“La pobreza ha cambiado mucho”
Cuando aún era diácono, llegó invitado “a misionar al sur del mundo” por el capuchino Francisco Valdés Subercaseaux, hoy en proceso de beatificación. Una vez ordenado sacerdote en Roma, volvió a Chile, a Osorno, donde ha empujado obras sociales relevantes: poblaciones para sectores populares, hogares de niños y el Hogar de Cristo, del que fue uno de los principales impulsores en la zona, siempre apoyado por el laico Francisco Matte. Cuando la causa del padre Hurtado cumple 80 años, él hace recuerdos.
Por Ximena Torres Cautivo
30 Octubre 2024 a las 19:37
–La gente empezó a acostarse bajo el alero de nuestra parroquia, que tenía un techo muy grande, sobresaliente. Ahí debajo empezaron a guarecerse hombres que no contaban con nada, que dormían a la intemperie, en la calle, bajo la lluvia. La parroquia no tenía cerco y a mí el sacerdote que me formó me dijo “la parroquia es tu novia y la novia tiene acceso las 24 horas del día”, así es que no me permitió cercar el terreno y seguía así, cuando esto empezó a suceder.
Corría 1985 y la pobreza a causa de la crisis económica que azotaba a Chile, multiplicaba a diario la presencia de hombres en situación de calle en Osorno. Todos resguardándose bajo el techo alón de la parroquia del Sagrado Corazón. El presbítero alemán Peter Kliegel Stiller, quien cumple 85 años este próximo diciembre, recuerda esa aglomeración de gente que lo obligó a buscar una solución. Fue así como partió junto a su amigo hasta ahora, el laico Francisco Matte, a conversar con el segundo obispo de Osorno, Miguel Caviedes.
–Él nos dijo: “Bueno, no queda otra. Hay que intentar formar un Hogar de Cristo en Osorno”.
Dicho y hecho, en 1986, se inauguraba la filial de Osorno. Han pasado 37 años desde entonces, en un capítulo que forma parte de una historia mayor, que tiene 80 años y se inició en el viejo Chuchunco, el barrio que hoy todos conocen como Estación Central, en Santiago. La impronta fue la misma: acoger a las personas en situación de calle. Hombres, inicialmente. Recuerda el sacerdote:
–Pensamos la hospedería sólo para varones, pero pronto, ya en las primeras noches, llegó una madre con su hijo. Por la mañana vimos que había hecho tiras las sábanas para convertirlas en pañales y poder mudar a su guagua. Así empezó todo. Tuvimos un importante apoyo de los vecinos de toda de la ciudad. Acá el Hogar de Cristo se cimentó en la gran riqueza de la comunidad: la generosidad de los osorninos de buen corazón. No recibimos nada de fuera. Todo se gestó acá. Nos apoyó la radio de Osorno y luego empezamos a organizar las Cenas Pan y Vino, que eran una muy buena manera de conseguir recursos.
Peter Kliegel Stiller, el padre Pedro, como lo conocen todos, es un cura de aspecto dulce. Bonachón y simpático. Pero nada complaciente. Firme y decidido. Muchos recuerdan las cartas que le mandó al Papa Francisco y al nuncio del Vaticano en Chile hace menos de 10 años, reclamando cuando se nombró obispo de Osorno a Juan Barros, acusado de abusos.
En 2018, Barros dimitió del cargo.
Kliegel habla perfecto español, pero el acento alemán no lo pierde y nos remite a Silesia, el estado de su Alemania Federal natal. En 1965, conoció en Munich, donde estudiaba Teología y Filosofía, al obispo chileno Francisco Valdés Subercaseaux. El misionero capuchino que actualmente se encuentra en proceso de canonización, lo invitó a venir a Chile.
Al sur del mundo. A misionar. Peter acepta. Se viene, siendo aún diácono. En 1966, vuelve a Europa se gradúa en Teología. Y en 1967 es ordenado sacerdote por el propio monseñor Valdés Subercaseaux, en Roma.
De regreso a Chile, se encarga del trabajo pastoral con la comunidad católica alemana de Osorno y se desempeña como profesor de religión y música en el Instituto alemán de Osorno. En el año 1969 es nombrado Vicario de la Parroquia de Cancura, y en agosto de 1973 asume como párroco del Sagrado Corazón de Osorno.
Todos estos datos curriculares están largamente detallados en la presentación que se hizo en el Congreso en abril de 1995, cuando se le concedió la nacionalidad chilena por gracia. Ya había sido declarado ciudadano ilustre de Osorno.
Ha pasado casi una década desde entonces y él sigue afanado en su ministerio y ayudar a los más vulnerables. En particular a los jóvenes, que recibe en la aldea juvenil San Alberto Magno. Su otra gran impronta es la construcción de viviendas. Y en eso es imposible no encontrarle similitudes con el jesuita Josse Van der Rest, “el padre de las mediaguas”, como era conocido.
Van Der Rest, quien murió a los 96 años en 2020, era belga, noble e hijo de una familia riquísima.
El padre Pedro, en cambio, es hijo de un profesor de música y una pianista. Proviene de una clase media educada que pasó grandes pellejerías en la Segunda Guerra Mundial. Comparte con Van der Rest, eso sí, la pasión por construir. Por dar techo a los que no lo tienen, aunque la convicción secreta del jesuita era que lo relevante era obtener el terreno.
Esa era la madre del cordero, para el sacerdote más garabatero de Chile, que aprendió “chileno”, viviendo en la toma La Victoria. Con su español correcto y con marcado con acento alemán, Kliegel va por otro lado: “Yo creo en la autoconstrucción, en que la gente levante casas definitivas, no mediaguas o casas de emergencia”, sostiene.
Pese a esa discrepancia, ambos, en su lugar y a su particular manera, han hecho mucho por los más pobres de Chile.
Kliegel tiene a su haber varias importantes poblaciones en Osorno, como El Esfuerzo y la San Maximiliano Kolbe, y otras obras bien notables, como la Aldea Juvenil San Alberto Magno, que levantó con los sacerdotes Vicente Gottschalk y Paulo Boecker–Schepers. En esa “aldea” existe capilla, cabañas, casino, biblioteca, salas de música, multicancha, y sigue albergando a decenas de jóvenes campesinos que cursan estudios medios, técnicos o universitarios. En ese lugar, él tiene su casa. Ahí nos recibe para hacer recuerdos de los primeros años del Hogar de Cristo en Osorno. Y preguntarse –como muchos en la ciudad– por qué aún no se inaugura la espectacular nueva hospedería de la fundación, que se ve flamante en su nuevo emplazamiento.
–En materia de vivienda para las personas más modestas, nosotros tuvimos una mirada diferente. Era trabajar con la familia para formar comunidades poderosas. Poblaciones en el formato de autoconstrucción. Así creo es posible salir de la pobreza.
El padre Pedro habla desde su convicción en las directrices dadas por los obispos en Puebla y Medellín (se refiere a las conferencias episcopales de fines de los años 60 del siglo pasado), de optar por los pobres. Por las familias más desvalidas. “Así empezamos. Primero convocando a amigos y luego a la gente de las parroquias, a personas de Santiago y a toda la comunidad a través de la radio. Primero pedíamos sábanas, frazadas… Yo actúo no más. Y don Francisco Matte me apoya. Empezamos así, de manera muy primitiva. Yo digo nos lanzamos a nadar para acoger a los que dormían bajo el alero de la Parroquia del Sagrado Corazón”.
–¿Ha cambiado la pobreza desde entonces hasta hoy?
–Ha cambiado mucho. Si comparamos a la persona en situación de calle de hoy día con la de los años 80 es distinta. Siento que hoy existe un mayor abandono de sí mismos. De su esencia.
Sostiene que su lema siempre ha sido “para el pobre lo mejor. Porque, como dice el padre Hurtado: el pobre es Cristo, pero por supuesto que eso no significa alentar que las personas vulnerables sean negligentes consigo mismas. Hay que descubrir con ellas su camino de superación”, afirma.
Pedro Kliegel cree que hay que tener siempre presente a los pobres. Que eso no se puede perder, aunque las organizaciones cambien. “Lo que no debe modificarse es la intención original, el motivo, la inspiración inicial”.
Hoy, el Hogar de Cristo en Osorno mantiene la Hospedería, pero innova y cambia vidas de personas con larga experiencia de vida en calle. Lo hace a través del programa Vivienda Primero, que funciona muy bien en esa ciudad. Cuando una persona de calle logra contar con un lugar seguro y personal para vivir todo lo demás se facilita: empleo, salud física y mental, problemas de consumo, recuperación de lazos familiares. A esto, se agrega el trabajo domiciliario con adultos mayores, tanto a nivel urbano y rural. La propuesta es prolongar el mayor tiempo posible la autonomía y la permanencia en el
Efectivamente, la modalidad de trabajo se ha ido adaptando a esas nuevas pobrezas que han surgido, tal como señala el gran padre Peter Kliegel.