“Alberto es mi mejor compañero en la universidad”
Esta joven descubrió su vocación a los 15 años leyendo los escritos del padre Hurtado en su etapa estudiantil, cuando, como ella, se quemaba las pestañas leyendo el Código Civil. “Un Fuego para la Universidad” despertó en ella la búsqueda de la justicia social y la convirtió en fan del santo chileno al que considera un precursor en Derecho Laboral y un hacedor del bien que no se quedaba en el blablá.
Por Ximena Torres Cautivo.
28 Agosto 2023 a las 20:15
“Alberto Hurtado es mi mejor amigo. Ando siempre con su foto, le pido auxilio en los exámenes y le digo: ´Tú, que también pasaste por lo mismo, explícame, ayúdame a entender la materia´”, nos cuenta, intensa y apasionadamente, la joven egresada de Derecho en la Universidad Católica, Gabriela Dañín (26).
Muy alta, intensa, elocuente, se entiende que su vocación sea abogar, aunque sus padres sean médicos. Cuenta que tenía 15 años, cuando en un encuentro de jóvenes católicos en el Parque Bicentenario, alguien le regaló el libro “Un Fuego para la Universidad”, que contiene mensajes de Alberto Hurtado a los estudiantes cristianos, y forma parte del conocido “Un Fuego que Enciende Otros Fuegos”. Este último es la recopilación de escritos del padre Hurtado hecha por el jesuita Samuel Fernández para su canonización en 2005.
–Yo estaba en primero medio, cuando fui con mi curso del Colegio Santa Cruz de Chicureo, al que adoro, a esa actividad. Un sacerdote me dijo: “Te quiero regalar este libro con la condición de que lo leas”. Yo estaba muy emocionada. Al llegar a casa, me puse a leer y no paré hasta terminarlo. Para mí fue una tremenda inspiración. Decidí que sería abogado, como él, que eso era lo que quería hacer con mi vida.
Gaby prendió como pasto seco. Descubrió que quería seguir los pasos del santo chileno, pero en los años en que ni siquiera era cura, y menos se planteaba la idea de la santidad. Hoy está a punto de ser abogada y, en paralelo, pertenece a la CVX, Comunidad de Vida Cristina de la Compañía de Jesús, y a TiempoMagis, la red juvenil ignaciana, en su parte editorial.
–Definiste su vocación por el Derecho, leyendo a Alberto Hurtado.
–De verdad, sí. Hoy el libro lo tengo todo rayado. O sea, no rayado, porque soy de las que cree que los libros no se rayan. Pero lo tengo lleno de post it, todo marcado. Creo que poco se habla de la vocación social que tienen muchos abogados. Hay mucho estereotipo en torno a la profesión. Mucha mala fama. Para mí todo el Derecho se vincula a esa famosa frase del padre Hurtado que dice que “la caridad empieza donde termina la justicia”, y él era abogado. Sabía de lo que hablaba. Ahí está el sentido de su vocación y de la mía: la búsqueda de la justicia.
Ese es el estándar que ella le pone al Derecho. Una visión ética en su ejercicio. Sostiene:
–El padre Hurtado hizo dos tesis en Derecho, siendo estudiante. Una fue sobre el trabajo infantil, que en su época era un escándalo social, y otro sobre las costureras que vendían su trabajo a fábricas de confecciones en condiciones de explotación. Más allá de que llevan su firma, lo más interesante en el mundo del Derecho es que él habla de Derecho Laboral antes de que naciera en Chile el Código del Trabajo, el que fue aprobado por el Congreso en 1931, ocho años después de que él se recibiera de abogado, en 1923. Fue un avanzado, un adelantado a su época.
El largometraje del fallecido cineasta Ricardo Larraín, “¿Quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal?”, hecho para su canonización, narra de manera emocionante la presentación de su tesis de título frente a un cuerpo de evaluadores absolutamente masculino. O sea, más de una decena de camisas llenas de ojales que jamás se habían imaginado cuánto esfuerzo y sacrificio había detrás. “Nuestra camisas están llenas de lágrimas de mujeres pobres”, los interpela, llorando de emoción, un joven Alberto Hurtado.
NO TANTO BLABLÁ
–Fue un precursor en temas de Derecho Laboral. En su época, casi todo el Derecho se miraba desde el lado privado. La perspectiva social estaba completamente ausente. Es él quien empieza a señalarla. El que recalca que como sociedad debemos estar pendientes de los trabajadores y de sus derechos. Es muy interesante leer sus escritos jurídicos; son impactantes porque muestran la potencia de su visión y el cómo fue evolucionando. Su mirada, marcada por la justicia social, es súper inspiradora.
Gabriela, que se embala al hablar, hace notar que nuestro Código Civil es de 1857, por lo tanto, Alberto Hurtado y ella debieron leer y aprender lo mismo. En especial, ahora que le tocó prepararse para su examen de grado. Dice que ha sido tan estresante este período que ha llegado a preguntarse si vale la pena. Pero “Albertito”, como le dice a su amigo estudiante de Derecho, al que lleva siempre consigo en una foto de los años 20, la ha dado las fuerzas para seguir.
Lamenta que hoy todo se juegue en un examen con 3 profesores y que no les den a los estudiantes la alternativa de hacer una tesis de licenciatura, como hizo “Albertito”.
–¿Crees que el joven Alberto tenía conciencia de género o era tan machista como los señores que evaluaron su tesis de título sobre las costureras?
–Uf, qué gran pregunta. Sí a mí me dijeran que puedo volver atrás en el tiempo y conversar con alguien, elegiría al padre Hurtado. Yo creo que no podemos mirar con los ojos del hoy el ayer, porque los contextos son muy distintos. Creo que su mensaje es independiente de las diferencias de género actuales. Él miró a las costureras porque eran pobres, explotadas. Él se ocupó de todos los pobres, con una conciencia social muy amplia. Creo que él hoy seguiría convencido de que, independiente del tema de género, nacionalidad, raza, lo que tenemos que hacer es unirnos para solucionar toda la precariedad y la pobreza que nos sigue asolando como sociedad hasta hoy.
–¿Qué problema social de hoy lo escandalizaría y golpearía con mayor fuerza?
–Lo que más le llamaría la atención, pienso, sería el Sename, el actual servicio Mejor Niñez. Todo lo que está pasando con los niños y niñas y adolescentes de nuestro país de verdad es un escándalo. También el abandono y soledad de los adultos mayores. Si bien en ambos temas hemos avanzado en relación a su época, sigue existiendo precariedad y desgaste en el sistema. Llevamos años quejándonos de lo mismo y no hay avances.
–¿Y qué atributo suyo es el que nunca deberíamos perder?
–El hacer. Él era mucho de decir, pero era mucho más de hacer. Era estudioso, reflexivo, pero notablemente ejecutivo. No se quedaba en el puro blablá. Eso es lo que falta mucho hoy. Todos hablan y hablan: el gobierno, los parlamentarios, los académicos. Pero falla la praxis. Dónde está el hacer, el lograr avances. Eso no se ve. Nos falta el hacer de Alberto Hurtado. Somos las personas que hacemos los cambios. Debemos tratar de ser siempre buenas personas, de hacer las cosas bien. Debemos además castigar a quienes hacen mal las cosas o se aprovechan de otros. Sólo así vamos a mejorar como sociedad.
Si te inspira la pasión de Gabriela por la justicia social, involúcrate.