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Hilda Cuevas, PADAM de Renca:

"Hace años que no voy al supermercado, ando limosneando en la feria"

Vive de una pensión básica solidaria con que paga el arriendo de una casa en Renca, pero no le alcanza. Recibe ayuda del Programa de Atención Domiciliaria Adulto Mayor (PADAM) de Hogar de Cristo, hace aseo en una junta de vecinos, recoge latas para vender e igual debe “limosnear” en la feria para comer. Con mucho esfuerzo, este año se graduó de enseñanza básica y aspira a más.

Por María Teresa Villafrade

29 Junio 2023 a las 15:40

Hilda Cuevas Velásquez (67) se define a sí misma como una “revoltosa”, que no tuvo infancia ni juventud, ya que su padre la puso a trabajar desde pequeña. Así, ella, un buen día, se escapó del hogar por la ventana. Tenía 13 años.

De su ciudad natal Curanilahue solo recuerda que la casa en que nació se vino abajo con el terremoto de 1960. “Quedé un buen rato bajo el agua y me dio asma crónica. Pasaba un mes bien y otro en el hospital, con oxígeno y entubada. No seguí estudiando por lo mismo”, dice.

Sus dos hermanos y ella se criaron con los abuelos en Quinta Colico Sur, por donde antes pasaba el tren.

“Mi papá era más malo que el natre, le pegaba por todo a mi vieja; hoy debe estar revolcándose en el infierno. Cuando el viejo cachaba que ya éramos capaces de hacer las cosas, primero se llevaron a trabajar a mi hermano y después a mí. De golpe y porrazo nos tocaba aprender de todo en el campo y madurar”, recuerda.

Tenía solo 13 años cuando decidió envolver un poco de ropa y escaparse: “Me metí a trabajar en la oficina de Pilpilco. No tuve niñez ni juventud, nada. Por eso ahora soy tan revoltosa”.

-¿Qué significa eso?

-Que tengo maridos por todos lados, pero cuál de todos más apretado. No hay ninguno que me ayude. Me gusta mucho conversar y reírme.

Tiene dos hijos y dos nietos a los que apenas ve. A los 30 años, tuvo el primero, y a los 35, el segundo. Ninguno de sus padres está vivo.

“Mi tía con la que vivía me echó de la casa con seis meses de embarazo. Ella me tenía trabajando por un plato de comida pues vendían leche. Yo tuve que encontrar trabajo para recibir a mi primer hijo”, aclara.

Se puso a trabajar en el campo, sacando papas, arvejas, porotos y trillando con horqueta. “Un día me tocaba en la chacra y al otro día tenía que cocinar para toda la gente. Así fue mi vida, puro trabajar”.

AMENAZAS DE MUERTE

Cuenta que hace un año que vive sola en la casa con dos piezas que arrienda en Renca. Tuvo que sacar de ahí a su hijo mayor con su familia con una orden de la Fiscalía.

“Me amenazó de muerte por culpa de la mujercita que tiene. No puedo ir a buscar mi pensión en la caja que queda cerca de la casa de mi hijo, porque su mujer me ofreció palos. Yo no sé qué le ha pasado a mi hijo, en octubre pasado me prometió visita y hasta ahora no sé nada de él”.

El menor, agrega, se casó con una mujer “que lo golpea”. “Ambos eligieron muy mal, igual que yo”, precisa.

-¿Cómo se las arregla para vivir con una pensión básica?

-Ese es mi drama. Tengo la pensión del gobierno, que son 200 lucas. Hace más de un mes se murió el dueño de la casa que arriendo, él me cobraba 250 mil de arriendo más la luz y el agua. Mi hijo que vivía conmigo no quería pagar ninguna de esas cuentas. Yo en la junta de vecinos de Bucalemu con Torres del Paine me hago una platita haciendo aseo. Me pagan 40 lucas al mes. Hace poco vino la señora que me quería subir el arriendo, ¿de dónde sacaré más plata? Hace años que no voy al supermercado, voy a pedir verduras a la feria y recojo latas para vender.

Hilda Cuevas afirma haber sufrido humillaciones en la feria.

“Si yo tuviera, no andaría humillándome. Yo les digo que ellos no saben el día de mañana cómo van a estar, qué tanto una papa, un poco de cilantro, un tomate que no dura nada, una lechuga, qué tanto. Pero la gente está tan egoísta que no se pone un minuto en el lugar de uno. A veces me da rabia y ganas de llorar, si una tuviera no andaría limosneando, pero ¿qué más puedo hacer?

Para ella, recibir el apoyo del Programa de Atención Domiciliaria Adulto Mayor (PADAM) del Hogar de Cristo ha sido una salvación.

“Me encanta hablar con ellas, generalmente voy los jueves a pelusear por allá. Las desordeno un poco. Hacen una labor muy linda porque somos muchos los viejos que apenas podemos subsistir”.

GRADUACIÓN CON JUMPER

Hilda cuenta que el año pasado, la invitaron de la Municipalidad de Renca a participar en el Plan Nacional de Alfabetización “Contigo aprendo”. A la fecha actual, 1.200 personas que tienen 60 años y más, participan en este plan que permite a quienes no completaron su enseñanza básica, poder hacerlo.

Además, según cifras del Ministerio de Educación, 4.532 personas mayores de 60 años se encuentran actualmente estudiando en modalidad regular y flexible para terminar su escolaridad.

“Yo conozco a mucha gente de la Muni y de la Corporación, y ellos me insistieron en que estudiara para poder optar a trabajos mejores”, dice.

“Yo les dije si estaban locos, ¿cómo iba a estudiar con mi cabeza de pollo? Pues me inscribieron igual y después me llamaron. Tuve clases viernes y sábado todo el día y terminé mi básica. El 7 de enero nos graduamos”, cuenta orgullosa.

El relato no acaba ahí. “Estaba complicada con qué ponerme y muérase de la risa que fui con jumper, corbata azul, camisa y calcetas blancas. Yo llamé a la profe y le dije no sé con qué ropa ir, me da lata ir a comprar, tengo un uniforme, ¿voy así? Le pregunté y ella me dijo ¡ya, poh!”.

A Hilda Cuevas se la disputaron en el día de su graduación de básica para tomarse fotos con autoridades locales y compañeros.

Cuenta que cuando llegó, todo el mundo se quedó mirándola con sorpresa.

“A todos les corrían las lágrimas y me rogaban para sacarse fotos conmigo”.

Ahora dice que tiene dos diplomas a falta de uno. “Lo pasé muy bien, porque yo llevaba termo cuando hacía mucho frío y las otras llevaban pancito. Éramos seis y quedamos tres para continuar este año: Lili, Ángela y yo”.

Entre las anécdotas de su reciente etapa estudiantil cuenta de una joven alumna que cada vez que había clases, se ponía a hablar en su celular y la profesora no se atrevía a decirle nada.

“Es que la joven era muy achorada, pero yo no tengo pelos en la lengua y un día le paré los carros. Le dije que en la clase ella tenía que apagar su celular”, recuerda.

Este año, planeaba continuar con la enseñanza media, pero no le gustó para nada el nuevo colegio.

“Era un lugar muy asqueroso. Nos amontonaron a todos en una sala, con gente que iba por primera vez. Una hora esperando hasta que apareció una profesora a darnos clase y eran cosas que nosotras ya habíamos pasado. Nosotras estábamos para aprender enseñanza media, no básica. Nos fuimos”.

ABOGADA CONTRA LA INJUSTICIA

Después volvieron a llamarla para ofrecerles estudiar en el sector de Huamachuco, pero el horario no le acomodó: de lunes a viernes, de siete de la tarde a 10 de la noche.

“Era muy tarde. No puedo andar tomando micro a esa hora. He postergado todo para el próximo año. Yo quiero seguir, quiero terminar la media. Cuando me gradué había una señora de 70 años que quería entrar a la universidad. ¿Por qué yo no? ¿Sabe cuál es mi meta? Quiero ser abogada. Se me puso esa idea en la cabeza”.

-¿Por qué abogada?

-Es que veo mucha injusticia y no la aguanto. Pase donde pase, siempre reclamo. A los escolares que usan los asientos de adultos mayores en los buses, les digo que cedan el asiento. Sobre todo si es a un adulto mayor. Me gustan las cosas derechas, por eso quiero ser abogada. Tengo vozarrón y personalidad, yo nunca he hablado despacito, ni con miedo, me gusta decir las cosas de frente.

Hilda exhibe orgullosa su diploma entregado por el Ministerio de Educación.

Hilda ya tiene claro qué haría con los delincuentes: los pondría a trabajar. “En las cárceles están todos hacinados y mal alimentados. ¿Por qué no los mandan a trabajar para que se ganen la comida? Le sacan plata al Estado como malos de la cabeza. Los indultan y siguen en la misma. A los que violan yo los mataría. Si no tienen piedad con los niños, con la gente, por qué hay que tenerles piedad”.

Lo que sí lamenta es que su hijo mayor haya solo estudiado hasta octavo básico, porque no quiso seguir. Y el menor, que sí terminó la enseñanza media, quería ser de la PDI, pero a ella el dinero no le alcanzó para costearlo. “Yo fui madre y padre, debían celebrarme ambas fechas, pero ni los veo”.

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