Después de trabajar toda su vida en la construcción, René Mancilla es cuidado por su hija María Gloria, quien luce cansada y abatida. Esto porque además de trabajar para ganar su sustento, debe arreglárselas para cuidar de su padre que tiene artrosis severa y trastorno neurocognitivo. “Nosotros somos pobres y por eso nadie nos viene a ver”, se lamenta, ella.
Por María Teresa Villafrade/ Fotografías: Sebastien Verhasselt
4 Enero 2024 a las
15:28
En una modesta vivienda construida por sus propias manos, René Mancilla (87) pasa sus días sin más compañía que la de su hija Gloria (64), quien debió abandonar Santiago para ir a Puerto Varas a cuidar de él.
“Soy su única hija mujer y su única ayuda”, reclama Gloria. “Hago todo en la casa, le cocino, lavo su ropa, velo por todas sus necesidades. Incluso debo dejarlo mudado antes de salir a trabajar, porque usa pañales. Él queda solo mientras salgo”, revela.
René Mancilla junto a su hija Gloria en el taller donde él acostumbraba maestrear.
Hasta la pandemia de 2020, René se las ingeniaba solo sin problemas, pese a haber quedado viudo una década atrás. Su esposa, Faumelisa Espinoza, había sido una activa voluntaria del Programa de Atención Domiciliaria Adulto Mayor (PADAM) de Hogar de Cristo en Puerto Varas.
Y por esas cosas de la vida, ahora él es beneficiario del dispositivo social que brinda apoyo a personas mayores vulnerables y que integran la trabajadora social Roxana Barrientos, jefa del PADAM, y Carolina Aguilera. Ellas cuentan que él empezó hace un par de años a tener problemas de audición y, además, le diagnosticaron artrosis severa y un trastorno neurocognitivo.
María Gloria Mancilla, su hija, se dio cuenta del estado de abandono en que estaba su padre y decidió dejar su vida en Santiago para hacerse cargo de él.
Nos muestra todos los rincones de la modesta vivienda forrada en las características tejuelas de alerce de las casas de la zona, que su padre levantó con mucho esfuerzo en su época de obrero de la construcción. En el segundo piso están las habitaciones de ella y su progenitor, en tanto el único baño se encuentra en el primer piso.
A Gloria le gustaría acomodar en el primer piso a su padre, pero por ahora le es urgente un baño químico.
“La escalera es tan estrecha que prácticamente no puede bajarla solo, porque se puede tropezar y caer. Mi mayor miedo es que se fracture”, dice, imaginando lo peor.
Su principal urgencia es que alguien le done un baño químico portátil para que él no tenga que bajar al primer piso cuando necesite ir al baño.
“Eso por ahora es lo más urgente, pero la solución definitiva para él sería bajar su cama al primer piso, habilitarle un espacio y hacer una puerta para que pueda acceder directamente al baño”, concluye con preocupación
CARABINEROS EN SU PIEZA
María Gloria, visiblemente abatida, recuerda un momento crítico que vivió hace poco:
“Ese día estaba tan cansada por la jornada de trabajo que no termina nunca, que me acosté rendida. Y a las tres de la mañana, me despiertan carabineros que habían entrado a la casa y estaban de pie en frente mío, al lado de mi cama. Resulta que mi papá había salido y deambulaba perdido por las calles del sector. Alguien avisó a Carabineros y fueron a buscarlo para traerlo a la casa”.
René Mancilla escucha atentamente y solo atina a comentar que tienen que arreglarle la pensión básica y que “la magistrada me dijo que el Estado me tenía que hacer un sueldo”.
Un lugar destacado en el living tiene la foto de René en sus tiempos de juventud.
Al preguntársele qué necesita, él hace gesto con las manos para expresar dinero chasqueando los dedos y se ríe.
María Gloria lo mira y agrega que los pañales no le duran mucho y que debe comprar leña casi todas las semanas. “En el sur se necesita mucha leña, para él sobre todo porque no puede estar sin fuego. Anda siempre con frío. Hace poco se le quebró la placa dental y no tengo dinero para llevarlo al dentista y arreglársela en Puerto Montt. No puede comer bien”.
Su mensaje final de auxilio lo acompaña con esta frase: “Nosotros somos pobres y por eso nadie nos viene a ver”. Las únicas que están siempre visitándola y alentándola son las integrantes del equipo PADAM de Puerto Varas: Roxana Barrientos y Carolina Aguilera, además de una amiga que en ese momento pasó a saludarla.
“Ambas son un gran apoyo para mí, porque muchas veces no tengo con quién hablar”, concluye Gloria.