“Nunca nuestra especie tuvo tantos organismos envejecidos conviviendo”
La vejez es de uno de los fenómenos más modernos que existen. Antes, ser viejo era privilegio de unos pocos, hoy la vida se alarga pero le falta un para qué. Conscientemente canosa, la reconocida psico-gerontóloga habla de lo beneficioso que puede ser para Chile que haya tantos viejos juntos en el país. Eso, además de lo urgente que ya conocemos: la precariedad de las pensiones y la soledad de los mayores.
Por Ximena Torres Cautivo/ Publicado por El Dínamo
2 Junio 2022 a las 14:00
Tiene el pelo largo, por debajo de los hombros, y no se lo tiñe. A sus 57 años, es orgullosa y melenudamente canosa. Todo un símbolo de su ser y su quehacer.
Daniela Thumala Dockendorff, psico gerontóloga, académica de la Universidad de Chile, especialista en el estudio del envejecimiento y la vejez, investigadora del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO), lleva años haciendo un seguimiento a adultos mayores en el país para descubrir qué causas están detrás del desarrollo del Alzheimer y otras enfermedades mentales asociadas a la edad. Su materia de estudio no puede ser más de futuro: el destino de los habitantes de Chile, el país que más envejece en Latinoamérica; de eso la invitamos a conversar. Y así partimos:
-A pesar de que la evidencia muestra que más del 85 por ciento de los adultos mayores en Chile son auto valentes, el 63 por ciento de las personas, piensa que los mayores de 60 años no son capaces de valerse por sí mismos. ¿Cómo te explicas esta contradicción?
-Conozco ese dato porque corresponde a una encuesta que hacemos desde 2008 en la Universidad de Chile. Desgraciadamente, las seis encuestas que llevamos hechas muestran lo mismo: la gran mayoría de la población chilena adulta de 18 años para arriba considera que las personas mayores no son capaces de valerse por sí mismas. Y eso se debe a que metemos en un mismo saco a todos, cuando entre un adulto de 60 y otro de 95 hay una enorme diferencia. No pasa lo mismo con la infancia, donde nadie equipara a una guagua, con un párvulo y a este con un preadolescente. Con las vejeces no se hace diferencia, y esto creo que se explica en que tenemos biologizada la idea del envejecimiento. Es cierto que nuestro cuerpo cambia con la edad, pero eso no es igual entre una persona y otra, algunos órganos se envejecen antes que otros, finalmente es un hecho que nuestro organismo se deteriora y muere, el punto es que extrapolamos ese inevitable declive físico a todo: a lo social, a lo psicológico, a lo afectivo, a todo. Esto redunda en que la única característica que asociamos a la vejez es el deterioro.
Aunque en la misma encuesta, el 70 por ciento de los chilenos consultados considera que “no se aprovechan los aportes de las personas mayores”, cada vez es más común la descalificación de los adultos por edad. En redes sociales, es habitual la fórmula profundamente despectiva del “déntrese, tatita” para descalificar la opinión del que pinta canas o es evidentemente mayor. Y mayor, de acuerdo al que mira, puede ser una mujer de 50 o un hombre de 40. Esa excluyente actitud es lo que se conoce como “edadismo” o específicamente “viejismo”, como prefiere decir la psicogerontóloga Thumala.
-Hay muy pocos espacios para que las personas mayores puedan desplegar lo mucho que tienen para ofrecer. En ese aspecto, estamos cortos, muy cortos. Yo creo que, por ejemplo, es clave abrir espacios de actividades intergeneracionales, donde jóvenes y mayores se mezclen. Eso es algo que rompe los prejuicios, los estereotipos. Está estudiado en psicología social que el contacto con los grupos discriminados va rompiendo prejuicios, pero hay muy pocas instancias para eso, la gente jubila y se retira. Es todo o nada; una persona mayor que permanece trabajando empieza a ser mirada feo por los jóvenes, ya que impide “el tiraje de la chimenea” en la empresa. Pero resulta que la vejez hoy es una etapa muy larga. No se puede estar veinte, treinta años de la vida jubilado. Y menos aislado y solo, porque la soledad para los mayores es “una segunda pandemia”.
Daniela coincide con el actor Héctor Noguera, quien en esta conversación que hacemos para Hora de Conversar en el Hogar de Cristo, nos dijo: “Yo he sido mucho más tiempo viejo que joven en mi vida, pero tengo la fortuna de mantenerme activo, trabajando en lo que me gusta”. A propósito, Daniela afirma: “Hay algunas personas que se llenan la vida con los nietos, pero hay muchos otros que no son abuelos ni abuelas, porque la gente tiene cada vez menos hijos y, por lo mismo, habrá menos nietos en el futuro. El “abuelazgo” es una dimensión de la vida y muchas veces no es la central e idealmente no debería serlo”.
En el fondo, hay vida más allá de la jubilación y del ser abuelo (cuando se tiene la suerte de serlo). O debería haberla.
“Yo veo estos temas en la consulta. Hay gente mayor que está absolutamente sana y con todas sus capacidades frescas para ofrecer su experiencias y conocimientos al resto. La jubilación no tiene que ser todo o nada. Se puede trabajar media jornada y aportar con experiencia a los equipos y a la gente con menos carrete. Lo clave para tener una vejez positiva es despertarse y sentir que se tiene un por qué y un para qué. Mi experiencia, tanto en la investigación como en el trabajo clínico, es que a la gente mayor hay que ponerle el micrófono, porque tienen mucho que contar, mucho que expresar, y rara vez se les permite hacerlo. Generalmente, el micrófono se lo pasan a los especialistas y pocas veces a la personas mayores”, sentencia la sicóloga.
Esta vieja habla como si tuviera 15
“¿Para qué sigo acá?”. “¿Qué sentido tiene estar vivo?”.
Esas son las preguntas que le hacen hombres y mujeres mayores a Daniela en su consulta.
-Esto no lo estoy inventado. Es real. La vida se alarga, pero para qué. Esa es la pregunta. En relación a las personas mayores es cierto que hay un tema urgente: el de las pensiones. El garantizar la satisfacción de necesidades básicas: techo, salud, alimentación, abrigo… Pero no podemos creer que con eso se resuelve la calidad de vida de los mayores. Yo tengo a diario personas sentadas frente a mí en la consulta que tienen solucionado lo básico, pero que no se sienten incluidas, no saben “para qué sigo acá”, como ellos mismos dicen. Nunca antes en la historia de la humanidad nuestra especie tuvo tantos organismos envejecidos conviviendo al mismo tiempo. La vejez era patrimonio de unos pocos privilegiados que podían llegar a etapas tardías de la vida. La muerte de los niños era natural. Las parejas tenían una docena de hijos y se les morían cinco. Poca gente llegaba a la adultez y ni hablar de los que alcanzaban vejez. Hoy en que todos vivimos muchos años, el desafío es para qué y con qué calidad de vida.
-El otro día leía que en Japón la industria de pañales para adultos supera por lejos las ganancias de la de los pañales para guaguas… ¿Quién está pensando y haciendo algo para mejorar la calidad de esos tantos años más que vive el hombre actual?
-Yo creo que se está pensando poco. Todo se centra en lo urgente y no en lo importante, cuando hay que hacer ambas cosas. Importante es ver cómo prevenir la demencia, las enfermedades neurodegenerativas que le ponen la vida a cuadritos a la persona que la padece y a su entorno. Pero tampoco hay que sólo “medicalizar” el tema. No hay que olvidar ámbitos como la inclusión, donde no todo es cuestión de plata. ¿Por qué no abrimos las aulas universitarias de manera gratuita a los mayores? Yo hago un curso del envejecimiento y me parece que sería muy útil que fueran personas mayores interactuaran con mis estudiantes. Antes se usaba que los escolares fueran a los “hogares de ancianos”. Eso está bien, pero creo que más útil sería que ellos fueran a mi curso, por ejemplo.
Héctor Noguera cita el caso de una actriz mayor que se quejaba y decía: “Soy vieja; no soy guagua. Por favor, hagan la diferencia y no me digan ñuñuñuñuñuñu, porque así se trata a las guagüitas. A mí trátenme como a una persona mayor”. Agarrándonos de este paternalismo bien intencionado, le preguntamos a Daniela, el porqué de esos tratos que infantilizan a los mayores.
Comenta: “Eso responde a la lógica de ver a las personas viejas como objeto de cuidado y no como sujeto de derecho. Es verdad que con la edad se van perdiendo algunas capacidades psicológicas y que algunos aspectos de la inteligencia se pueden lentificar, pero nadie dice, por ejemplo, que la experiencia, que es la base del buen criterio, tan escaso entre la población general, sí está mucho más presente en los mayores”.
La especialista menciona un concepto novedoso: la inteligencia cristalizada, que se opone a la fluida, y que es la más presente entre los mayores. “No se tratar de caer en el estereotipo de que todos los viejos son sabios, pero está estudiado que con los años se puede desarrollar un pensamiento más complejo, que considera matices, que tolera mucho mejor la incertidumbre, porque los mayores se han bancado muchas más experiencias no controlables y las han superado. Esa capacidad nunca la consideramos como recurso, pero está. Existe en los mayores”.
Reconocer lo positivo de la vejez es un buen antídoto contra el edadismo. Daniela es clara. Dice de sí misma: “Yo tengo 55 años y espero que se me escuche como una mujer de 55. Si alguien dijera de mí: ´Esta galla habla como una cabra de 15´, yo me sentiría re mal, aunque me encantaría verme en bikini como lucía a los 15. Tenemos que aprender a integrar el valor de la edad, con las pérdidas y los dolores que a uno le tocan en la vida. Yo me dedico a investigar las pérdidas en la vejez, no sólo la muerte, sino en una sentido más amplio. Se trata de cómo las personas mayores afrontan las pérdidas, y uno se lleva sorpresas increíbles. Justamente porque haber lidiado con ellas es una potente fuente de crecimiento y desarrollo”.
Daniela Thumala: ¿Por qué dejarse las canas?
-Tenemos al presidente más joven del mundo, ¿es esperanzador para los viejos de Chile? ¿Cómo ves a este gobierno de gente joven frente a los problemas urgentes de la vejez?
-Efectivamente, es un gobierno de gente muy joven, lo que me parece muy bien, pero no significa que un gobierno de gente vieja sea malo. Sé que lo que ha planteado la nueva administración es la posibilidad de instalar un sistema integral de apoyo al cuidado, que es algo que se viene conversando desde hace rato. Yo diría que forma parte de las urgencias, porque el cuidado de una persona mayor que está en condición de dependencia, ya no es como antes, cuando las mujeres estaban en la casa y no participaban de lo público. Hoy una persona mayor dependiente puede necesitar quince, veinte años de cuidado, lo que revienta a las familias, que son cada vez más pequeñas. Las revienta por el costo económico, el desgaste psicológico, la especificidad del cuidado. Para este tema, debe haber una respuesta a nivel social, no sólo familiar. Ese es un tema urgente, básico. El otro es el de las pensiones. El Senama, con el que me ha tocado trabajar desde hace muchos años, con los distintos gobiernos de turno, no da abasto y requiere mucho más presupuesto. O sea, la preocupación del gobierno está en lo urgente.
-¿Cómo desde las personas se puede estimular un envejecimiento positivo?
Daniela hace notar casos de pacientes con Parkinson, que pese a todo mantienen la creatividad. Y sostiene: “Tenemos que integrar el dolor, la enfermedad y la dependencia, a la vida, porque no existe la existencia aséptica. Considerar que la vejez que no se nota es la buena, tiene mucho de edadismo. La vejez es la vejez y hay que aprender a lidiar con ella”.
-Suena lógico, pero no parece nada fácil.
-Yo me interesé en el estudio de la vejez a partir de cómo los mayores lidian con la pérdida, cuestión que no es controlable. Cómo se las arreglan con la enfermedad, la proximidad de la muerte, la vivencia del duelo; siguiendo estos temas, he aprendido mucho de cuestiones existenciales profundas. Una vez una mujer mayor joven, en los 60 años y poco, que se estaba quedando inexorablemente ciega, me dijo: “Toda la gente se pregunta por qué a mí, yo prefiero preguntarme por qué a mí no”. Hay que rescatar los aspectos luminosos del envejecimiento, sin miradas ligth, sin hacerle el quite al dolor.
-Explícame algo que parece anecdótico: ¿por qué te dejaste las canas?
-Provengo de una familia de canosos desde muy jóvenes. Mi mamá se dejó las canas, y yo encuentro que se ve bonita. Además, si yo hablo de no temerle al paso del tiempo, me parece que es un acto de coherencia. Durante la pandemia, decidí hacer el ahorro en plata y sobre todo en tiempo que representa no teñirse. Además, a mí, el pelo me crece demasiado rápido.
-Y se produce eso a lo que en la peluquería llaman “el efecto raíz”.
-Claro–dice, riéndose. Y comenta: –Vi mucho tutorial y pensé que peor de lo que estaba, no iba a quedar y me las dejé y ya. Igual, no soy militante de las canas. Cada uno sabe lo que le acomoda. Lo interesante es ver cómo la vejez es un espejo del sentido de la vida. Aunque te hagas la cirugía plástica cien veces, te vas a ver como una vieja con cirugía plástica. El punto es cómo vivir bien envejeciendo. Aquí es interesante la teoría de la selectividad socioemocional, desarrollada por la psicóloga de Stanford, Laura Carstensen. Ella dice que en la vejez es cuando hay que replantearse las prioridades y que es una tremenda oportunidad. Yo pienso que quizás sea bueno que haya más gente mayor que nunca en la historia viviendo junta, porque es una oportunidad para acercarnos a la trascendencia. Existe el concepto de la gerotrascendencia e investigaciones que demuestran que mucha gente mayor disfruta de buenos niveles de bienestar en esta etapa, porque ha desarrollado una parada frente a la vida más profunda y con un mayor sentido.
Y frente a eso no hay edadismo que aplaste.
Si te importa la soledad de los adultos mayores, involúcrate