Los mayores lideran trabajo pro bono en Chile
Cada 5 de diciembre, se celebra el Día Mundial del Voluntariado. Esta es una fecha que busca reconocer la importante labor solidaria que realizan tantos de forma ad honorem. Un estudio señala que este grupo creció levemente este 2023 y que quienes lo lideran tienen sobre 60 años. Es el caso de la “tía Anita” de Quellón. Tiene 89 años. Conoce aquí su historia.
Por María Luisa Galán
5 Diciembre 2023 a las 18:29
Buenas noticias en el ocaso de este 2023. De acuerdo a la recién publicada Encuesta de Voluntariado y Solidaridad realizada por fundación Trascender y la consultora Criteria, el voluntariado creció a un 24 por ciento. Cuatro puntos más que el 2022.
Una cifra que alienta pero que aún no recupera su nivel pre pandémico, cuando la participación en acciones solidarias era de un 32 por ciento el 2019.
La radiografía al voluntariado en los últimos doce meses tiene datos importantes. Quienes realizan actividades prefieren hacerlo a través de grupos de vecinos, familiares o amigos organizados. Le siguen las fundaciones u ONGs, quienes presentan un descenso de cuatro puntos. Lo mismo con grupos religiosos, alcanzando el tercer lugar y manifestando una baja de cinco puntos con respecto al año pasado. Esta caída, según analizan en la investigación, estaría explicada principalmente por el escándalo de los convenios.
Un dato que llamó la atención es que a nivel etario, lideran el voluntariado las personas sobre 60 años. Este grupo alcanza el 30 por ciento, seguido por quienes tienen entre 45 y 54 años.
Es el caso de Lastenia Hernández, pronta a cumplir 89 años. Profesora normalista de profesión, madre de cuatro hijos y voluntaria desde hace treinta años en la hospedería de Quellón. Es, de hecho, una de las fundadoras de este programa en la ciudad.
La “tía Anita”, como la conocen, recuerda que por el año 1994 se conversaba en su grupo parroquial sobre la necesidad de crear una hospedería. Esto, por la gente que venía del campo o las islas vecinas a Quellón. Algunos por necesidad o porque estaban de paso para esperar un barco. La parroquia les cedió una sala, se contactaron con la oficina del Hogar de Cristo en Castro y formaron una filial en la ciudad puerto, conocida por el famoso valsecito chilote.
Al principio, todo era a pulso. Se conseguían las camas, la comida, todo. ¿La motivación? “Era la necesidad que tenía la gente especialmente de campo. Mucha gente que no tenía a veces dónde comer un plato de comida. Entonces había necesidad de atención, había esa necesidad latente”, sentencia Lastenia.
Pronto, el Hogar de Cristo contrató personas para hacerse cargo de la hospedería. Pero la “tía Anita”, quiso seguir como voluntaria. Para esa fecha, ya estaba jubilada. Comenta: “Soy voluntaria con v mayúscula. Siempre fui voluntaria. Yo conseguía muchos alimentos. Y después de las horas de trabajo tenía que salir a cobrar las cuotas. Así como yo había otros que cobraban las cuotas a la gente que cooperaba. Esa plata era para salvarnos de la situación de algún pago extra o algún alimento”. Actualmente, ya no lo hace. “Ya no me da la salud”, dice. Y se entiende, pero aún sigue activa cuando la requieren.
-¿Qué la ha motivado a ser voluntaria durante treinta años?
-Ahora no participo como antes. No me he separado del Hogar, siempre me tienen como voluntaria a pesar de que a veces no me alcanza por las otras actividades que hago. Pero uno se disculpa y aquí nos conocemos todos, así que ya saben que es verdad. Yo soy la más vieja de todos están ahí. Pero todavía puedo. Gracias a Dios, mi cabeza no anda mal.
Lastenia, precisamente, cuenta que además de ser voluntaria en el Hogar de Cristo, colabora con bomberos, con el hogar para adultos mayores Santa Marta y asiste a talleres de tejido. “Se me acumulan las cosas, así como el día de hoy, así que me disculpé con el padre. Pero como digo, nos conocemos y sabemos si estamos mintiendo”, aclara, preocupada de cumplir siempre.
-¿De dónde nace su solidaridad?
-Mi mamá fue directora de una escuela de campo y mi papá agricultor. Mi mamá ayudaba mucho a la gente campesina cuando estaban enfermas. Eso lo que vivimos nosotros en el campo. Después yo salí a estudiar y ya mi mamá quedó sola porque yo soy la mayor de diez hermanos. Fuimos once pero hay dos muertitos. Así que fuimos trece. Pero sabemos lo que es una necesidad. Del hambre. No, nosotros, gracias a Dios, pero lo sabemos porque llegaba a la casa mucha gente.
La “tía Anita” es muy querida en Quellón. Considerada una ángel y muy comprometida por la causa del mayor activista social del siglo 20, Alberto Hurtado. “Siempre creo que el Padre Hurtado nos ayuda con todo”, dice.
Tiene anécdotas, muchas. Recuerda una en especial. Cuenta: “Llegó a hospedarse un caballero que tenía lancha, tenía todo que le permitía pagar una residencial. Pero contó a la administradora, que él traía una carga de choritos y que se lo iban a recibir en el muelle. Pero no se lo recibieron y tuvo que botarlo al mar. Quedó cero peso y venía con su tripulación. Entonces el Hogar de Cristo le dijo que estaba bien, que podían a dormir una o dos noches, mientras esperaban trasladarse a Melinca. Se fue agradecido. Y, de repente, un buen día llegó a la hospedería con un tremendo paquete de frazadas de regalo”.
Agrega: “Pero después se recibió gente del norte y como las ventanas daban a la calle, no nos dábamos cuenta cuántas frazadas iban sacando. Son historias de poca importancia pero dignas de recordar”.
Hasta el 8 de diciembre, el Hogar de Cristo estará con su Colecta Anual para Superar la Pobreza. Es primera vez que la fundación se embarca con este formato virtual. El desafío es enorme, pero no imposible. Hay cientos de voluntarios que en este momento se están guardando la vergüenza de pedir dinero para contribuir y mejorar la calidad de vida de miles de personas en situación de pobreza.
Lastenia, la “tía Anita”, lleva treinta años colaborando. Y no sólo con su trabajo voluntario, a veces también con dinero para las actividades de la hospedería. Es que las necesidades son muchas y los recursos pocos. Pero todo suma.