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La erradicación de la pobreza:

Es un desafío de segundo o tercer orden

Juan Cristóbal Romero, el director ejecutivo del Hogar de Cristo, dice que la pobreza "no es un tema país (...) frente a otros temas que concitan el interés público". También alerta sobre los efectos de la desescolarización y del aumento de la población de adultos mayores. Reproducimos aquí la entrevista hecha por la periodista Lorena Flores para La Segunda.

Loreto Flores/ Fotografías: Marcelo Hernández para Atton

20 Agosto 2024 a las 21:41

Más de la mitad de la vida de Juan Cristóbal Romero (50), poeta, escritor, ingeniero civil de la UC y magíster en Administración Pública de la Universidad de Harvard, ha estado ligada al Hogar de Cristo; desde hace una década como director ejecutivo y, anteriormente, como gerente general del Fondo Esperanza durante 14 años.

A la obra de San Alberto Hurtado ingresó luego de titularse en 1998, buscando realizar servicio social entusiasmado por la campaña “2000 mediaguas para el 2000”. “Una vez terminada la universidad, me acerqué a Benito Baranda y me propuso trabajar en la coordinación del voluntariado”, afirma Romero. Ese fue su primer trabajo y en el único que ha estado hasta ahora. “Me enamoré de la obra. Al año siguiente nos fuimos con mi señora a Chiloé a trabajar para el Hogar de Cristo”, recuerda.

Allí, en la isla, nació la primera de sus cuatro hijos: Este poeta, que también toca piano y pintó con óleo en sus años de estudiante, ha publicado 18 libros y ha sido galardonado con el Premio Municipal de Literatura de Santiago (en 2009) y el Pablo Neruda de Poesía Joven (2013), entre otros.

“Para mi abuela materna, los poetas eran ángeles caídos en desgracia que tenían una connotación cultural, en el caso chileno, muy importante, con (Pablo) Neruda, (Gabriela) Mistral, (Vicente) Huidobro y (Pablo) De Rokha, eran personajes admirados y por tanto no hubo resistencia familiar en el momento que declaré interés por escribir. Mi abuela, en particular, me corregía mis primeros intentos”, afirma. A estudiar Ingeniería Civil llegó por mímesis. “Mi abuelo paterno es ingeniero civil de la Universidad Católica, y mi papá también. Mi hija estudia ingeniería. Cuarta generación”, sostiene.

Romero nos recibe en su austera oficina del Hogar de Cristo. Está en un segundo piso, mientras afuera una fuerte lluvia golpea los techos y la temperatura es baja.

“227 mil niños están fuera del sistema escolar”

—El Hogar de Cristo cumple 80 años en octubre. ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta?

—Estamos en plena revisión de estos 80 años, volviendo a revivir cuáles son esos principios en los cuales se creó. Estamos viviendo fenómenos bien parecidos a los que justificaron su creación, guardando las perspectivas. Se creó en 1944, todavía el país no se recuperaba de la gran depresión. Y lo que se estaba viviendo eran procesos migratorios internos y se estaban creando las poblaciones callampas.

“Había una crisis profunda de viviendas, campamentos, marginalidad y una pobreza infantil que se manifestó y que hizo que Alberto Hurtado buscara soluciones fuera, supimos que fue a Estados Unidos, por ejemplo. Hoy, Chile está viviendo una crisis migratoria y de vivienda con consecuencias que se están gestando. Esos son elementos comunes. Le agregaría la desescolarización, que es una preocupación grande, con 227 mil niños y jóvenes que están fuera del sistema escolar. Es una brutalidad, una generación completa que no fue al colegio”.

—Al mirar la cifra de pobreza en Chile, medida por ingresos, llega a 6,5% de la población. ¿Cómo es la pobreza actual?

—Bajó la pobreza, pero básicamente por los aportes económicos del Estado, los ingresos autónomos disminuyeron; el empuje fue por el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) que no es una política sostenible. En el momento que el IFE deja de entregarse y no habiendo una reactivación (económica) esperada, es muy probable que se manifieste la pobreza de una manera muy distinta. La pobreza multidimensional también nos debería preocupar y se define como carencia, en cinco dimensiones: educación; vivienda y entorno; salud; trabajo, redes y cohesión social. Los niveles de pobreza son muy superiores, las personas que tienen carencias en más de una de estas dimensiones están en torno al 16%.

Pasamos de las poblaciones callampa a los campamentos. Juan Cristóbal Romero habla de cómo era la crisis de la vivienda en los años 50 versus la del tiempo presente en su revisión de cómo va la erradicación de la pobreza en Chile.

—El mes pasado fue invitado a la ONU para hablar sobre cómo evoluciona el primero de sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): terminar con la pobreza. ¿Cree posible alcanzarlo?

—No, para el 2030 de ninguna manera. Tengo la impresión de que tenemos cinco años para descubrir cómo avanzar, con eso me conformo, eso sería un gran salto, si el país descubriera métodos que apuntaran a la superación de la pobreza en ámbitos como vivienda, educación y sobre todo el cuidado de las personas mayores. Entiendo que sólo un 15% del total de los objetivos han avanzado y el resto ha estado estancado e incluso retrocedido, En el caso de Chile, en 2023 pasamos del lugar 30 al 32. Parte de la falta de cumplimiento es porque no es un tema que concite el interés político, económico, social y académico.
Mirado desde esa perspectiva, no soy muy optimista de que en lo inmediato podamos avanzar. ¿Cómo hacerlo? Como Hogar de Cristo hemos experimentado soluciones que están cambiando la vida de las personas y eso es lo que me genera confianza y optimismo.

—La sensación es que existen soluciones posibles, con resultados concretos, pero que no se ponen en práctica de manera masiva.

—Tengo la impresión de que hoy la pobreza no es un tema país. La erradicación de la pobreza no es un desafío país, es de segundo o de tercer orden, frente a otros temas que concitan el interés público. El tema de la desescolarización es una especie de cáncer social que va a tener consecuencias extraordinarias. Me falta una reflexión permanente, consistente. Se creó una modalidad para la reescolarización y está parado en el Senado hace cuatro años. La urgencia de la desescolarización no es suficiente como para que concite el interés del Congreso, tampoco del Ministerio de Educación.

“Modelo de educación que no es atractivo”

—En 2023 los estudiantes desvinculados del sistema escolar llegaron a más de 50 mil. ¿Cómo analiza desde «Súmate», el programa del Hogar de Cristo que trabaja con jóvenes que dejan la escuela, este fenómeno? Antes tenían listas de espera y el año pasado no alcanzaron a llenar los cupos.

—La pandemia fue un terremoto para la educación. Hubo una falta de valorización de la educación como el trampolín para el desarrollo personal y la consecuencia es que, tanto las familias como los jóvenes, no confían en la educación como un camino de superación, eso es lo que está pasando. Los modelos tradicionales no están dando solución a los intereses. Un joven dice “¿qué saco con cuarto medio?”, En octavo básico o primero medio dejan el colegio y se ponen a trabajar, porque las oportunidades que tienen, buenas o malas, mirada desde la perspectiva país, son alternativas que justifican salir del sistema escolar.

—Según un estudio de Acción Educar, en abril de este año los casos de ausentismo escolar grave llegaron a más de 676 mil alumnos, si se compara con el mismo mes de 2019, el aumento es un 48,3 %.

— Eso justifica aún más la necesidad de desarrollar un modelo alternativo que permita a los jóvenes reencantarse con la educación.

Alumnos de Fundación Súmate protestando frente a la Casa de Bello, porque nadie los considera. Para la erradicación de la pobreza, conseguir la inclusión educativa es clave.

—¿Cómo se logra transmitir la importancia de asistir a clases?

—El modelo de «Súmate» es lo que se llama segunda oportunidad, son escuelas que tienen modalidad de dos años en uno, principalmente para enseñanza media. Son jóvenes que han desaprendido los hábitos básicos de estudio y requieren clases personalizadas. Hay dos profesores por aula, con 20 alumnos máximo, con un profesor que hace la clase y otro que circula, acompañando, porque son jóvenes que tienen baja tolerancia a la frustración. A través de cursos paralelos técnicos, se busca un oficio en electricidad, gasfitería, también en temas digitales, con un componente importante en temas artísticos como música, pintura y deportes.

“Todo esto hace que esté funcionando, pero no existe como modelo estándar en Chile. Solamente tres escuelas de «Súmate» lo están desarrollando. Hoy está costando trescientos mil pesos por joven y sólo recibimos 80 mil. También tenemos 17 aulas de reingreso, que es la manera como queremos crecer y llevar este modelo, pero a colegios existentes, donde «Súmate» se hace responsable de una sala y asesora y acompaña a los profesores. Es relativamente barato, se aprovecha la infraestructura existente y funciona en el mismo horario del colegio”.

—¿ Qué importancia le otorga a la inversión y el crecimiento económico para superar la pobreza?

—Tengo la impresión de que estamos desaprovechando muchas capacidades. Jóvenes que están desescolarizados son una pérdida para el país. En general, la pobreza es una pérdida de capacidad y recursos. La trampa de la pobreza es que generalmente trabaja una sola persona de la familia, porque el otro está al cuidado de los niños y de los adultos mayores. Si tú liberas a esa persona del cuidado, estás generando la posibilidad de que dos personas trabajen. Creo plenamente que la inversión en pobreza y cuidado de personas que viven en pobreza puede ser un aporte al PIB.

Quién nos cuidará en la vejez es una pregunta central dada la actual realidad demográfica de Chile.

—La tasa de natalidad bajó a niveles históricos, llegando a 1,3 hijos por mujer. ¿Qué desafíos nos impone esta realidad?

—La crisis que vivió Sename, hoy Mejor Niñez, la vamos a vivir muy prontamente en el ámbito de las personas mayores, debido al aumento de esa población y porque vamos a ir sincerando la realidad en que viven. Hay señales de que las condiciones en que viven son indignas y van a requerir una política y preocupación más sistemática.

“Tenemos 180 convenios y sólo dos fueron anulados”.

Necesidad de transparencia

—En Chile, las personas en situación de calle aumentaron en 37% en los últimos cinco años. ¿Cómo se soluciona esto?

—Hace cinco años no creía que la calle podía tener solución, creía que era básicamente mitigar el dolor, disminuir el control de daños.

—¿ Qué cambió?

—Cambió el foco. Tenemos un modelo nuevo que se llama “Vivienda primero”, que se desarrolló en EE.UU., donde contra intuitivamente ponía la vivienda como la primera solución que requería una persona en situación de calle. Es básicamente un reflejo de lo que la sociología nos decía hace tiempo: que la seguridad es lo primero y después viene el resto de las necesidades. La vivienda permite activar una serie de capacidades en las personas. Hoy, 700 personas sobre 50 años están en una vivienda con programas del Estado y los resultados son extraordinarios: 99% de adherencia al programa, 30% ha generado ingresos propios, 70% disminuyó su consumo de alcohol y drogas.

“Son resultados concretos que no se ven, pero cuando vas caso a caso, son personas que no parecen haber transitado por la calle. Estamos ahora con un proyecto de generar viviendas, de construir pequeños condominios, viviendas sociales, porque descubrimos que la vivienda es lo básico. En 80 viviendas en Santiago, Valparaíso y Osorno, atendemos 112 personas y los resultados han sido extraordinarios, es un programa que está siendo apoyado por los ministerios de Vivienda y Desarrollo Social. Es una política que puede ser escalable, el costo es comparable a mantener 24/7 una hospedería y podría ser una solución para integrar a una parte importante de las personas en situación de calle. El problema de calle es de vivienda, son personas que no pueden acceder a una”.

—En junio del año pasado estalló el caso Convenios, ¿qué tanto los golpeó?

—Otro de los milagros del Padre Hurtado, no hubo ningún tipo de efecto. Tenemos 180 convenios y sólo dos fueron anulados por una gobernación. En general, no hubo quiebre en la confianza.

—La última encuesta CEP muestra que la percepción de corrupción generalizada ha subido en 10 años del 50% al 70%, lo que impacta en la legitimidad de instituciones y autoridades. ¿Cómo han enfrentado esta realidad?

—Lo más importante es la transparencia. En 2013 firmamos un convenio con el Consejo para la Transparencia y este año uno con Chile Transparente. Lo segundo tiene que ver con la comunicación a los socios y ahí redoblamos los esfuerzos. Internamente, tenemos una gestión basada en el cumplimiento, metas claras, una auditoría interna que no depende de mí. Tenemos comités legales, de auditoría y de cumplimiento, que dependen del directorio, que dedican parte importante de su vida a la dirección del Hogar de Cristo, incorporando buenas prácticas del mundo privado.

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