“Mi vocación es ayudar a cabros que la han pasado tan mal como yo”
“Yo pensaba que con suerte iba a sacar 4° medio”, comenta Leandro, ex estudiante de Fundación Súmate, que reinserta a jóvenes excluidos de la educación. Pero nada más contrario a la realidad: Hoy Leandro está a punto de convertirse en Técnico Educador Social Infanto Juvenil, en el Centro de Formación Técnica ENAC de Cáritas Chile. Y acaba de terminar su práctica laboral en el mismo colegio que lo vio hacer música años atrás; la escuela Betania de Súmate, en La Granja.
Por Matías Concha P.
8 Julio 2022 a las 21:05
La vida de Leandro Mesías (23) cambió el día que fue trasladado a una escuela especial en la comuna de La Cisterna. “Iba en segundo básico, y era un cabro hiperactivo, nada más… Yo creo que la decisión de mandarme allá pasó porque el liceo donde estaba no tenía herramientas o ganas para educarme. En el fondo, para ellos fue como desacerase del niño problemático”, explica.
Actualmente hay 576 escuelas especiales en el país que atienden a más de 39 mil estudiantes con autismo, síndrome de Down, discapacidad intelectual, ceguera, problemas motores o sordera. La mayoría de ellos procede de familias vulnerables. Esta realidad empeora si consideramos que dos de cada tres de estos niños pertenecen a familias clasificadas dentro de los dos quintiles con menos ingresos. “Tenía todo tipo de compañeros, a algunos les costaba pronunciar las palabras, las sílabas, pero también había otros que sin pastillas me parecían súper peligrosos… Pero no todo fue malo, en ese lugar, al menos, aprendí a leer y a escribir”.
-¿Cómo fue esa experiencia?
-No siento que tuviera problemas de vulneraciones. Pero sí intentaron darme pastillas, tranquilizantes, pero no quise tomar nada de lo que me dieron, mi papá me apoyó en eso. Y no faltaba el loco que me decía: “Así que estás en un colegio de enfermos” pero yo no pescaba… El problema real se dio porque me atrasé mucho, tenía 15 años y aún no pasaba a tercero básico. Eso sí era grave.
Leandro explica que el problema surgió cuando le informaron que el Ministerio de Educación sólo certifica los estudios de las escuelas especiales hasta octavo básico. Y es el colegio el que determina el curso de egreso del alumno. “Me dieron de alta y me dijeron que sólo me podían acreditar mis estudios hasta segundo básico. Y, con 15 años cumplidos, dime, ¿qué colegio regular me iba aceptar en séptimo?”.
A partir de ese momento, Leandro pasó a formar parte de los 186 mil niños y jóvenes de entre 6 a 21 años que están excluidos del sistema escolar en Chile. Para Liliana Cortés, directora ejecutiva de Súmate del Hogar de Cristo, fundación que trabaja por restituir el derecho a la educación de niños y jóvenes en situación de pobreza, explica por qué en ocasiones las familias vulnerables ingresan a sus hijos en escuelas especiales. “Para una familia que tiene a narcos esperando a sus hijos en la esquina, es natural que represente un alivio que su hijo vaya a una escuela donde se le entrega todo: transporte escolar, ropa, útiles, alimentación. Pero, al final del día deben firmar un papel donde se acredita que su hijo es limítrofe. Esto es dramático porque después de que los egresan, ningún colegio regular los recibe”.
En marzo de 2015, Leandro escuchó de un colegio que recibía alumnos marginados por su extrema vulnerabilidad. Pocos días después ya estaba matriculada en la escuela Betania de Fundación Súmate en La Granja. “Fue súper bonito, y no solo porque pude nivelar mis estudios, sino porque me di cuenta que tenía otros talentos, como la música, por ejemplo. Es que en muchos casos, hacerte confiar en tus talento pasa por poner un micrófono o una guitarra en tus manos”.
MÚSICA FREESTYLE
En 2017, mientras Leandro cursaba 1° y 2° medio de forma conjunta, participó del Encuentro de Bandas de Fundación Súmate, en el Teatro Cariola. Los grupos musicales de los colegios de Súmate eran los protagonismos, y fueron acompañados en el escenario por la Banda Tortuga y Sinergia; todos fieles creyentes del potencial de los alumnos.
-¿Cómo fue esa experiencia?
-Yo venía de rimar en las micros y pasé a compartir escenario con Sinergia, imagina lo mágico. Desde siempre la música ha sido una forma de motivarme. Al final me ayudó a desahogarme.
“Soy una raya en el mar, fantasma en la ciudad, mi vida va prohibida, dice la autoridad. Solo voy con mi pena, sola va mi condena”, cantó Leandro arriba del escenario del Teatro Cariola. Y a pesar de que la letra de su canción hablaba de tristeza, al recibir el aplauso y las felicitaciones del público, bajó de la tarima sonriendo.
“Esa fue una etapa hermosa, me ayudó a confiar en mí mismo”, recuerda, Leandro. “Por eso Súmate es tan trascendental en mi vida, no solo en lo académico, también en lo personal, por ejemplo, logré empezar a hablar con la gente, ya no me da vergüenza expresarme… Hasta me hizo encontrar mi vocación, que es ayudar a cabros que les ha costado la educación como a mí”.
DEVOLVIENDO LA MANO
“Yo pensaba que con suerte iba a sacar 4° medio”, comenta Leandro. Pero nada más contrario a la realidad: hoy está a punto de convertirse en Técnico Educador Social Infanto Juvenil, en el Centro de Formación Técnica ENAC de Cáritas Chile. Y acaba de terminar su práctica laboral en el mismo colegio que lo vio hacer música en el escenario años atrás; la escuela Betania de Fundación Súmate, en La Granja.
-¿Cómo ha sido esta experiencia?
-Preciosa, me ha tocado relacionarme con cabros con muchos problemas, desde delictuales hasta de aprendizaje, como los que tuve yo… Les hice un taller de rap y logré ayudar a alumnos que necesitaban a un educador que los escuchara y los entendiera desde la experiencia de haber vivido algo parecido a lo suyo.
-¿Es como una vuelta de mano a la vida?
-Sí, y no solamente a los alumnos o a Fundación Súmate, que me sacó adelante, sino también a mi madre que falleció en enero. Un día estaba rapeando en las micros y al otro estaba tomándole la mano antes de morir por una hernia mal diagnosticada, fue fuerte… Por eso todo lo que logré será en honor a ella.