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Nelly León:

“Duele que lo primero que digan sea cabo, no mamá”

La capellana del Centro Penitenciario Femenino es autora de una frase que quedó instalada en el inconsciente colectivo: “En Chile se encarcela la pobreza”. Fue en 2018, cuando vino el Papa Francisco. Hoy en que la demanda por medidas punitivas –más cárceles, más mano dura– campea, ella aboga por que las mujeres privadas de libertad con hijos menores de dos años o embarazadas, cumplan sentencias en sus casas. Pero el horno no parece estar para esos bollos.

Por Ximena Torres Cautivo

4 Diciembre 2023 a las 23:22

“Caballito blanco, llévame de aquí, llévame a mi pueblo donde yo nací”. Se aplacan los sones de la clásica canción infantil en tono de arrurú y la pantalla se va a negro. La hermana Nelly León (63), presidenta de la fundación Mujer Levántate, capellana del Centro Penitenciario Femenino, se ha quedado para adentro. En silencio, tras ver el tráiler del largometraje documental “Malqueridas”.

–¿Qué te gatilla, Nelly, este video hecho por las mismas mujeres dentro de la cárcel? 

–Bueno, lo primero es que estoy viendo a muchas mujeres que conozco. Con la mayoría de ellas, he compartido mucho. Lo que no sabía y lo que muestran estas imágenes es hasta qué punto la noche potencia la situación de vulnerabilidad en que viven. En el día, están las funcionarias, hay una mayor vigilancia, más control. Veo en esas imágenes algo de lo experimenté en pandemia, durante los dieciocho meses que me quedé dentro de la cárcel. A mí nunca me habían impactado tanto los silencios de la noche como cuando, paseando por los patios, se escuchaba de repente un grito desolador de auxilio. Eso marca un antes después en mi conocimiento de la cárcel.

–Además de reconocer a tantas conocidas, ¿qué otra reflexión te despierta este trabajo audiovisual hecho por la joven realizadora Tania Gilbert, que obtuvo el premio del público en el reciente Festival de Cine de Venecia?

–Yo estoy de domingo a miércoles ahí, escuchando, conteniendo, apoyando a las mujeres. Creo que los que, como yo, estamos permanentemente en la cárcel, en el día, no podemos suponer cómo la noche se llena de desolación. De tristeza, angustia, abuso. Cómo aparece el maltrato de unas por otras también. Últimamente me ha tocado acompañar a mujeres que han estado en pareja entre ellas y que han quedado bien dañadas. Maltratadas. Abusadas. Ver este tráiler me gatilla una enorme cantidad de sentimientos que están mucho más allá de lo que pueda expresar con palabras…

“Malqueridas” se llama el largometraje, donde Tania Gilbert, apoyada en el relato de Karina Sánchez, quien estuvo siete años privada de libertad, hilvana, pega, borda, escenas grabadas por las mismas mujeres con sus celulares. ¿Lo más interesante? Que se centra en cómo viven la maternidad, el pre y el post parto, en prisión. Ese es el fondo y el foco.

Claramente, un tema que conmueve a la hermana Nelly. Que le duele y le afecta.

POET PARA TRAPEAR EL PISO

–Para mí sigue siendo impactante que la primera palabra que aprendan los niños en la cárcel sea “cabo”, no “mamá”. Cabos son las gendarmes, las funcionarias, y esa es la palabra que más se repite ahí adentro: “Cabo, esto”, “Cabo, esto otro”, “Gracias, cabo”, “Permiso, cabo”. Los niños oyen y repiten. A mí me toca mucho acompañar a las madres. He visto en todos estos años crecer e irse a tantos niños. Verlos nacer y crecer en este ambiente. Pensar que ese inocente también está preso. Es angustiante, por eso todas nosotras nos preocupamos de que esa mujer embarazada tenga un acompañamiento dedicado. Les armamos el ajuar, buscamos que nada les falte para que el día que van a tener su bebé lo hagan como cualquier otra mujer en el medio libre. Esa es una preocupación central de nuestras voluntarias.

Por eso, la capellana de la cárcel recomienda practicar esa acción central de misericordia que es visitar a los presos. Conocer la situación carcelaria para oponerla a las diversas formas de justicia que, en tiempos de inseguridad y delitos nuevos y en aumento, proponen hoy moros y cristianos. Y donde lo que domina es el “vamos a encerrarlos a todos”.

Conocer in situ una cárcel de mujeres, permite al que lo haga, dejar de lado prejuicios y soluciones simplistas. Sobre todo para este grupo, que representa menos del 10 por ciento de la población privada de libertad en Chile. Que en casi un 90% son madres y que mayoritariamente están presas por microtráfico de drogas. Es decir, son el eslabón más débil de la cadena de un delito con una estructura absolutamente machista, donde las mujeres son sobre todo víctimas.

Por eso, la hermana Nelly y otros como ella desde antes del estallido social abogan por que se apruebe la Ley Sayen que lleva desde 2017 guardada en un cajón en el Congreso. La iniciativa legal propone que las mujeres con hijos menores de 2 años, y embarazadas, no cumplan su condena en la cárcel, sino en arresto domiciliario. Y, aunque se ha dicho que se encuentra lista para ser votada en sala, el horno social –con altos índices de delincuencia y un clamor ciudadano por medidas más duras– no parece estar para esos bollos.

Así al menos lo cree la principal autoridad del ministerio de Justicia, el abogado Luis Cordero, cuestión que le reconoce la capellana al ministro. Así como de algunos se dice que “tienen calle”, ella piensa que él tendría cárcel. “Conoce esta realidad y es capaz de entenderla”.

La hermana Nelly rescata y releva que las cárceles de mujeres difieren notoriamente de las de hombres. Primero, habla del espacio:

–Quiero hacer la salvedad de que aunque es muy precaria la situación en que viven, no es ni parecida a la de los hombres. Yo trabajé hace años en el Cárcel de Valparaíso, donde el olor de la pobreza y el hacinamiento, golpeaban al entrar y te hacían retroceder. Eso pasa en cualquier módulo masculino. En el CPF (Centro Penitenciario Femenino), en cambio, nunca he encontrado un rincón que huela mal. Por el contrario, ellas luchan y se organizan para conseguir Poet para fregar el piso y tener fragrantes y limpios todos los espacios. Yo creo que ahí hay una cosa de género súper potente.

CORTINAS PARA EL BAÑO

Por todo el tiempo que lleva viendo cómo “en Chile se encarcela la pobreza”, tal como le dijo al Papa Francisco, cuando visitó nuestro país en 2018, reconoce que las condiciones de las cárceles han mejorado.

Así lo explica.

–Llegué a trabajar al CPS en 2005. Entonces había dos mil doscientas internas. Ahí sí que era horroroso el nivel de hacinamiento y la indignidad en que vivían. Ahora son un poquito más de 600 mujeres en ese espacio. Están mejor distribuidas, muchísimo mejor y con mayor conciencia de la importancia de mantener bien sus espacios habitables. Hoy cuentan con lugares más dignos, aunque partiendo de la base de que habitan en espacios construidos por hombres y para hombres.

Se refiere al concepto de habitabilidad con perspectiva de género, que está hoy en boga, pero que no se ha hecho aún realidad en los complejos carcelarios femeninos que conoce Nelly.

“A mí me tocó la inauguración del complejo penitenciario en Valparaíso. Fue en 2000. Los tres pabellones de mujeres que se construyeron eran exactamente iguales que los de hombres. Ahí lo primero que hice fue ir a comprar cortinas de baño para que tuvieran el espacio de intimidad necesario para algo tan básico como sentarse en el WC. Hasta hace muy poco no había esa mentalidad de la diferencia de lo que puede ser la vida de una mujer privada de libertad que la de un hombre en esas mismas condiciones”.

Profundizando en las diferencias de género, repitamos que ellas son mucho menos que ellos (alrededor de un 9% del total), aunque somos el segundo país con más mujeres privadas de libertad de la región. Sólo nos “gana” Venezuela. Cada mujer privada de libertad tiene un promedio de tres hijos que quedan en situación precaria, sin supervisión adecuada. Más del 60% son jefas de hogar.  Un 58% no  terminó el colegio, la mayoría son chilenas y jóvenes: tienen entre 20 y 39 años. Casi el 48 por ciento de las condenadas lo está por delitos asociados con la ley de drogas.

La capellana entiende a las personas, que tienen una preocupación común cada vez mayor por los temas de seguridad, pero insiste en que se requiere una mirada de más largo plazo. “La tentación de medidas duras y espectaculares de corto plazo es muy tentadora, pero yo creo que se debe tener una mirada más larga”. Y agrega, sin tapujos:

–Los medios de comunicación son el peor juez. Los que instalan un temor tremendo si un magistrado deja a una persona en libertad, porque la sociedad se ha vuelto ultra punitiva. Quiere a todos en la cárcel sin distinciones ni matices. Todo el mundo cree y siente que la cárcel es la solución y no lo es. Yo estoy impresionada, muy mal impresionada, de que en octubre ¡no hubiera en el CPF ninguna libertad condicional! Es tremendo contener a esas mujeres que se había hecho ilusiones, que habían soñado con su libertad y que quedan sumidas en la frustración y la amargura.

–En ese contexto y considerando el perfil de las mujeres que están privadas de libertad, ¿crees que es posible su reinserción?  

–Al leer las encuestas CADEM cada semana con la mayoría de las personas queriendo tener al máximo de personas privadas de libertad para controlar la delincuencia, la reinserción parece algo irreal. Algo alejado de las preocupaciones de la gente y de las autoridades, pero de los cientos de mujeres que han pasado por la Fundación Mujer Levántate apenas un seis por ciento ha reincidido –dice, con satisfacción.

Nelly León y parte del equipo que la acompaña en Mujer Levántate

Para lograrlo hacen un largo acompañamiento a las mujeres dentro con terapias individuales y grupales. Se enfocan en la reconstrucción de vínculos familiares y afectivos. Y, una vez fuera, la acompañan al menos por un año. “No es una asistencia de buena voluntad, es un apoyo profesional que busca su reinserción, la que se logra en la gran mayoría de los casos. Por eso, yo afirmo con toda seguridad que es posible la reinserción. Y no es una tarea sólo del Estado. Es un compromiso de toda la sociedad”.

Por eso, Nelly insiste en que no se puede hablar desde el prejuicio y el desconocimiento. Y finaliza diciendo: “Las cárceles son la réplica de lo que tenemos afuera, en los cordones de pobreza de nuestras ciudades. Adentro se replica la violencia, la inseguridad y la necesidad de sobrevivir que se vive afuera, sobre todo en el caso de las mujeres, que son madres solas. Sin redes, ni herramientas. Si viviéramos mejor fuera, estoy segura de que no necesitaríamos más cárceles”.

Si quieres ayudar a las mujeres en pobreza y vulnerabilidad y evitar que sean usadas por el narco y la delincuencia, comprométete aquí. 

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