“Hay una palabra que nos une: solidaridad”
Hace más de tres años que la trabajadora social colabora con la Residencia para Personas en Situación de Calle de Iquique. Aporta con lo necesario para las diversas celebraciones en el año. E incluso, en ocasiones, apoya también el programa que la fundación tiene en Colchane. Todo esto, inspirado por su hija Matilda, que asiste a Teletón por una parálisis cerebral. Esta es una historia sobre gratitud e inclusión.
Por María Luisa Galán
25 Octubre 2022 a las 19:38
“Busqué una forma de volver a Dios, en las bondades. Fue un símbolo de gratitud, dado que hace cinco años fui mamá. Mi hija tuvo un paro cardiorrespiratorio, por el cual ahora tiene parálisis cerebral. Si bien fue un proceso complejo, nos sentimos bendecidos por las personas que nos han acompañado y las cosas que hemos ido recibiendo sin pedirlas ni esperarlas”.
Así explica Karen Jiménez (36) por qué se alistó hace más de tres años como voluntaria de la Residencia para Personas en Situación de Calle del Hogar de Cristo, en Iquique.
Es trabajadora social y, dada la condición de su hija, no ejerce para dedicarse a su cuidado. Pero tal como relata, como un gesto de gratitud por las oportunidades que han tenido, decidió colaborar con el Hogar de Cristo. Primero donando ropa y luego llevando alimentos y útiles de aseo a las familias migrantes a otro programa de la fundación ubicado en Colchane. También, junto a su familia y la colaboración de amigos, apoyan las fiestas de Navidad, cooperando con lo necesario para una linda celebración y apadrinando con regalos. “Es una manera de agradecer a Dios lo que nos brinda y qué mejor que poder dar a alguien que lo necesite”, remarca.
Karen también está muy ligada a la Teletón, por su hija Matilda. Y por estas fechas, cuando se avecinan las “24 horas de amor”, lleva alcancías, afiches y recuerdos al programa. “Al final, hay una palabra que nos une: la solidaridad. Todos los que podemos, debemos dar y apoyarnos entre todos. Eso nos hace bien a todos”, comenta.
Por situaciones que desconoce, Matilda tuvo un paro cardiorrespiratorio cuando mamaba. Fue silencioso y recién se percataron cuando distintas partes de su cuerpo se empezaron a poner moradas. Afortunadamente, aún estaba en la clínica cuando ocurrió todo, así es que el equipo médico pudo salvarle la vida.
Karen, cuenta: “Hoy es una niña saludable. Está logrando, a nivel motor, caminar de forma independiente. Es una niña alegre, inteligente, va al jardín. Siempre agradecemos a Dios la vida de Matilda. A los dos meses, después de 32 días en la neonatología, ingresó a Teletón”.
Lo único que Matilda necesitaba para ingresar a Teletón era un diagnóstico. Así, ingresó sin importar su situación económica. “Creo que saben cuándo una mamá o papá llega por primera vez. El trato es cuidadoso, amable. Uno llega a un espacio donde la realidad de los pacientes es la misma, la discapacidad. Algo que cuando uno va a ser mamá no lo imagina ni espera, entonces llegar a Teletón nos permitió sanar. Y, con el apoyo de los profesionales, vivir con esta nueva situación de Matilda, adaptarnos y aceptarla de manera muy rápida, sin sufrir. Nunca sufrimos la verdad”, dice.
-¿Te costó encontrarle jardín infantil?
-Me costó mucho más a mí, como mamá. A los 18 meses nos dijeron en Teletón que debía ir al jardín por la sociabilización. Encontramos uno, donde la educadora me permitió acompañarla. Sin embargo, durante la pandemia se generó una situación que me desmotivó. En las clases virtuales, se empezó a segregar a Matilda. Sólo a ella la silenciaban, sólo a ella que no fuera a ciertas clases. Lo entendí tiempo después, cuando me explicaron que una mamá habría reclamado porque Matilda balbucea, no tiene un lenguaje verbal actualmente, y golpea la mesa porque tiene unos movimientos espontáneos. Y eso desconcentraba a su hijo. Yo lo entiendo, pero me lo explicaron muy tarde. Tomaron las medidas sin decirme por qué. Eso me desmotivó y hablando con otros me dijeron que había sido una discriminación en el actuar. Seguramente, no querían hacerme daño, pero fue más dañino desde la emoción. Y encontrar un jardín después de esto, fue difícil.
Mientras buscaban otro espacio, y coincidiendo con la ola más alta de la pandemia, Matilda estuvo en casa con una educadora particular. En la pesquisa de otro jardín, le recomendaron uno pero sólo le permitían ir a los talleres, como yoga. Algo complicado dado su condición motora. A eso, se sumó que tenía que ir con una asistente particular, porque no tenían especialista.
Al final, hallaron uno donde la directora les dijo: “Mira, aquí recibimos niños y niñas. No tenemos los especialistas, pero sí la atención y el cariño que su hija necesita”. Agrega: “Ha sido lo mejor. Hay integración, inclusión. Se ha dado una dinámica muy buena para todos porque es un aprendizaje tanto para los niños como para Matilda. Ellos aprenden que en su vida se van a encontrar con personas en sillas de ruedas, que no se pueden comunicar de forma verbal”.
-¿Falta integración?
-Sí. Creo que estas generaciones son las que están abriendo las puertas. Las mamás ya no escondemos a nuestros hijos. Antes no había acceso universal, programas de integración escolar, especialistas. No ha sido un camino fácil, falta en temas de educación. Pero de a poco sí se han ido abriendo caminos. Los niños y los jóvenes en situación de discapacidad también han tomado protagonismo. Hay líderes con parálisis cerebral en redes sociales para concientizar, informar situaciones que cuando ella era chica le costaron. Me emociona que los niños vean a Matilda como una compañera más y que participe de los actos con todos. Sin duda, cuando sean adultos, van a ser mejores personas porque van a ser capaces de entender la diversidad y la realidad las personas con discapacidad.
Karen, finaliza: “La Teletón, los dos días de transmisión, es el único espacio televisivo en Chile y en pocas partes del mundo, en el que la discapacidad es la protagonista. Y, a través de sus historias, muestran la realidad. Se sensibiliza y se visibiliza una situación y realidad que después no se vuelve a mostrar. Es lo rico de abrir las puertas, tal como lo hace el Hogar de Cristo que brinda oportunidades a los jóvenes que viven en la residencia. No sólo de comida y abrigo, sino de cariño y atención, que son las cosas que todos necesitamos para sentirnos bien”.