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En Monte Sinaí:

101 viviendas de emergencia ya están listas por fuera y por dentro

Mientras la lentitud de Senapred para dotar a las familias damnificadas de un “hogar provisorio”, sorprende a las propias autoridades del gobierno, Techo y Hogar de Cristo ya han montado y habilitado interiormente más de un centenar de viviendas en los sectores más vulnerables de ese precario asentamiento. Lee aquí cómo fue el día en que “vestimos” las primeras de esas mediaguas de emergencia. Ojalá percibas el valor de 28 metros cuadrados.

Por Ximena Torres Cautivo

9 Marzo 2024 a las 19:10

–¿Qué valor tienen 18 metros cuadrados?

–Para los damnificados, tienen todo el valor del mundo –dice María Tapia, histórica dirigente vecinal de uno de los muchos comités del campamento Manuel Bustos, el Villa La Pradera. “Una pradera” que, como parte importante de este asentamiento precario, uno de los más grandes del país, ardió por los cuatro costados el pasado 2 de febrero, cuando los cerros de Viña del Mar se encendieron.

Sólo en su comité, 44 familias, de las cien con las que están trabajando actualmente, quedaron sin hogar. Con sus viviendas reducidas a cenizas y sus vidas cotidianas en vilo. Ese número incluye a ocho adultos mayores, que son parte del programa de atención domiciliaria del Hogar de Cristo y que también lo perdieron todo.

Ha pasado un mes y días desde entonces y así siguen todas esas personas: en vilo. En espera.

Y eso que estamos en emergencia.

Menuda, frágil, a sus 63 años, María Tapia parece una niña más que una avezada líder comunal. Esta tarde, la encontramos tratando de priorizar estos “hogares transitorios” que entrega el gobierno, a través del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred), entre las familias que se quedaron en la calle.

Son casas de 24 metros cuadrados con un pequeño baño con ducha incluido.

Esto último marca una diferencia sustantiva con los 18 metros cuadrados de las viviendas de emergencia que entrega Techo en el campamento Monte Sinaí. Éstas no cuentan con baño ni divisiones interiores, pero son habilitadas interiormente por Hogar de Cristo para recuperar la rutina cotidiana de una casa.

Ese alhajamiento incluye una cama de plaza y media, un camarote, con los colchones y ropa de cama respectiva; un comedor con seis sillas; una cocinilla de sobremesa y un cilindro de gas, una batería de cocina, un juego de loza, otro de vasos y un set de cubiertos para seis personas.

Así es la entrega de kits de Hogar de Cristo para habilitar las viviendas de emergencias del campamento Monte Sinaí construidas por Techo. AGENCIA BLACKOUT

María Tapia valora y agradece la instalación de ambos tipos de hogares transitorios.

Los del gobierno se levantan en terrenos regularizados en lo legal y emparejados y limpios en lo concreto. El avance, eso sí, ha sido a paso de tortuga.

Varios diputados y dos alcaldesas de la coalición del gobierno, el Frente Amplio, han criticado la lentitud del proceso. Valeria Melipillán, autoridad edilicia de Quilpué, dijo que “el Estado hoy día es tremendamente lento para llegar rápido a las familias damnificadas”. Mientras, su par de Viña del Mar, Macarena Ripamonti, agradeció la donación de mochilas y cuadernos hecha por el presidente Gabriel Boric al inicio del año escolar. Sin embargo, fue clarita al hacer notar que “estos útiles van a llegar en la mayoría de los casos a guardarse dentro de una carpa”.

En este caso, las denuncias no son para hacer un punto político. Son la realidad pura y dura: hasta el 2 de marzo el gobierno había entregado 131 viviendas de emergencia, cuando las cifras más prudentes hablan de unas tres mil casas destruidas por el fuego en la región.

Las autoridades se defienden sacando a relucir otras soluciones de emergencia, como los bonos de acogida o las piezas de hotel para alojar a las familias prioritarias. Pero aquí en la sede vecinal de Villa La Pradera, donde hay al menos veinte madres de esas “familias prioritarias”, todas responden al unísono y a voz en cuello, a su dirigente María Tapia, que no quieren bono, sino vivienda de emergencia.

NO SIRVEN LAS ASPIRINAS

–El bono es de 360 mil pesos mensuales durante seis meses y está pensado para pagar arriendo o buscar otra solución habitacional, pero las personas quieren volver a vivir en sus terrenos, donde estaban sus casas, sus familias, sus vecinos, sus animalitos. Por eso, todas prefieren la casita de emergencia, tal como acabas de ver allá abajo. Todas saben que si escogen ese millón y 800 mil pesos perderán el esfuerzo de toda una vida, porque es el bono o la vivienda de emergencia. No ambas cosas –explica con claridad meridiana María Tapia.

Abajo, en el primer piso de la sede, las representantes de las familias damnificadas comentan que con suerte el millón 800 mil pesos alcanza para hacer el radier de una casa pequeña. “Y la casa de emergencia tiene un valor de unos 7 millones de pesos. Y mucho más, como bien señala María. “La casita representa la recuperación de un techo que te cubre. Las mujeres, sobre todo las mamás de niños pequeños y las que tienen a cargo a adultos mayores, saben que el invierno y el frío están a la vuelta de la esquina. Ya está húmedo y helado en las noches. No se puede seguir viviendo así, en carpas, o de allegados en casa de familiares”.

María Tapia sabe de qué habla. Todos los que llegaron aquí al campamento Manuel Bustos, con sus distintas villas y sectores, a comienzos del siglo, el año 2000, lo hicieron porque conocían los bemoles del allegamiento. Y se tomaron un pedazo de tierra, soñando con que si lo hacían bien, si se organizaban y progresaban, serían regularizados, tal como sucedió.

Ahora han vuelto a fojas cero. A vivir en carpas, a aplanar las pendientes a punta de chuzo y picota, a remover escombros. Todo eso, con el agregado del trauma. Del haber oído a sus vecinos gritar mientras morían calcinados. Y de estar ahora en medio de la orfandad total.

Ya no hay casi voluntarios. En la tarde, vemos a marinos haciendo rondas preventivas en el campamento Manuel Bustos. En Monte Sinaí no nos encontramos con estas rondas. AGENCIA BLACKOUT.

“Los voluntarios se han ido. Nos estamos quedando solos, pero lo peor es enfrentarse a una autoridad lenta y que no escucha. O que pide cosas inauditas. ¿Me creerás que para calificar para la vivienda de emergencia en Senapred estaban pidiendo certificado de dominio? Hay que ser… Pidiendo certificados a gente que arrancó con lo puesto, que no tiene ni carnet de identidad”, alega María Tapia, con razón, contra la burocracia.

Emergencia es sinónimo de urgencia. No hay que consultar el diccionario para saber que emergencia es lo opuesto a lentitud. Y que en circunstancias tan apremiantes como la que están viviendo estos vecinos, lo que más se requiere es diligencia.

María advierte que están a punto de enfrentar una segunda catástrofe. Así la describe:

–Muchos vecinos están viviendo en carpas, o bajo toldos, cuando las noches están cada día más húmedas y heladas. Con este clima raro es posible que llueva pronto y ahí no sería raro que proliferaran las neumonías y otros males. Hay muchos ratones, además. Se necesita que la autoridad escuche. Que Senapred no nos dé puras aspirinas.

Por eso, insiste María Tapia, los 18 metros cuadrados son invaluables para las familias damnificadas. Y los 24 con baño que entrega Senapred, mejor todavía, aunque para esos hogares transitorios se requiere que el terreno esté regularizado. “Las que construye Techo son bien abrigaditas también. Aisladas y muy buenas para afrontar la emergencia. El que lo perdió todo sabe que no tendrá una casa como la que tenía por arte de magia. Sabe que esa vivienda definitiva será una construcción a largo plazo, de dos a tres años plazo, por lo menos. Son las de emergencia las que se requieren ahora con urgencia para afrontar el invierno”.

LA CASITA SE AGRADECE

Liz es femenina y elegante. Bonita y pulcra. Habla un castellano precioso, de sílabas redondas y bien pronunciadas. Llegó desde Lima hace 4 años con su hija Mía, que hoy tiene 12, al campamento Monte Sinaí, en Viña del Mar.

Este asentamiento fue fundado el año 2000 por 15 familias de una iglesia evangélica. Según Techo Chile, la toma Monte Sinaí albergaba a 246 grupos familiares, de las cuales solo 21 lograron salvar sus viviendas del devastador incendio que consumió el barrio en apenas dos horas. Desde las 2 hasta las 4 de la madrugada del sábado 3 de febrero pasado. Liz y su familia pertenecen al grupo más numeroso, el de los que lo perdieron todo.

Liz es peruana y el pequeño Gael, de un año y 5 meses, es chileno. La familia, que lo perdió todo, agradece la casa de Techo y todo el mobiliario y alhajamiento interior que le llevó Hogar de Cristo esta tarde al sitio donde tenian su casa en Monte Sinaí. AGENCIA BLACKOUT

Su esposo, Gustavo, tenía seis años trabajando en construcción en Chile y la convenció de venir y hacer juntos una nueva vida. Hace un año y 5 meses, nació Gael. El niño, silencioso y dulce, descansa en un canguro en el pecho de su madre y no se asusta al verla quebrarse y llorar.

Liz Salas se desmorona, cuando imagina cómo será su vida en el corto plazo. La preocupa el invierno. “Acá hace frío y va a llover y todo será un barrial. Me preocupa la salud de mi niño. Nosotros podemos arreglarnos, pero él es pequeño. Me da mucha pena haber perdido lo que construimos a pulso mi pareja y yo. Estaba muy bonita la casa, estábamos muy cómodos, y no quedó nada en pie”, dice, entre sollozos.

Liz es una de las primeras beneficiadas con las viviendas de emergencia que Techo empezó a levantar en Monte Sinaí. La casa, de 18 metros cuadrados, ya está lista y montada en su sitio, al que se accede por una sólida escalera de fierro que resistió al incendio. Lo mismo que la puerta de entrada al sitio y el cartel que indica el número del pasaje Jericó y de la familia que vive aquí: los Cárdenas Salas.

Todo da cuenta de las habilidades de Gustavo como maestro constructor y del celo con que limpia y ordena Liz. El sitio ha sido perfectamente emparejado. Se conserva parte de un radier embaldosado y atrás queda la estructura de fierros hoy retorcidos que sostenía la bonita casa con una enorme vista de los cerros y el mar. Colgada del cerro era una suerte de gran balcón sobre la quebrada.

Encumbrada y a merced del viento… y, por lo mismo, del fuego.

Liz ha improvisado una ducha, porque el polvo y la ceniza se adhieren al pelo y a la piel. No es lugar para asmáticos ni alérgicos. Ahora mismo, Mía, su hija adolescente, se está lavando el pelo con ayuda de un balde.

“La falta de baño es la gran dificultad que tenemos. No sabes cuánto ansia uno una ducha. Y los baños químicos no son buena cosa. Están saturados de fecas”.

Pese a todo lo que enfrenta, al dolor de la pérdida, Liz agradece el kit de habilitamiento interior de la vivienda. Le gusta tanto lo que contiene, que prefiere acomodar lo que quepa en la vivienda de emergencia junto con Gustavo, cuando él vuelva del trabajo. Y montar ellos mismos ese mobiliario.

Él dividió los 18 metros con tabiques en un dormitorio principal y uno pequeño para Mía. “Además hizo un pequeño almacén para proteger la ropa y las cosas de Gael del suelo y guardarlas con llave”. El camarote es una feliz solución para que la niña deje de dormir en un colchón en el suelo. “Pasar de la carpa a la casita, sin duda, se agradece, lo mismo que el mobiliario y los utensilios”, dice Liz, genuinamente emocionada.

GRECIA Y NAYARIT

Grecia Guzmán es parte del personal de aseo de un centro de formación profesional de Viña del Mar. Ahí estaba trabajando, cuando el campamento Monte Sinaí, donde vive, desde hace 25 años, empezó a arder. Su nieta, Nayarit, de 22 años, estaba sola en la casa y eso aumentó la angustia de ambas.

Grecia y su nieta Nayarit están felices con el mobiliario y los demás enseres del kit de habitabilidad que les trajo el Hogar de Cristo. Grecia, que trabaja en una empresa de aseo, llegó hace 25 años al Monte Sinai, cuando ssu esposo la dejó con sus siete hijos. AGENCIA BLACKOUT.

Nayarit tiene discapacidad intelectual a causa del consumo de drogas de su madre. Dificultades de aprendizaje y de memoria, la vuelven absolutamente dependiente de su abuela, que ha sido su verdadera mamá, ya que la hija de Grecia se desentendió de su cuidado y el padre ni siquiera estuvo presente en el parto.

Grecia recuerda el día del incendio como “un infierno”.

–Fue traumático ver como todos corrían, desde personas mayores con bastón hasta mamás con guaguas en brazos. Para mí, lo más complicado ha sido contener a mi nieta Nayarit, que corría descompensada por el cerro. Casi se me muere quemada porque arrancó, aterrada. Por suerte, unos vecinos la atajaron y se la llevaron cerro arriba.

La familia de Grecia perdió todo en el incendio, pero encontró esperanza en la campaña “Juntos, Chile se levanta”. Luego de que los voluntarios de Techo levantaran su vivienda de emergencia de 18 metros cuadrados, llegó la cuadrilla de Hogar de Cristo a armarles las camas y el comedor.

Todos compartimos la emoción al ver salir los dos colchones acomodados sobre palets donde estaban durmiendo y ser reemplazados por el camarote y el flamante juego de comedor que contiene el kit de habitabilidad.

Grecia lloraba, agradecida.

Participar de ese acto tan simple de “vestir” por dentro la mediagua, compartir un té y conversar sin prisa, les permitió a Grecia y a Nayarit recuperar algo de su cotidianeidad perdida.

Grecia Guzmán junto a la directora social nacional del Hogar de Cristo, Liliana Cortés. Atrás de ambas, la casa de su hija, hecha de ladrillos, resistió mejor el incendio que la suya, que era de madera. AGENCIA BLACKOUT.

Abuela y nieta lamentaron haber perdido las plantitas que cultivaban en la gran terraza con vista al mar. Y Nayarit no paró de comentar que debimos conocer lo lindo que lucía el pasto sintético que tenían en ese espacio antes de que todo ardiera peor que la yesca.

Las casas de emergencia con que hoy cuentan estas dos familias del campamento Monte Sinai son de las primeras dos mil viviendas que ya empezó a entregar techo a razón de entre treinta a cincuenta por semana. Un resultado harto más eficiente que el que hasta ahora exhibe Senapred.

La entrega se enriquece, cuando llegan el amoblado y los utensilios de interior que entrega el Hogar de Cristo, además de las duplas sicosociales que orientan a las familias damnificadas.

Esa orientación tiene dos pilares: un muy práctico y concreto, orientado a que sepan cuáles son y cómo se puede acceder a las distintas ayudas del Estado. Y otro, que la dirigente María Tapia agradece especialmente: el apoyo sicológico de profesionales. “La gente está agotada, shockeada y muy necesitada de apoyo. Yo le agradezco al Hogar de Cristo haber estado siempre aquí con nosotros, desde el año 2000, y haber traído después a Techo. De verdad, para el que no tiene 18 metros cuadrados son un palacio”.

Si quieres apoyar a las personas mayores del campamento Manuel Bustos, involúcrate aquí. 

 

 

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