El año pasado su hablar era absolutamente incoherente, cuando aún podía enfrentarse a la violencia y a la precariedad de la calle. Hoy es capaz de recordar y contar retazos de su historia, pero el asma lo ahoga. Está limpio, afeitado, bien vestido. Ya no parece un empobrecido viejito pascuero y se ríe cuando le celebramos lo guapo que luce. Superó una casi segura muerte por hipotermia en lo peor de los temporales de junio y la consecuente neumonía que le sobrevino, pero la calle lo llama y, sin duda, en su condición, puede matarlo.
Por Ximena Torres Cautivo
21 Julio 2024 a las 21:49
Tiene 68 años, pero la calle, donde vive desde los 12, le ha sumado muchos más. Manuel Fredes llegó sólo hasta sexto año básico. Fue derivado a la Ciudad del Niño –él habla de “colocación familiar”–, porque su padre era alcohólico y su mamá tenía graves problemas pulmonares a causa del tabaco. Tiene una hermana de la que poco sabe y un hijo al que no ve y le cuesta recodar que es abuelo de un nieto al que casi no conoce y poco recuerda.
De sus padres ha heredado ambos males. El consumo problemático de alcohol lo llevó al de pasta base y a vivir en condiciones de precariedad extrema. Como dice la jefa de la Casa de Acogida Josse Van der Rest en Estación Central, la trabajadora social Gabriela Gómez:
-El suyo en un caso de calle dura, de dormir debajo de los camiones en el Mercado Lo Valledor, calentándose con sus perros. Nosotros lo teníamos como participante de nuestra Ruta de Calle, lo ubicábamos. Llegó hasta acá en lo peor de los temporales de junio. Andaba en silla de ruedas y estaba todo mojado. Fue Miguel Sepúlveda, de la Pastoral, quien me avisó que había que abrirle la puerta, porque si no se moriría ahí mismo, de hipotermia.
El urgente aviso de Miguel recuerda el sentimiento del sacerdote Alberto Hurtado, cuando el 18 de octubre de 1944 se encontró con un hombre muy pobre aterido de frío durmiendo en el zaguán de una casa. Estaba afiebrado y enfermo. Ese encuentro fue clave en la fundación del Hogar de Cristo, “una casa para los pobres” y “el milagro cotidiano” que elevó a la condición de santo al sacerdote en octubre de 2005. A ocho décadas de su fundación, las que se celebran oficialmente cada 18 de octubre, la fundación sigue abordado la situación de calle con una mirada mucho más integral, manteniendo la asistencia para evitar muertes.
Como dice el director ejecutivo del Hogar de Cristo Juan Cristóbal Romero: “No es posible esperar un futuro sin pobreza cuando más de cien millones de personas en el mundo enfrentan la situación de calle”.
En Chile, según datos entregados por el gobierno, el número de personas viviendo en calle aumentó 37% en los últimos 5 años”. Y aunque las cifras no son del todo exactas, lo que mejorará cuando se conozcan los resultados del Censo aún en desarrollo, habría 40 mil personas viviendo literalmente a la intemperie en Chile. Hombre, pero también mujeres y cada vez más niños.
Con el ojo aguzado tras años de trabajar “con los viejos”, como dice cariñosamente, Gabriela, la jefa de la Casa Josse Van der Rest, lo vio mal esa noche.
-Lo acogimos. Se acostó seco y calentito, pero no me equivoqué; no llevaba un día aquí cuando tuvo que venir de urgencia la ambulancia. Estuvo dos semanas en Indisa, donde logró superar la neumonía. Ahora lo tenemos en engorda, porque está muy flaco, muy frágil. Manuel además tiene un EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) muy complejo. Se ahoga, se cansa, se queda sin aliento.
Pese a todos sus males, literalmente, en términos físicos, hoy es otro.
Aseado, afeitado, con el pelo corto, sin su barba de viejo Pascuero, parece otro Manuel.
Un renacido, un guapo, como lo celebramos, mirando las fotos que le hicimos en 2023, cuando lo conocimos en el Mercado Lo Valledor. Él se ríe. Reconoce que no se reconoce.
Nosotros a Manuel lo encontramos en una Ruta Calle en 2023. Era yunta eterno de Víctor Retamales, un ex futbolista, el que, asegura, murió. Ambos dormían en los alrededores del mercado Lo Valledor, el recinto privado de comercio hortofrutícola más grande de Chile, en la comuna Pedro Aguirre Cerda.
Sobrevivían esperando a los camiones que llegan durante la noche cargados de diversos productos desde distintos puntos del país. Trabajaban en lo que saliera: cortar zapallo, descargar el carbón, lo que fuera. Hoy Manuel asegura que toda su vida fue “ambulante. Comerciante ambulante”.
Carmen Bernal, técnico social del Hogar de Cristo desde hace 27 años, llegaba a verlos cada semana. Ella los ha llevado al doctor e incluso a los dos los acompañó en todo el proceso para tramitar sus respectivas pensiones.
“Manuel lo había intentado varias veces, pero dice que nunca lo atendían, que esperaba y esperaba, y no pasaba nada. Él se me acercó un día a pedirme ayuda, pero no ha sido nada fácil. Quedábamos un día para venir a buscarlo, llevarlo al programa a ducharse y cambiarse de ropa. Pero resulta que yo llegaba y él no estaba, me decían que debía andar en lo del zapallo, en lo del carbón y me daba vueltas por todos lados”, nos contó entonces Carmen, dueña de una vocación y paciencia infinitas.
Lleva 20 años dedicada a trabajar en la línea calle de la fundación y sabe que jamás debe reprocharles ni recriminarles nada. “Si no los encuentro, no los reto ni les digo que me hicieron perder el tiempo. Sólo les preguntó qué les pasó. Por eso tengo muy buena llegada con ellos. Hay veces que salgo a la ruta y no encuentro a ninguno, otras veces los encuentro a todos”, cuenta de sus recorridos por Pedro Aguirre Cerda, la comuna donde vivían el año pasado Manuel y Víctor.
Hoy Manuel está convaleciendo de su neumonía, dice que ya no tiene amigos aquí, pero que le gusta estar en este lugar. Cuidado, limpio, afeitado, aunque no se relaciona con nadie. La calle lo llama, pero el cuerpo frágil ya no lo acompaña. Sabe que debe permanecer aquí. Y cuando le preguntamos si tiene algún sueño, algo que desee lograr, dice que quisiera andar en la calle y tener un inhalador a mano siempre, porque se ahoga.
Gabriela Gómez piensa que pronto Manuel se volverá oxígeno-dependiente, y que esa condición ya no le permitirá seguir en la casa Josse Van der Rest.
-Ahí habrá que derivarlo a una residencia de larga estadía, donde prácticamente no hay cupos. Las listas de espera son eternas. Si el Senama apenas logra atender a cerca del 3 por ciento de los que deberían tener apoyo domiciliario, ¡imagina la brecha en materia de residencias!
Carmen Bernal, por su parte, quien logró ingresar al amigo de Manuel, a Víctor, en una casa de acogida cercana a la Josse Van der Rest en Estación Centra para que capeara los fríos gélidos de este invierno, ahora planea cómo hacer que se visiten, ya que ambos están muy solitarios.
“Manuel es muy especial. Tiene una hermana en San Bernardo y un tiempo vivió con ella. Tiene un hijo, además. Una vez Víctor me regaló un enorme trozo de zapallo, no me gusta recibirlos porque es su medio de vida, pero finalmente accedí y me lo llevé a la hospedería del Hogar. A la semana siguiente, me tenía medio saco de cebolla morada para regalarme, le agradecí mucho pero no lo acepté. Yo les explico que esas cosas son su sustento, y que mi trabajo es ayudarles”, nos dijo el año pasado el hada madrina de Manuel, Carmen Bernal.
Ahora, su protegido está realmente protegido y, aunque en apariencia luce como un hombre nuevo, la calle le ha robado vida y esa pérdida es irreversible.