La condena de los jóvenes que viven bajo protección del Estado
Cada año, cerca de 500 jóvenes cumplen 18 cuando están al cuidado del Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia. De ellos, solo un porcentaje reducido puede permanecer en el sistema hasta los 24 porque está estudiando. Para el resto, la realidad es mucho más cruda: egresan sin un techo, un empleo estable o redes de apoyo que les permitan enfrentar la vida adulta.
Por Matías Concha P.
20 Enero 2025 a las 19:01
—Tuve suerte. O más que suerte, gracias a que fui responsable no terminé sin casa. Quedé en la universidad y eso me permite quedarme hasta los 24 años el hogar. Pero tengo amigos, otros jóvenes que son como hermanos, que no entraron a estudiar y, literalmente, se fueron a la calle. Pasaron de vivir en un hogar de menores a vivir en el Hogar de Cristo porque no sabían o no querían estudiar. El sistema, como todos más o menos saben, no te da muchas opciones.
En Chile, la ley determina que, al cumplir 18 años, los jóvenes dejan de ser sujetos de protección del sistema, salvo que continúen estudiando: ya sea terminando su educación media o una carrera técnica o profesional en una institución certificada. Para Gaspar, estudiante de Ingeniería Civil Biomédica en la Universidad de Santiago y egresado del sistema, la normativa representa una sentencia para la mayoría. “Tuve la suerte de que un voluntario que estudiaba Ingeniera Civil, me ayudó a preparar la PAES de matemáticas. Él me guió y me enseñó a estudiar. Sin ese apoyo, habría dado bote. Y ahí está el problema, que yo soy una excepción a la regla”.
Gaspar está en lo cierto; es una excepción a la regla. En 2024, solo 187 jóvenes del servicio accedieron a la educación superior. El 81% entró con gratuidad y otros 15 mediante becas. Pero esas excepciones no alcanzan a eclipsar los daños que recoge el sistema de protección y que, peor aún, no alcanza a reparar.
-Sin futuro, algunos necesitan que los vuelvan a institucionalizar, no saben cómo vivir una vida adulta, así que se van a alguna hospedería o albergue. El Estado, como tutor legal, tiene la responsabilidad de garantizar un futuro digno, como haría un papá, una mamá. ¿Tú dejarías a tu hijo en la calle al cumplir 18 años?
De acuerdo al estudio de 2021 del Centro de Estudios Justicia y Sociedad de la Pontificia Universidad Católica, más del 40% de los jóvenes egresados del sistema de protección no cuenta con habilidades básicas: manejo de dinero, administración del hogar o tramitación de beneficios del Estado.
Carlos Vöhringer, experto en infancia de Hogar de Cristo, lo pone en perspectiva: “En Hogar de Cristo hemos visto cómo muchos jóvenes terminan rápidamente en nuestros programas sociales, porque no hay alternativas que los acompañen si no están estudiando. No todos están preparados o quieren estudiar, y eso no debería ser una condición para seguir siendo sujetos de protección y acompañamiento, como recomiendan las normas internacionales”.
–La ley es bien clara, si el adolescente cumple 18 y no está estudiando, tenemos que egresarlo de la residencia.
Egresar significa dejar atrás el espacio protegido del sistema y enfrentarse al mundo de manera independiente. Una medida que, como país, “los arroja a la calle”, afirma Carlos Vöhringer. “Hoy, el egreso se define por edad, no por las condiciones necesarias para una transición exitosa. Esto deja a muchos jóvenes sin completar su educación, sin un lugar estable donde vivir y sin un trabajo que les permita sustentarse. Tampoco se prioriza enseñarles habilidades básicas como administrar dinero, ahorrar o realizar trámites esenciales, como obtener la clave única, inscribirse en el Registro Social de Hogares o abrir una cuenta bancaria”.
Javier, estudiante de Sociología, vive desde los seis años en un hogar de protección. A sus 21, siente que su vida está atrapada en una contradicción. “Sigo en un ambiente pensado para menores de edad, con la puerta cerrada, horarios estrictos y reglas que no se ajustan a la realidad de alguien que quiere trabajar o estudiar con más flexibilidad. Para mí no es problema convivir con mis compañeros, sino cómo se manejan las normas en la casa. Son reglas diseñadas para niños”.
-Seguridad, recursos, un espacio propio. Yo tengo la suerte de estar en un lugar donde más de la mitad somos mayores de edad y el más pequeño tiene 16. Pero el problema no es la convivencia, es cómo se aplican las reglas. Aquí todo funciona con el método error-castigo. Si querís juntarte con un amigo a estudiar, salir en la noche o incluso si te olvidas de hacer algo, te castigan. Son cosas básicas, pero manejadas como si todavía fuéramos niños.
En 2021, cuando se lanzó Mejor Niñez, hoy Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia, el plan era transformar la transición de los mayores de edad hacia la vida independiente. Pero las promesas chocaron con la realidad. Sobrecupos, listas de espera y hogares donde convivían menores vulnerados con infractores de ley frenaron cualquier avance.
Gabriela Muñoz asumió la dirección en 2022 y comenzó a trabajar en un plan concreto: diseñó licitaciones para abrir tres hogares destinados a jóvenes adultos —dos en Santiago y uno en Biobío—, logrando que se aprobara el presupuesto. Todo parecía listo, pero el sistema ya estaba colapsado. Muñoz dejó el cargo en 2024 antes de que el proyecto se concretara. Su reemplazo, Victoria Becerra, optó por apagar las urgencias inmediatas: más cupos, menos listas de espera. Las residencias para jóvenes, en consecuencia, quedaron nuevamente en el aire.
Así, el compromiso presidencial de Gabriel Boric en la cuenta pública 2022, de generar “un programa de apoyo a la vida independiente que contenga acompañamiento personalizado y asesoría, mecanismos de acceso prioritario y oportuno a la oferta de prestaciones sociales para las que cumplen requisitos, apoyo a la habitabilidad como el subsidio al arriendo, acceso y permanencia en la educación superior, capacitación en oficios, oportunidades de empleo y emprendimiento, entre los principales”, continúa sin cumplirse.
De todas estas cosas ha ido enterándose Claudio Castillo, el administrador público que llegó en 2024 a dirigir el Servicio de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia. Es el tercero en lo que va de este gobierno y, con todo lo que ha visto, asegura que esta va a ser una de sus prioridades.
-Estamos en consulta pública durante todo enero 2025 en la página web del servicio. Proponemos un modelo de residencias o casas compartidas para jóvenes de 18 a 24 años que estudian. Es la primera vez que el servicio plantea esta iniciativa: casas para cinco jóvenes con apoyo profesional a través de un programa de transición a la vía independiente. Nuestro objetivo es implementar este modelo durante este año.
-Esperamos que en el segundo semestre de este año podamos implementarlo en regiones. Actualmente hay 517 mayores de 18 años en el sistema, todos ellos potenciales candidatos, dependiendo de su nivel de desarrollo o de si tienen hermanos. El modelo plantea dos casas con cinco jóvenes en cada una, con un director de proyecto y un equipo profesional psicosocial que no vive en las casas, pero asegura su funcionamiento. Estas casas no contarán con tutores nocturnos, promoviendo una transición real hacia la independencia.
Como explica Claudio, en enero se cerrará este proceso y, según lo previsto, en febrero y marzo se presentará el modelo para dar inicio a un concurso público. Por ahora, el desarrollo de estos programas sigue en diseño y no se ha implementado ninguna acción concreta.
“De corazón, ojalá se llegue a algo”, finaliza Javier, antes de volver a la residencia donde vive, antes de que cierren la puerta. “Tengo compañeros que están por cumplir 18 y están muertos de miedo, por no decir otra palabra. Después, la gente reclama por los portonazos, los niños narco, los cabros vagos. No es excusa caer en eso, pero ¿qué opciones te ofrece la vida cuando tu hogar te echó al cumplir 18? No muchas otras”.
*Las imágenes utilizadas son ilustraciones generadas por IA como referencia para aportar contexto, ya que hemos decidido no compartir fotos reales por respeto a la privacidad y confidencialidad de quienes aparecen en la historia.