La historia de Manuel, Sergio y Octavio
Los logros de estos tres hombres, en el frenesí noticioso diario, pasan inadvertidas. Pero sus testimonios, marcados por la perseverancia y el apoyo comunitario, revelan que la esperanza es una herramienta poderosa. En un Chile donde más de 40 mil personas viven en situación de calle, cada caso de este trío demuestra que es posible desafiar las estadísticas y alcanzar un sueño compartido: Un techo digno.
Por Matías Concha P.
14 Enero 2025 a las 19:54
Con 82 años y una década al alero del Hogar de Cristo en Linares, Octavio Bustamante sabe lo que significa perderlo todo y reconstruirse desde las cenizas. Durante cinco años, su hogar fue un potrero en Linares, donde un árbol le ofrecía el único techo que tenía. “Llegué ahí porque una nieta y un nieto me humillaron. Decidí irme porque no podía más. Ahí empezó todo, sin un techo digno la vida se hace muy difícil”, confiesa, con voz quebrada.
-No quería hacerlo. Me costó decidirme, pero estaba tan cansado, solo quería descansar.
Verónica Toro, jefa de la Hospedería del Hogar de Cristo en Linares, recuerda con emoción el momento en que Octavio llegó al Hogar de Cristo: “Fue un día de verano, si no me equivoco fue un enero, y llegó aquí prácticamente pidiendo auxilio. Llevaba durmiendo tres meses debajo de un árbol, en una colchoneta, en un potrero. Me dijo: ‘Necesito descansar’. Solo fue eso, y nosotros le abrimos las puertas”.
Hoy, con el subsidio de arriendo aprobado, reconoce que el mayor cambio será recuperar su independencia. “Nunca pensé que me emocionaría tanto pensar que podré cocinar en mi propia cocina”, dice. Pero no olvida. “Voy a extrañar a las tías del Hogar y a la tía Abigail, de la ONG Alta Tierra, de verdad. Me salvaron la vida”.
Abigail Figueroa, trabajadora social del programa Calle de la ONG Alta Tierra, señala: “Cuando trabajas con adultos mayores, muchas veces crees que están incapacitados para ciertas tareas. Pero Octavio demostró todo lo contrario. Su motivación fue clave. Él se encargó de sus propios trámites. Preguntaba, se movía. Nosotros lo apoyamos, claro, pero él era el motor principal”.
Para Abigail, el día en que se confirmó el subsidio, también fue inolvidable. “Terminamos el programa justo cuando nos llegó la noticia. Fue muy bonito verlo feliz. Sentir que todo el esfuerzo valió la pena. Ahora él está buscando dónde instalarse, eligiendo su espacio con calma. Es un proceso precioso”.
LA VIDA ME DIJO: “BASTA”
En otro rincón de la misma ciudad, Sergio Reyes, un hombre de pocas palabras pero de profunda determinación, recuerda los años que pasó trabajando en las calles lavando autos. “La calle enseña, pero te quita más de lo que da. Te hace fuerte, sí, pero te desgasta”, dice, con un tono que deja ver el peso de su experiencia.
A diferencia de Octavio, Sergio siempre fue reservado, reacio a pedir ayuda. “Pensé que podía arreglármelas solo. Pero llegó un punto en que la vida me dijo: “Basta”. Después de un año de trámites, un sinfín de papeleos y noches en vela esperando noticias, Sergio finalmente escuchó las palabras que cambiarían su vida: “Su subsidio fue aprobado”.
-Como si me volviera el alma al cuerpo, fue emocionante.
Mientras Octavio celebra el logro de cocinar en su propia casa, a kilómetros de distancia, Manuel Aravena (75) enfrenta una realidad muy distinta. Tras un accidente automovilístico que le dejó una discapacidad psíquica, su vida dio un giro devastador: su familia lo rechazó, y terminó viviendo en la calle.
-¿Qué te llevó al Hogar de Cristo?
-Yo era chofer, vivía con mi abuela y era muy jóven, pero el accidente me dejó en coma, desde ahí y luego de que falleció mi abuelita, todo fue diferente, no pude volver a ser el mismo y terminé en la calle durante años, hasta que llegué al hogar de cristo, que fue mi segundo techo digno.
Desde ahí, la historia de Manuel cambió por completo. Durante 11 años, fue parte de la Hospedería, un espacio que se convirtió en su refugio. “Siempre fue muy buen compañero, muy dispuesto. Pese a sus problemas de salud, nunca perdió la disposición. Era un aporte fundamental, sobre todo en la convivencia con sus compañeros”, agrega Verónica.
Hoy, la noticia del subsidio de arriendo representa el broche de oro para un largo proceso. “Era emocionante ver cómo lograban sus sueños. Pese a todas las condiciones adversas, pese a todo lo que les tocó vivir, se esforzaron, lucharon y lograron conseguirlo. Es una enseñanza para mí y para todos: todo es posible si uno lo busca”.
-Primero están ellos: su esfuerzo, sus ganas, su valentía. Porque no es lo mismo volver a levantarse a los 20 años que a los 60, cuando la sociedad te dice que estás viejo, que ya no eres valioso. Y segundo, esto fue posible gracias al trabajo conjunto entre la Hospedería, el programa Calle de la ONG Alta Tierra, MIDESO y Serviu. Entre todos logramos que se adjudicaran el Subsidio de Arriendo especial para Adultos Mayores y Personas con Discapacidad. Ese trabajo en red fue clave para que ellos pudieran cumplir su sueño, que es también el nuestro.
Manuel, por su parte, no contiene la emoción: “Se me han caído las lágrimas. Yo nunca esperé esto, nunca pensé que volvería a tener algo en la vida. Por eso, le doy mil gracias a mi tía del Hogar de Cristo, Verónica, a todos. Mil gracias a todos por un techo digno ”.