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Juntos por Chile:

Historias inspiradoras tras el megaincendio del sur

El viernes 3 de febrero de 2023 es una fecha que recuerda un capítulo amargo en la vida de Insulina, Carlos, María, Ana e Iván. Ese día, ellos debieron asumir que parte importante de sus vidas se había perdido y que, muchos de sus recuerdos dejaron de existir en medio de las llamas de los megaincendios en las regiones de Ñuble, Biobío y La Araucanía. Acá hacemos un repaso de las historias inspiradoras tras el megaincendio y cómo la campaña Juntos por Chile de Hogar de Cristo, ha logrado mantener a flote sus vidas.

Por Matías Concha P. 

31 Mayo 2023 a las 23:28

“Esa fecha ya no se puede olvidar, la hora tampoco, eran como las dos de la tarde”, relata Insulina (87), desde la vivienda de emergencia de 24 metros cuadrados que le entregó el Gobierno y que, a causa de las lluvias, comienza a presentar filtraciones, en el sector de San Ramón Alto en Quillón, Ñuble.

“El incendio empezó temprano, pero el humo hizo que se hiciera de noche, estaba todo oscuro y no eran ni las tres de la tarde… Mi hija, que vivía conmigo, me ayudó a escapar, porque el fuego lo teníamos al lado, casi entrando a la casa, así que no alancé a sacar mis cosas, tenía dos millones 600 mil pesos guardados, pero en la locura se me olvidó y lo perdí todo”.

-¿De qué vive ahora?

– De la pensión básica solidaria de vejez… Ahí me llegan como ciento noventa mil pesos, que me ayudan con la comida y algunos remedios, pero bueno, como dicen por ahí: “Dios da y luego quita”, por ejemplo, el incendio me quitó mi casa pero después me llegó lo justo para empezar a reconstruir lo que me va quedando de vida,  como este refrigerador, una camita, microondas, ropa, sillas.

Insulina se refiere a los enseres entregados por la campaña Juntos por Chile de Hogar de Cristo,  que logró reunir cerca de mil millones de pesos para habilitar interiormente mil viviendas de emergencia. Esto es, camas, mesas, sillas, ropa de cama, utensilios de cocina e incluso refrigerador.

“Mi casa de emergencia estaba vacía, sin nada, con decirle que no sabía dónde iba a dormir, cómo explicarle… Me entregaron la mediagua sin ninguna cuestión, vacía, hasta que llegó un camión con la ayuda… Y si lo recuerdo, aún me pongo a llorar, hoy al menos tengo lo mínimo para empezar a tirar para arriba”, concluye, muy emocionada, Insulina.

En total, fueron 1.857 viviendas afectadas por el fuego en la zona centro sur del país, de las cuales, 151 se ubican en Quillón. Sin embargo, a tres meses de los megaincendios, la campaña Juntos por Chile, logró alcanzar un 80% de la meta, es decir, recaudó 800 millones de pesos para habilitar en total a 800 hogares de emergencia en las regiones de Biobío (466), la Araucanía (168) y Ñuble (166).

A las 16:00 horas

A esa hora, el 3 de febrero de 2023, Carlos Sánchez (68), vendía verduras en el centro de San Ramón, en Quillón, cuando el sonido ensordecedor de la alarma de evacuación por incendio inundó el ambiente.

“Yo estaba con mi señora, pero arriba, donde avanzaba el incendio, estaba mi madre, una mujer de 92 años, que no tenía cómo escapar del fuego, así que tomamos el auto y partimos a buscarla, los bomberos no nos querían dejar pasar pero nos metimos igual… Al final, sí logramos rescatar a mi mamá, pero no alcanzamos a salvar a nuestro perro… ¿Y sabe qué? No lamento haber perdido mi casa, la siembra, la ropa o la televisión, me duele no haber encontrado a mi perro, que era como mi familia”, dice muy acongojado.

Más de 5.000 agricultores resultaron damnificados por los incendios que hace casi cuatro meses asolaron el centro sur de Chile y que, según el último balance de las autoridades, dejan más de 17.000 animales muertos.

-¿Cómo han sido estos últimos cuatro meses?

-Vivo de allegado en la casa de un vecino, como usted puede ver mi vivienda de emergencia se llueve… Me la armaron el fin de semana pasado pero aún no está lista, no tiene electricidad, aislamiento.

La directora del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), Consuelo Contreras, indicó que la respuesta del Estado a las personas afectadas por los incendios forestales en Biobío y Ñuble carece de pertinencia rural, tras recorrer por tres días, con equipos de las sedes, las zonas más dañadas durante el verano recién pasado.

La falta de pertinencia rural, dijo la directora, ha retardado la instalación de luz y agua potable. “Hay muchas viviendas aún sin luz eléctrica y sin agua. No están todas las condiciones y es porque el Estado no ve la ruralidad. Sólo piensa en lo urbano”, indicó. “En la emergencia se nota la disociación que hay del Gobierno central con la ruralidad. Este es un país en que puede que para las estadísticas la realidad rural sea poca, pero existe y es importante para el país”, explicó.

“Así ha sido nuestra vida estos últimos cuatro meses, viviendo de allegados, pero con muchos aprendizajes, como la importancia de los vecinos, el municipio, hasta del Hogar de Cristo, que nos trajo tanta cosa, no sólo comida o ropa, también  refrigerador, muebles, microondas, enseres que aún no tenemos dónde guardarlos” finaliza Carlos.

De acuerdo a los datos que recopila Conaf desde 1985, este hecho es considerado como el segundo incendio más grande de la historia, siendo superado solamente por la emergencia de 2017, que afectó a parte importante de la región del Maule.

A las 17:30 horas

“Esto comenzó mientras cocinaba en mi local y veía los incendios por la televisión. Así de la nada, recuerdo que llegó uno de mis bisnietos, me dijo: Maruca, se viene el fuego, hay que escapar. Al principio, no entendí nada, miré por la ventana que daba a mi  casa y noté que el fuego ya estaba en mi jardín”, recuerda, Maria Isa Reina, de 73 años, quien vive en el camino al Saltillo del Itata, Yungay, región de Ñuble.

-¿Cómo logró escapar?

-Lo primero que hice fue agarrar a mi perrito y soltar a mis pollos, nada más, el resto se quemó todo y quedé con lo puesto. Fue muy chocante, casi no recuerdo nada, sólo que llegamos al río, pero que a un lado y al otro, todo se estaba quemando… No había escapatoria, pensé que íbamos a morir.

María logró escapar gracias al apoyo de otros vecinos, que la fueron a buscar en compañía de un carro de bomberos.  Ella perdió, entre otras cosas, el negocio que había instalado junto a su marido, al costado de lo que era su casa. En ese lugar vendía comida rápida, toallas, protector solar, quitasoles, gorras, bolsos, entre muchas otras cosas. Hoy Maruca sueña con volver a instalarse y reconstruir su vida.

“Después del incendio, cuando volvimos y notamos que mis 14 maquinarias se habían perdido y nuestro local estaba en cenizas, mis dos hijas, una de 52 y otra de 54, se pusieron a llorar, me dijeron: Mamita, qué vamos a hacer. Ahí me vino la fuerza y les dije: Mijitas, tenemos las dos piernas y las dos manos, a nosotras el fuego no nos va a derrotar”.

-¿Usted siempre tuvo esa fortaleza?

-Lo único que me ha botado fue la partida de mi viejo, hace cuatro años, pero esto del incendio no me va a derrotar. Además, la ayuda que empecé a recibir de todas partes del país fue enorme, tanto amor, ¿quién me trajo los zapatos que tengo puestos? No lo sé, ¿quién me trajo la ropa que tengo puesta? Tampoco lo sé, pero les mando mi amor, porque han logrado mantenerme con vida… Por ejemplo, el Municipio de Yugay me ha tratado como reina, desde el personal de aseo hasta el personal de salud, todos me han venido a ver… Para qué decir el Hogar de Cristo, son un tesoro, mire ese refrigerador, el microondas, las sillas, el comedor, todo me lo trajeron ellos.

Hoy la campaña, Juntos por Chile, de Hogar de Cristo, llama a no olvidar a los compatriotas que lo perdieron todo hace apenas cuatro meses. Gracias a la solidaridad de todos los chilenos, ya han podido equipar 800 nuevas casas con un kit que incluye una mesa de comedor con 4 sillas, un refrigerador de 175 litros, un microondas, un hervidor, toallas y vasos, que complementan los enseres que incluyen las casas provistas por el Estado.

A las 18:00 horas

Durante esa tarde, Ana Luisa Cabrera (41), originaria de Colombia y esposa de Fernando (45), vivió momentos de angustia inimaginable, en su parcela ubicada en camino Pedregal, sector de Los Molinos, Los Ángeles. En sus propias palabras, confiesa: “Casi pierdo a mis hijos y a mi esposo”. Ella es madre de Javier y Diego, de 11 y 15 años.

“Era bien entradita la tarde, pero seguíamos con temperaturas de 40° grados, cuando uno de mis hijos, me dice: Mamá, hay olor a humo, cuesta respirar”, revela.

En cosa de minutos, ese humo negro tapó el cielo y oscureció todo. Su marido, Fernando, les dijo que sacaran rápidamente las cosas más importantes, como la ropa y sus documentos. Ana Luisa tomó algunas fotos familiares, su Biblia y un bolso donde tenía guardado los ahorros familiares que habían juntado en tres años de esfuerzo, en Chile.

“Yo estaba en shock, el fuego no venía por la tierra, al contrario, se esparcía por el aire debido a la resina de los pinos, ¿imagina usted lo que es eso? Teníamos que correr agachados”, recuerda, Ana.

Su esposo, Fernando, decidió quedarse en el terreno, rescatando a sus animales e intentando que el fuego no se llevara la casa, inútilmente.  Ella escapó, junto a sus hijos, en la camioneta de un vecino. “Cuando llegamos a Los Ángeles, escuchamos que el fuego se lo había llevado todo y que había muertos… Ese momento casi se me hiela el corazón, porque mi marido había quedado solo en nuestra casa, intentando salvar a nuestras mascotas”.

-¿Cómo se reencontraron?

-Horas después, en la ciudad, vi llegar a mi marido, que apenas alcanzó a soltar a nuestros perritos, la casa se había perdido, nuestro huerto, todo… Pero no me importó, porque él estaba vivo, ¿y recuerda el bolsito que me llevé con nuestros ahorros?

-Sí, por supuesto.

-Resulta que no era el bolso donde tenía los ahorros, con la desesperación tomé un bolso que sólo tenía tres rollos de papel confort… Hoy, por supuesto, nos reímos de eso.

Contención emocional

Hogar de Cristo ha implementado además, un programa social de apoyo de primera respuesta a familias en situación de vulnerabilidad, como la de Ana Luisa. Esto implica, en lo concreto, vincularlos con las redes territoriales; entregar información relevante; facilitar la entrega de ayuda material para la satisfacción de necesidades básicas y, quizás lo más importante, dar contención emocional de primera respuesta y derivación a especialistas.

Esta tarea, a cargo de un coordinador, dos trabajadoras sociales y cinco monitores en terreno, ha beneficiado a más de 160 familias en las comunas de Tomé, Florida y Penco, en la región del Biobío.

Al respecto, su coordinador, Victor Jerez Flores (37), explica que ya han logrado sistematizar y dar solución a más de 38 necesidades, como el acceso al agua y electricidad, en sectores extremadamente alejados de las zonas urbanas.

“Además del apoyo material, hemos identificado una verdadera pandemia en términos de salud mental, considerando que, al menos un tercio de las personas ha requerido contención emocional de primera respuesta, como ayuda psicológica, medicamentos, etcétera”.

Un apoyo que, Iván Loaiza (56), participante del programa de primera respuesta Hogar de Cristo, en Roa, región del Biobio, valora más que la vivienda de emergencia que el Estado le entregó luego del incendio.

“He recibido apoyo emocional, no solo material, las niñas acá me vienen a ver, me preguntan cómo estoy, me ayudan con los papeleos… Yo fui alcohólico, así que sé lo que es no tener a nadie que te escuche, y al final, más que una vivienda, que se agradece, lo que más se valora cuando uno está en el piso es alguien que viene y te pregunta: Cómo estás, qué necesitas, cómo te ayudamos”

A cuatro meses de la catástrofe, Hogar de Cristo, en sus más de 250 programas de Arica a Punta Arenas continúa luchando para que las personas no renuncien a sus derechos fundamentales como forma de “adaptarse” de mejor modo a estos desastres.

El llamado, entonces,  según Juan Cristóbal Romero, director ejecutivo de la organización del Padre Hurtado, es a “considerar nuevas soluciones para las nuevas pobrezas fruto del cambio climático, sobre todo en este momento de catástrofe que enfrentamos. Debemos actuar ahora para que las personas y las comunidades puedan recuperar sus vidas”.

El llamado entonces es uno solo: Involúcrate.

 

 

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