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Vivienda Primero:

Reaprender a vivir bajo techo

Después de haber deambulado por años en la calle, contar con una vivienda permanente parece una utopía. Pero no lo es. Son 537 los adultos que, gracias al programa Vivienda Primero, pudieron cambiar su ruco por un departamento amoblado con todas las comodidades. Una nueva vida a la que no es fácil adaptarse, pero que cuenta con el apoyo diario de distintos profesionales.

Por Valentina Miranda G.

20 Julio 2023 a las 20:48

La cama no es sólo el lugar para dormir. Para la mayoría de nosotros es el espacio que nos cobija, donde nos sentimos protegidos, seguros, aquel refugio que nos espera después de una agotadora jornada. Cama y techo, seguridad y protección.

Pero para quienes han vivido por años en la calle, contar con una cama propia y dormir en ella sin estar en permanente estado de alerta no es tan fácil.

Por eso no es extraño que muchos beneficiarios del programa Vivienda Primero –aquel que entrega un hogar a mayores de 50 años que han estado más de 5 años en situación de calle– no usen la cama y duerman sentados las primeras noches en su nueva casa. La fuerza de la costumbre.

Y no es a lo único que deben acostumbrarse. “Lo más común es que se les pierdan las llaves o que se les olviden adentro y después no puedan entrar”, nos cuentan las monitoras que los acompañan y apoyan en el día a día en un trabajo que es 24/7.

El programa Vivienda Primero, que desde hace 4 años ejecuta el Hogar de Cristo y otras fundaciones en conjunto con los ministerios de Vivienda y de Desarrollo Social y Familia, ha permitido a 537 adultos tener un techo digno. De ese total, 118 están bajo la responsabilidad del Hogar, distribuidos en 60 viviendas en la regiones de Valparaíso, Los Lagos y Metropolitana.

Los “chiquillos”, como llaman las monitoras a adultos mayores por lo general mucho mayores que ellas, están en permanente supervisión de un equipo conformado por un o una terapeuta ocupacional, un(a) psicólogo(a) y un(a) trabajador(a) social. A uno de los equipos se sumó recientemente un técnico en rehabilitación y un psiquiatra.

SE ACEPTAN VISITAS

Para la trabajadora social Maka Novoa (a la izquierda), el vínculo que se crea con “los chiquillos” es súper potente. Para muchos de ellos, el equipo de profesionales que los apoya diariamente se convierte en su familia.

Maka Novoa, trabajadora social, lleva más de 7 años en el Hogar de Cristo en Valparaíso, tres de los cuales los ha dedicado a apoyar a los beneficiarios de Vivienda Primero. Actualmente son 18 hombres y 4 mujeres distribuidos en 12 viviendas en Valparaíso y Viña del Mar.

-Los martes y jueves el equipo completo los visita. Luego cada profesional los ve por separado de acuerdo a las necesidades de cada uno. Este es un trabajo 24/7, ya que siempre estamos disponibles para apoyarlos, desde acompañarlos a hacer un trámite, ir a sus controles médicos o ir de compras al supermercado. Estamos ciento por ciento enfocados en sus necesidades y en lo que van solicitando. Pero siempre buscamos potenciar su autonomía y responsabilidad.

Los monitotes, pese a que llaman “chiquillos” a los habitantes de Vivienda Primero, suelen ser muchísimo menores. Entre profesionales y participantes se generan lazos de amistad y cariño.

Esta ayuda parte desde lo más básico, como enseñarles el funcionamiento de los artefactos de la casa, cómo se limpia un baño o qué alimentos deben ser refrigerados.

-¿Qué es lo que se les hace más difícil de esta nueva vida?

-Una de las cosas que más les cuesta es compartir con la comunidad del edificio, el uso y respeto por los espacios comunes. Al principio se sienten vigilados y creen que los controlamos, pero no es el espíritu del programa: los tenemos que convencer de que pueden llevar visitas, entrar y salir de sus casas libremente, sin cumplir horarios. También les cuesta mantener ciertas rutinas, repartirse las tareas con su compañero de vivienda, llegar a consenso cuando tienen diferencias. Conflictos siempre hay y tratamos que los solucionen entre ellos. Sólo intervenimos si el problema es mayor. En general, la convivencia entre los chiquillos es buena.

-¿Y hay casos de personas que no se han adaptado y regresado a la calle?

-Hemos tenido muy pocos egresos. Algunos han sido por fallecimiento –de ellos varios por COVID–, otros porque no se han adecuado a las normas de la comunidad y otros porque han continuado con un consumo problemático de alcohol o de drogas, lo que ha puesto en riesgo al compañero o a la comunidad.

Estas son las excepciones. La mayoría ha experimentado cambios positivos, como volver a vincularse con algún familiar, mantener abstinencia de alcohol o de drogas e incluso conseguir un trabajo estable. Más de uno, por ejemplo, se ha convertido en conserje del mismo edificio donde vive.

El tener trabajo es un punto relevante, ya que el programa financia la vivienda y los servicios básicos, pero ellos deben solventar los demás gastos. Los que no han conseguido un trabajo estable, se las rebuscan, igual como lo hicieron en sus días de calle. Algunos cuidan autos, otros “machetean”, otros cantan en las esquinas. Algunos reciben una pensión. Pero esto no es suficiente. Y en ese caso, al gasto que implica el arriendo y el pago de cuentas, se suma el apoyo en la alimentación.

En 2022, el déficit para Hogar de Cristo en relación a Vivienda Primero fue de 36 millones de pesos y este año ya acumula 90 millones de pesos. El déficit proyectado para 2024 es de más de 200 millones, lo que hace inviable la sostenibilidad del programa.

OBSESIVO VS ACUMULADOR

Al igual que en una familia, cada uno tiene su personalidad y por tanto la dinámica varía en cada caso. Están, por ejemplo, aquellos que son extremadamente atentos, como los dos compañeros que siempre esperan al equipo con desayuno, almuerzo u once, dependiendo de la hora. Cuando se van, ya se empiezan a preparar para la próxima visita.

Mario Carreño fue uno de los primeros habitantes de Vivienda Primero en 2019. Para él, la casa fue un nuevo comienzo. Y aseguró que sólo la dejaría muerto. Y así fue: Mario sufrió un accidente cardiovascular a comienzos de este año y falleció con tola la dignidad que merecía.  AGENCIA BLACKOUT

Otros son prácticos. A uno de ellos se le echó a perder la tele y no se complicó. Se fue a la Posta a ver tele, tal como lo hacía antiguamente. O el que tenía que ir a sacar carnet de identidad y estaba nervioso de llegar tarde. Simple: pasó la noche en la calle para llegar temprano y asegurarse el primer lugar.

Maka nos cuenta de uno de sus chiquillos que es excesivamente limpio.

-La casa la tiene como templo, inmaculada, todo brilla. Cuando vamos, no podemos poner nada encima de la mesa. Parece casa piloto. Se crió en un hogar de menores y siempre tenía que limpiar, entonces para él es demasiado importante la limpieza. Pero lo es a tal extremo que debimos cambiarlo a una vivienda unipersonal porque por su obsesión tenía problemas con su compañero.

Aunque éste es un caso extremo, nos aclara que en general cuidan harto su espacio, echando por tierra los prejuicios existentes. “Como vivieron en la calle, la gente piensa que todos son sucios y consumidores; no es así”, dice.

Bueno, hay de todo.

Uno de los equipos que trabaja en la Región Metropolitana debe lidiar con un hombre que tiene un trastorno por acumulación. No bota ni las bolsas de té. Afortunadamente esta acumulación se circunscribe a su pieza, donde hay un cerro de cosas en un rincón y encima de su cama. De aseo, ni hablar. Por eso, cada cierto tiempo, el equipo –guantes en mano– hace una operación rastrillo de despeje.

VIVIENDA COMPARTIDA

La trabajadora social Tamara Elgueta lleva 16 años el en Hogar de Cristo y está en el programa Vivienda Primero desde sus inicios en 2018. Está a cargo de la coordinación y además realiza acompañamiento, junto a una psicóloga y una terapeuta ocupacional, de 36 personas distribuidas en 18 viviendas en 5 comunas de la Región Metropolitana.

Tamara Elgueta ha sido parte esencial del programa Vivienda Primero en el Hogar de Cristo. Esta desde el inicio y conoce al  dedillo las historias de “los chquillos” que han estado bajo su responsabilidad. AGENCIA BLACKOUT

Con humor nos dice que también es corredora de propiedades (tiene que buscar arriendo para nuevas viviendas), decoradora, encargada de mudanzas y relacionadora pública, entre muchas otras funciones.

En estos cuatro años, ha constatado que la adaptación a esta nueva vida es un proceso muy diverso. Mientras algunos se adecúan muy rápido, otros han tardado casi dos años. Y hay que respetar sus tiempos. “Hay un duelo importante de perder el territorio, el lugar donde estaban en la calle”, señala. Así, al principio algunos pasaban unos días en el ruco y otros en la vivienda y otros sencillamente armaron su ruco en el living.

-¿Qué es lo que más extrañan de la calle?

-Las estrategias de supervivencia diaria, la ruta de la cuchara. Les costaba cocinar porque estaban acostumbrados a recibir la comida. Extrañaban esa dinámica, no tanto la gente, porque algunos son bien solitarios.

Este es un punto sensible. El programa en Chile –que está inspirado en Housing First de Estados Unidos– fue el primero que incorporó el modelo de vivienda compartida.

-Los españoles nos vinieron a capacitar, pero ellos tienen un programa donde los adultos viven solos. Este tema nos preocupaba. Entonces implementamos una estrategia y creamos una encuesta para conocer los hábitos de los postulantes –desde el aseo personal y de la vivienda hasta el consumo de alcohol y drogas–, les preguntamos por ejemplo si se sentirían bien de recibir visitas y fuimos pidiéndoles su opinión, todo para encontrar las mejores parejas.

 -Como una aplicación para hacer match…

-Exacto. Y la tasa de permanencia es del 80 por ciento, igual al estándar internacional sin convivencia.

LIDIANDO CON EL CONSUMO

La terapeuta ocupacional Camila Muñoz trabaja en el programa desde la tercera convocatoria que se realizó el año 2020. Su equipo conformado por dos terapeutas ocupacionales, una psicóloga, una trabajadora social, un técnico en rehabilitación (por consumo problemático de alcohol y drogas) y un psiquiatra, atiende a 40 participantes distribuidos en 20 viviendas en la Región Metropolitana.

Es el único equipo que cuenta con técnico en rehabilitación y psiquiatra, lo que –dice– ha sido muy beneficioso. “Se trabaja con un modelo de reducción de daños y hemos logrado que casi el ciento por ciento tenga un consumo funcional; es decir, que no les impacte en el día a día. Algunos incluso han logrado abstinencia, como uno de nuestros chiquillos que ahora es monitor en Alcohólicos Anónimos y otro que se integró a una iglesia evangélica alentado por unos vecinos”, señala.

Pero también hay casos que duelen. Como aquellos residentes más problemáticos que los han tenido que sacar del programa por agresión a los profesionales y otros que no han podido salir del consumo excesivo. “Tuvimos un chiquillo que se iba a tomar a la plaza y lo teníamos que ir a buscar. Tuvo un accidente que le provocó un TEC y quedó dependiente. Ahora está en la fundación Cristo de la Noche y ahí le hacemos seguimiento”, cuenta.

DISCRIMINACION

Otra dificultad que suelen enfrentar los monitores son los prejuicios existentes en las comunidades, que no están habituadas a que lleguen vecinos que han vivido en la calle. Es que se trata de departamentos de buen estándar y bien ubicados. Incluso algunos edificios cuentan con piscina.

Un ejemplo de esto es cuando la administración de los edificios ha pedido certificado de antecedentes de los nuevos habitantes, en circunstancias que al resto de la comunidad no se les pide este documento. O, como cuenta Tamara, cuando hicieron algunos cambios de beneficiarios y la administración se demoró más de dos meses en hacer el enrolamiento de los nuevos ocupantes.

¿Cómo se sienten quienes vivieron en calle en estas modernas comunidades?

Héctor Ulloa, más conocido como “El Charro” es cantante callejero de rancheras. Está en el programa hace años y ha vivido en dos departamentos. También ha sido protagonista de varios reportajes televisivos sobre Vivienda Primero.

Recogemos el testimonio de un participante que estuvo 29 años a la intemperie y que ya lleva casi 4 años en el programa, viviendo en una moderna torre del paradero 14 de Vicuña Mackenna.

Mostrando un modelo antediluviano de celular, dijo: “Con este aparato es imposible estar en ningún grupo de Whatsapp del vecindario, lo que nos mantiene a salvo de cualquier pelambre. Sé que es allí donde hoy la gente cahuinea: que tu perro ladra y molesta, que la vecina casada le coquetea al del piso 2, que nosotros éramos unos torrantes de la calle; así nos libramos de eso. Nosotros nos saludamos amablemente con todos, cuando nos cruzamos en el ascensor o en los pasillos. Tenemos nuestro triciclo en el estacionamiento. No molestamos a nadie y nadie nos molesta. Aunque una vez a mi hijo le dijeron: ´Mantenido del Estado; eso nos dolió´”.

Es cierto que a veces algunos han tenido problemas, pero en general las quejas han sido por ruidos molestos y en otras ocasiones por consumo de alcohol y/o drogas.

Pero, sin duda, para todos estos profesionales los momentos más duros los viven con la muerte de alguno de los chiquillos porque el vínculo que se crea con cada uno es muy potente.

-Hemos tenido 18 egresados y nueve de ellos han sido por fallecimiento. A cuatro los encontramos nosotros en las viviendas y uno murió en un taxi camino al hospital, dice Tamara.

En esos casos es el equipo quien se encarga de todo. Es que Vivienda Primero no sólo entrega una vida más digna, sino también una partida digna.

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