familia, amigos y parientes en general”, detalla Romero.
CONSEJOS PARA UNA NOCHEBUENA DE REENCUENTRO
*Lo fundamental es conversar, dar un sentido propio a la fiesta, a partir de una conversación abierta al respecto, esto ayuda a que todos quienes se junten puedan expresar lo que sienten y orientar a los más pequeños en la lógica del encuentro. *Cualquier actividad que se realice debería tender a que la gente se junte y comparta, por ello armar el árbol de Navidad, el pesebre o decorar la casa para la fiesta cobra sentido comunitario. *Si hay familias que entienden que esto implica celebrar con otro, hacer regalos a personas que sufren, acompañar a personas en situación de calle o cualquier iniciativa debería emerger de una conversación previa que los comprometa y no solamente sea una obligación que venga de los padres o los mayores.