Cualquier alteración que interfiera en forma aguda y significativa con las capacidades funcionales de una persona mayor –motoras y/o mentales–, debe ser evaluada urgentemente en un servicio de salud.
Dicho de otro modo, si una persona mayor, previamente activa, se despierta no queriendo levantarse ni comer, está algo confusa y enlentecida, no puede atribuirse al envejecimiento ni menos aún a una demencia. Es una situación que amerita evaluación inmediata en un servicio de urgencia.