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Mil párvulos en lista de espera en Calama:

Y un jardín que ofrece oportunidades a 28

El jardín Nido de Puri, ubicado en La Villa Portal del Inca VI, se erige como un refugio para 28 familias en riesgo social. Con casi mil niños y niñas en lista de espera para acceder a jardines infantiles en Calama, este establecimiento organizado con el sistema Montessori representa un espacio de transformación y contrasta con los jardines informales que proliferaron durante y post pandemia.

Por Matías Concha P.

16 Julio 2024 a las 15:30

Detrás de una gran muralla coronada de púas, en La Villa Portal del Inca VI, se encuentra el jardín infantil Nido De Puri de Hogar de Cristo en Calama, que a primera vista, podría parecer más un bunker que un lugar de aprendizaje.

–La vida de los niños aquí es dura; enfrentamos drogas, delincuencia y violencia a diario–explica Claudia Colque (32). “Ha habido veces en que, mientras los niños jugaban seguros dentro del jardín, afuera se oían disparos. Es una realidad difícil, pero las educadoras siempre han sabido crear una especie de burbuja protectora para los niños, un lugar donde pueden sentirse seguros”.

Jardín infantil Nido De Puri de Hogar de Cristo

Claudia Colque, boliviana, lleva 13 años en Chile. Su hijo Thiago, de apenas 3 años, se educa en el jardín infantil de Hogar de Cristo desde hace casi un año. “Sin este jardín, simplemente no podría trabajar”, afirma. Desde hace siete años es auxiliar de aseo en un terminal de buses de Calama, con un horario exigente: trabaja seis días a la semana y descansa uno.

–Me levanto a las cinco de la mañana, llevo a mi hija al colegio y después voy corriendo a dejar a mi hijo al jardín. Luego corro al trabajo, donde me quedo hasta casi de noche. Esta rutina, aunque común para muchas mamás de Calama, me hace muy difícil la logística con el jardín.

¿Cómo te afecta?

–Hay días en que no almuerzo para poder salir antes y ver a mis hijos. Por eso me siento afortunada de que mi hijo esté aquí. Acá entienden mi realidad; donde yo vivo los jardines son complicados y la mayoría de las mamás prefiere tener a sus guaguas en la casa. Con decirle que en uno de ellos, las educadoras me juzgaban, diciéndome: “A la horita que venís llegando. ¿En qué andabas? El niño es tuyo, no mío”.

Hoy, menos de la mitad de los niños menores de seis años en Chile asiste a un establecimiento educacional. Las matrículas en educación parvularia han bajado ostensiblemente. Lo más grave es que, según la Casen, el 61% de los niños de entre dos y cuatro años que no asiste a educación parvularia pertenece al primer o segundo quintil más vulnerable.

Claudia Fasani, educadora de párvulos y jefa nacional de educación inicial del Hogar de Cristo, que administra 35 salas cuna y jardines infantiles a lo largo de Chile, aborda esta realidad, diciendo:

–Esto revela que no existe una valorización adecuada de la educación parvularia, lo que es un tremendo error. En las familias más vulnerables, además, surge la desconfianza. La reflexión que hacen las madres es: “Mejor tenerlo en casa golpeando una olla con una cuchara, donde yo pueda verlo, que en un lugar donde lo pueden tratar mal”.

¿Qué justifica esta desconfianza? 

–El agotamiento de estos tiempos. El agobio, la necesidad de sobrevivir a la dureza del día a día. Las madres no quieren que les exijan, que las juzguen: “A la horita que venís llegando, seguro que estuviste consumiendo. Tenís que traer tres rollos de papel confort al mes, venir a las reuniones de padres y apoderados y mantener a tu guagüita sin piojos”. Nosotros tratamos de tener programas flexibles para la familia. Sin juicios ni prejuicios. Acogedores. Convertirnos en un espacio de contención, porque lo que las familias piden a gritos es ayuda, no exigencias.

Claudia Colque y su hijo Thiago, de apenas 3 años.

Claudia Colque y su hijo Thiago, de apenas 3 años.

LA LARGA LISTA DE ESPERA

Un grito agudo interrumpe el murmullo habitual de los niños del jardín infantil Nido De Puri de Hogar de Cristo, en Calama. Eylen, de 2 años, acaba de lanzar un muñeco al piso. A un lado, su madre, Daniela Bravo (28), se arrodilla y extiende las manos. “Vamos, Eylen, respira conmigo”, le dice.

—Llegar aquí fue un alivio —comenta Daniela, visiblemente cansada—. Nuestra hija tiene autismo en grado 2. No logra comunicarse, se descompensa y es difícil calmarla o controlarla. Nos rechazaron de otros jardines. Al final, estuvimos en lista de espera durante meses, fue desesperante.

Daniela logró matricular a su hija, Eylen, en marzo de 2024, pero su caso es reflejo de un problema más amplio. A junio de 2024, cerca de 926 niños y niñas en Calama están en listas de espera para acceder a educación parvularia.

Director regional de JUNJI

Alejandro Rodríguez Salinas, director regional de JUNJI Antofagasta, describe los esfuerzos en marcha para expandir la capacidad de atención en la región: “Estamos colaborando con el municipio para localizar terrenos disponibles que nos permitan construir nuevos jardines infantiles. También participamos en la Mesa de Inversiones de la Delegación Presidencial, buscando oportunidades en los Planes Urbanos Habitacionales del Serviu y gestionando concesiones con Bienes Nacionales. Pronto iniciaremos la construcción de un nuevo jardín en Calama, que atenderá a 40 lactantes y 84 párvulos”, afirma.

Mientras tanto, la extensa lista de espera ha llevado a varias familias de sectores vulnerables de la ciudad a buscar soluciones desesperadas, optando por inscribir a sus hijos en jardines infantiles, salas cuna o guarderías no regularizadas.

Jardines no regularizados

–Durante la pandemia se abrieron muchos jardines no regularizados porque, obviamente, los padres tuvieron que recurrir a ellos –explica Teresa González, directora del Jardín Infantil Nido de Puri de Hogar de Cristo–. Necesitaban trabajar y los jardines oficiales estaban cerrados, pero estos lugares siguen funcionando hoy debido a la situación económica que vive el país. No fue un fenómeno exclusivo de la pandemia. Actualmente, cerca de mil niños y niñas en Calama no están recibiendo los estímulos cognitivos ni el fomento de la autonomía y la curiosidad que necesitan.

Lo alarmante es que el número de salas cuna, guarderías y jardines infantiles no regularizados en Calama sigue siendo una incógnita, y ningún organismo posee esa información.

Daniela Bravo y Eylen, su hija.

Daniela Bravo y Eylen, su hija.

Alonso Fernández, seremi de Educación de la Región de Antofagasta, hace un llamado: “Hay que confiar únicamente en salas cuna o jardines infantiles que estén debidamente certificados”. Además, destaca la campaña “En Comunidad Nos Certificamos”, promovida por la Subsecretaría de Educación Parvularia, la cual tiene como objetivo “educar a las familias sobre la relevancia de la certificación en estos centros educativos”.

En Chile de las 5.878 salas cuna y jardines infantiles que deben obtener certificación, apenas 1.914 lo han logrado. Eso representa un avance del 32,56%. En lo que respecta a los centros que operan con fondos públicos, de un universo de 3.708, solo 1.404 cuentan con el aval del Ministerio de Educación.

–Lo cierto es que la oferta pública no alcanza para satisfacer las necesidades de las familias– opina Katherine Valle, presidenta nacional de la Asociación de Administrativos, Auxiliares, Técnicos y Profesionales de la Junta Nacional de Jardines Infantiles–. Además, son escasos los jardines que disponen de horarios extendidos adaptados a los ritmos laborales de los padres. A esto se suma que la legislación actual muestra debilidades en la supervisión de estos espacios no regulados, lo que permite su existencia y proliferación.

POR FIN MI HIJA SE COMUNICA 

Desde que Eylen ingresó al jardín Nido de Puri de Hogar de Cristo, que atiende a 28 niños y niñas de sectores vulnerables de la ciudad, comenzó a comunicarse. Este avance se atribuye al método Montessori de las educadoras, que promueve el aprendizaje al ritmo del niño en un entorno estimulante y ordenado. Cada elemento del aula está diseñado para fomentar la comprensión y el desarrollo integral de los niños.

–Antes de que ella entrara al jardín, estaba casi todo el día en la casa —dice la mamá de Eylen, Daniela Bravo—. No tenía contacto con otros. Su autismo no le permitía socializar, y nosotros tampoco sabíamos cómo ayudarla. Pero desde que llegó aquí, ha logrado expresarse. Por ejemplo, tiene unas cajitas en el jardín especialmente para ella. Cuando se pone nerviosa o empieza a gritar, las educadoras le hablan, la relajan, la estimulan con puzles y juguetes que son sólo para ella. Eso ha sido todo para nosotros. Ahora, incluso, tengo más tiempo para mí misma.

Amanda Céspedes

La reconocida neuropsiquiatra infantil, enfatiza sobre la importancia de la educación inicial. “Está comprobado que hay una enorme diferencia entre el niño que llega a la escuela básica habiendo pasado por sala cuna y jardín infantil, frente al que no. El primero tiene una ventaja significativa, con cerca de dos mil días de adelanto en desarrollo comparado con el segundo. Es fundamental que el niño tenga educación inicial desde la más temprana edad”.

En el programa Hora de Conversar del Hogar de Cristo hizo notar que “desde su nacimiento, un niño posee tres veces más células cerebrales que a los quince años. Durante estos años formativos, las neuronas, responsables de habilidades intelectuales, emocionales y sociales, se encuentran en su máximo potencial. Esta concentración de neuronas brinda a todos los niños, sin distinción de raza, género o condición socioeconómica, una oportunidad única para desarrollar plenamente sus capacidades”.

Casen 2022

Lamentablemente, la encuesta Casen 2022 señala que el 79% de los niños que deberían asistir al jardín infantil no lo hacen porque sus padres o responsables consideran que “no es necesario, porque los cuidan en casa”. A esto se suma la escasa oferta pública: casi mil niños y niñas en Calama están en listas de espera y no tienen ese estímulo en los primeros mil días de vida, que son cruciales en el desarrollo futuro.

 

 

 

 

 

 

 

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