“De no ser por ellos, se quema todo el Universo”
El dicho es de una vecina del campamento Manuel Bustos, quien alude a esos hombres y mujeres heroicos que se quedaron apagando el fuego y lograron salvar algunas casas de esas calles polvorientas con nombres poéticos. No es el caso del padre, la hermana, la hija adoptiva y el nieto de esta pequeña y portentosa socia del Comité Vecinal Villa La Pradera. Una mujer optimista y empeñosa que mira así el futuro.
Por Ximena Torres Cautivo
10 Febrero 2024 a las 19:05
–Hay muchos imbéciles que andan encendiendo fuegos por allá enfrente. Los hemos visto. Yo digo que esa gente no tiene cerebro y ni una pizca de amor en su corazón.
Fanny Rojo (54) se define como “socia activa” del Comité Vecinal Villa La Pradera. Bajita, luce mucho más joven de la edad que tiene, quizás porque llegó al mundo cargada de pilas inagotables. Mamá biológica de tres hijos y “por sentimiento de otros dos”, hoy se mueve por este territorio devastado organizando la reconstrucción. Limpiando, pensando en soluciones para los Rojo y para todos los vecinos.
Su papá –Víctor, de 87 años–, su hija adoptiva, su nieto, su hermana Margarita, todos perdieron sus casas la noche del 2 de febrero pasado. Eran construcciones cercanas en el radio de una cuadra a la redonda en este terreno empinado al que ella llegó en diciembre de 2001. Entonces vivía en Quintero y soñaba con una casa propia.
–Todos lo perdieron todo. No hubo nada que se salvara. Mis hijos y mis nietos mayores andaban trabajando. Alberto, mi amado esposo, también. Él trabaja en piedra, en chapa piscina. Alberto tiene manos de ángel para ese trabajo, aunque ahora ha estado muy malo. Hay poca pega.
Esa queja se repite acá arriba entre los damnificados y los no damnificados del Campamento Manuel Bustos, que alberga a unas mil 600 familias. Un lamento anterior al incendio entre una masa trabajadora que presta servicios, muchas veces de manera informal a los habitantes del plano de las ciudades de Viña del Mar o Valparaíso. Acá hay nanas, jardineros, gasfíteres, maestros chasquilla. O tienen empleos básicos en el retail y comercios menores. Hay muchos reponedores de supermercados, guardias, cajeras, que trabajan part time.
Fanny estaba sola esa tarde en que se veía a lo lejos una humareda. “Cómo giró ese fuego y quemó el Jardín Botánico no sabemos Fue cuestión de minutos. Y el aire acá se volvió irrespirable. Tú lo único que aspirabas era calor y, aparte, no veías nada. Estaba todo negro, oscuro, como de noche. El sol se convirtió en una bola roja. Y el fuego empezó a subir desde abajo. Algunas personas pensaron que la plaza era un lugar seguro y bajaron; nosotros optamos por subir.
Como en todos los casos, el escape fue en autos cargados de personas y mascotas, a la manera de un convoy. “Arrancamos en auto y en ese camioncito que está ahí”, comenta Fanny. Y continúa con su relato: “Llegamos hasta arriba, donde está la capilla y vimos que estaba prendiéndose por un costado. Un vecino, nos guió y sacó por el callejón Rucay. Muchos evacuaron por ahí y lograron salvarse”.
Otros no corrieron la misma suerte.
Se había anunciado para este año 2024 un proyecto de pavimentación, aguas lluvias y alumbrado público para el sector de la Villa La Pradera donde vivían los Rojo. Contemplaba pavimentar alrededor de dos mil metros lineales mejorando las calles Reloncaví, entre Mulchén y Eclipse; La Luna, entre Subida Los Niños y Asteroide; Universo, entre Subida Los Niños y Ladera; Subida Los Niños, entre Avenida Millaray y Mulchén. También serían intervenidos los tramos entre Reloncaví y La Luna; Ladera, entre El Sol y Asteroide, y ésta última, entre Reloncaví y Ladera”.
Hoy todo eso quedó en nada. Y suena a una triste ironía o a poesía espontánea recordar a la vecina que nos dijo: “Hay que agradecer a algunos que se quedaron y ayudaron a apagar el fuego. Si esos héroes anónimos no se hubieran quedado ayudando en el Pasaje Universo, se quema todo el Universo”.
Sentadas en la escala de una casa que se salvó del incendio, Fanny y su hermana mayor, Margarita, quien perdió su casa, su almacén contiguo y toda la mercadería con que contaba, se dan ánimo mutuo.
–Tenemos que partir de cero, tal como fue al principio, en que caminábamos kilómetros para subir el agua. Nosotros en todos estos años, hemos edificado mucho. Ahora volveremos a hacerlo –dice Fanny.
–Yo partí en una choza. Hay que volver a lo antiguo, hay que salir adelante– comenta Margarita, quien lleva un crucifijo colgado sobre el pecho y se declara católica, apostólica y romana. Dice: –Los Rojo perdimos nuestras casas, pero hay quienes perdieron a sus seres queridos o la vida misma, como Bertita, la sacristana, que murió quemada con su papá.
Esperanzadas y optimistas, las hermanas Rojo nos presentan a Víctor, su padre. Pero antes nos advierten: “Nada de tirarlo para abajo. Hay que puro darle ánimo. Está muy deprimido. El año pasado perdió a su mujer, a mi mamá, y ahora se queda sin casa. Es muy duro lo que está pasando”.
Ella ven el vaso medio lleno. Son de esa madera. No se amilanan. Se parecen al enorme y añoso nogal que quedó mitad quemado y mitad verde en el fondo del patio, donde hace pocos días estaban la casa y el almacén de Margarita.
Si te importa ayudar a quienes lo perdieron todo, entra aquí.