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Paul Vohringer Cardenas: “El más pobre es la persona con patología mental en calle; son dos veces pobres”

25 Septiembre 2017 a las 18:01

Cuando Paul recorría los pasillos del Hogar de Cristo, descubrió el estrecho vínculo que guarda la pobreza y las patologías mentales. Algo tuvo que surgir en ese momento. Era bien joven, tenía solo 24 años y hasta entonces había querido ser cardiólogo. La decisión final la tomó en séptimo año de medicina, después de una rotación electiva en el Hospital Barros Luco.  “Ahí me di cuenta de que quería tratar el corazón pero desde otra vertiente, la emocional, no sólo el musculo”.

Por Matías Concha

Hoy es un destacado psiquiatra y docente de la Universidad de Chile. Su tiempo lo divide entre la atención en el Hospital Clínico de la Universidad, la docencia de nuevos internos en psiquiatría y la investigación científica. Tiene variados intereses de estudio, pero es experto en trastornos de ánimo, como la depresión y la bipolaridad.

“Me acuerdo que cuando llegué al Hospital Psiquiátrico existían cupos exclusivos para pacientes crónicos, entonces las familias los traían y se desentendían. La gente quedaba abandonada. Aún hay pacientes que llevan 30,40 años asilados”.

-¿Tener problemas de salud mental hace más riesgosa la vulnerabilidad social?

-Es una asociación bidireccional porque es factor de riesgo y también de causa. El porcentaje de violencia intrafamiliar, de abuso sexual, de negligencia infantil, es mayor en estratos socio económicos bajos, y eso produce mayor posibilidad de patologías mentales. Por otro lado, el enfermarse de salud mental, hace más riesgosa la vulnerabilidad social.

-¿Hay una deuda país en torno a la salud mental?

-Absolutamente, las patologías neuropsiquiátricas producen un 38% de toda la pérdida de la productividad del país, muchísimo más que las cardiopatías, más que el cáncer, que las enfermedades infecciosas, que cualquiera. Entonces, es absolutamente irrisorio que no nos hagamos cargo de que el área con más impacto en la calidad y productividad de la población sea la que tiene menos expresión,  por lo menos en presupuesto.

-¿Qué porcentaje del presupuesto anual en salud es destinado a salud mental?

-Cuando Chile entró a la OCDE prometió que iba a aumentar progresivamente su presupuesto destinado a salud mental. La idea era llegar a un 7%… lo que más hemos tenido ha sido un 4% y después volvió a bajar. Hoy estamos en poco más de 2%.

-¿Por qué no le damos la importancia que merece?

Hay una cosa un poco cultural. El chileno es bastante disociado, como cultura. Tú y yo comprendemos claramente cuando alguien dice: “Esta persona esta de patio”, porque antes, si tú ibas a las casas de la zona céntrica de Santiago, las antiguas, se recluía a las personas con problemas mentales en el patio posterior, donde las visitas no pudieran verlos.

-Les quitaban su derecho a vivir en comunidad.

-Exacto, no hace tanto vivían totalmente excluidos de la vida comunitaria. Por ejemplo, antes Santiago llegaba hasta el río Mapocho, luego venía La Chimba y después el Cementerio General, resulta que ahí pegadita estaba la Casa de Orates, lo que es ahora el Hospital Siquiátrico, bien lejos, bien a la periferia. Siempre ha habido una intención de esconder, de excluir a las personas con patologías mentales, extramuros,  afuera.

-¿Es posible la reinserción social?

-Por supuesto, hoy día hay tratamientos que permiten a las personas estabilizarse en términos sintomáticos. Me acuerdo que cuando llegué al Hospital Siquiátrico existían cupos exclusivos para pacientes crónicos, entonces las familias los traían y aquí se quedaban. Hoy esos cupos se cerraron, ahora entra un paciente a estabilizarse en unidades de corta estadía, reciben tratamiento y rápidamente son reintegrados a alguna institución intermedia, como hogares protegidos, residencias. La idea es que no queden asilados.

-¿Cómo es vivir en calle y tener además una discapacidad mental?

-Está muy comprobado que la pobreza es una condición que expone a vulnerabilidades sociales que afectan la salud mental desde el vientre. Probablemente, el más pobre entre los pobres es la persona con patología mental en situación de calle; son como dos veces pobres. Y  muchos se espantan, la gente les tiene miedo.

-¿Y qué se le puede decir a los que prefieren cruzar la calle?

-Que se acerquen, ellos tienen cifras de violencia iguales o menores que la población general. Es un mito eso de que “son más violentos”. Para nada, son puros prejuicios. Si te acercas, ellos van a recibir la ayuda igual que cualquier ser humano.

-Hay mucho prejuicio en torno a la salud mental…

-Uno de los problemas más graves es el estigma que conlleva en términos sociales, en Chile nadie puede decir que tiene depresión o que tiró licencia por una patología mental. Esta toda esa cosa peyorativa en el lenguaje común: “estás de psiquiátrico”. Por eso, es importante visibilizar el tema, para cortarla con el miedo. En ese sentido, Rostros Nuevos encarna profundamente el valor del Hogar de Cristo.

-¿Y por dónde empieza el cambio?

-Los cambios culturales reales parten desde la base, desde los niños. Ellos no tienen estigma, el estigma los ponemos nosotros. Cuando viví en Estados Unidos, en el colegio de mi hijo nadie ocupaba la palabra gay peyorativamente. Llegamos acá y a los dos meses escuché como a otro niño le gritaban “Juanito es gay”… Apenas volvimos nos topamos con una cultura, homofóbica. Por eso, la psicoeducación hay que partirla desde abajo, con los niños. Yo incluiría en los colegios cursos de salud mental, de auto cuidado, de protección.

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