Main Donate Form

$ 0

Los pies cuentan historias:

El propósito de Sonia

Sonia Benítez Montero tiene 52 años y una historia de vida que podría ser un guion de película. Con su vocación y entrega, ha transformado lo cotidiano en una misión de impacto: cuidar los pies de personas con discapacidad mental severa, muchas de ellas abandonadas por sus familias.

Por Matías Concha P.

29 Noviembre 2024 a las 17:26

Sonia nació en Chulucanas, un pequeño distrito de Piura, en Perú. Llegó a Chile hace dos décadas buscando una vida diferente. Lo que no sabía es que aquí encontraría mucho más: un propósito. Desde hace dos años, dedica su tiempo a cuidar los pies de personas con discapacidad mental, muchas de ellas abandonadas por sus familias y acogidas en el Hogar de Cristo.

“Es devolver a las personas algo tan básico como caminar sin dolor”, explica Sonia Benítez Montero, mientras ajusta su kit de podología con precisión. Para ella, el voluntariado en el programa de discapacidad mental del Hogar de Cristo no es solo un acto de servicio, sino también un aprendizaje constante. “Uno cree que viene a ayudar, pero termina aprendiendo de ellos. Te enseñan paciencia, empatía y te recuerdan lo importante que es estar presente. Al final, esto llena el corazón de una forma que no se puede explicar, aunque suene cliché”.

LO QUE CHILE ME HA DADO

La rutina de Sonia comienza temprano. Desde su casa en Santiago Centro toma el metro hasta La Cisterna, luego una micro y finalmente un colectivo que la deja en el Centro de Acogida Residencial San Luis Gonzaga, en La Granja. “El trayecto es largo, pero no lo siento pesado. Cada vez que llego, sé que estoy donde debo estar”.

¿Cómo te reciben?

–A veces no me dicen nada, solo me miran o sonríen, y eso es suficiente. Sé que valoran lo que hago, y eso me llena.

El Centro San Luis Gonzaga en La Granja pasa inadvertido, sin logos ni letreros visibles, una elección deliberada para proteger a sus 45 residentes del prejuicio y la discriminación. Aquí, hombres y mujeres de entre 23 y 70 años reciben cuidados integrales y refugio de un mundo que a menudo los ha marginado. Sonia lo sabe bien, y por eso su trabajo va más allá del cuidado físico.

“Esto no es solo cortar uñas. Es mirar a alguien que ha sido rechazado y hacerle sentir que todavía importa. No necesitas palabras, basta con estar… Muchos, han sido botados por sus familias o vivieron en la calle, sin tratamiento o alguien que los entendiera”, afirma.

¿Por qué te hiciste voluntaria?

–Crecí en una familia numerosa y humilde. Éramos como 8 hermanos y vivíamos en un entorno donde la ayuda mutua no era una opción, sino una forma de vida. Mi abuela siempre tenía comida para los peregrinos que pasaban por nuestra casa, aunque fuera poco. Mi papá, cuando veía a alguien enfermo en el pueblo, lo llevaba al médico o lo cuidaba en nuestra casa. Así crecí, viendo eso como algo normal.

Sonia inició su voluntariado en Perú, mucho antes de llegar a Chile. “Todo comenzó en un hogar de ancianos. Era un lugar de religiosas y hacíamos de todo: limpieza, llevarlos al comedor, ayudarlos a comer. Pero sentía que faltaba algo más. Aquí, aunque el trabajo es distinto, siento que es un servicio más integral. Ellos no solo necesitan ayuda física, también necesitan sentir que alguien está ahí para ellos”.

Con el tiempo, Sonia decidió buscar nuevas oportunidades fuera de Perú. Vivió en Argentina durante tres años, pero su verdadero destino la esperaba en Chile. “Chile me dio todo: un lugar para crecer, para trabajar, para estudiar. Por eso, lo que hago ahora también es una forma de devolver lo que este país me ha dado”, reflexiona.

LOS PIES CUENTAN HISTORIAS

Los pies, aunque muchas veces descuidados, son clave para la calidad de vida de los residentes de Hogar de Cristo. Sonia entiende esta importancia desde su experiencia y lo expresa con claridad. “A veces sus pies cuentan una historia de abandono, de caminos difíciles. Lo que hago no es solo aliviarles el dolor, es mostrarles que importan. Es cuidado, es dignidad. Literalmente, los pies son una base. Si no puedes caminar bien, todo lo demás se complica: el ánimo, la independencia, incluso la forma en que te relacionas con los demás.

Esa conexión entre el cuidado físico y la dignidad humana se vuelve aún más significativa cuando se enfrentan las cifras: en Chile, la cobertura de hospitales, residencias y centros diurnos para personas con discapacidad mental alcanza solo 30.859 casos, dejando fuera a más del 92% de quienes los necesitan. Para Sonia, esta realidad no es un número frío, es algo que se refleja en cada residente al que ayuda.

–-¿Cómo marca la vida el ser voluntario?

–Recuerdo a una señora que apenas podía caminar por el dolor. Después de ayudarla con sus pies, me dijo: “Ahora siento que puedo moverme”. Eso me hizo pensar en cuánto significa lo que hacemos. Para ellos no es algo pequeño, es un cambio en su vida.

MIRA EN ESTE VIDEO A SONIA Y A OTROS EJEMPLOS DE VOLUNTARIADO:

 

 

 

 

 

Cerrar
tienda