Una vez más, el Hogar de Cristo -con su informe anual “Matriz de Inclusión Social”- abre los ojos de la sociedad sobre la angustiosa vida de las personas en situación de calle, chilenos vulnerables y que cada año, con la llegada del invierno, padecen hambre, frío y enfermedades, sin tener un techo estable donde permanecer. La obra social fundada por el padre Alberto Hurtado, en 1944, está haciendo su campaña para promover donaciones, indispensables para ir en auxilio de quienes más lo necesitan, siendo este grupo vulnerable, que está en el origen de la obra, uno cuyo desamparo motiva la solidaridad de amplios sectores.
Las cifras que aparecen en el informe corresponden a los del 2º Catastro realizado en 2011 y que arroja un número de 12.255 personas en esta categoría, las que serán actualizadas en otros estudios, pues se requieren con urgencia datos más precisos para focalizar las ayudas. De acuerdo a ese catastro, el 84% de quienes viven en la calle son hombres, y el promedio de edad es de 44 años, siendo la pérdida de lazos familiares, el consumo de alcohol y drogas, así como la vulnerabilidad económica y de salud, las causales más generalizadas.
La labor que hacen el Hogar de Cristo y otras fundaciones de ayuda social es encomiable, y constituye un apoyo fundamental para los programas sociales que el Estado realiza en beneficio de esos sectores. Sin embargo, esto no es suficiente. Por tal motivo, es indispensable que el Gobierno, a través del Ministerio de Desarrollo Social, elabore a la brevedad los nuevos planes para dar apoyo más integral a las personas que viven en la calle. En general, esos programas son paliativos de las necesidades más urgentes; es decir, comida y vestuario, pero se requiere mirar el conjunto de necesidades que son de salud (asistencia psiquiátrica o de rehabilitación de alcohol y drogas) y de residencia. En 2011 se implementaron varios programas específicos, por lo que se espera que la nueva “Política Nacional de Calle 2018-2025” profundice y amplíe la cobertura.
De acuerdo al informe del Hogar de Cristo, hay una gran heterogeneidad entre las personas que viven en la calle, que tiene que ver con las causas pero también con el tiempo de permanencia en esta situación, el nivel de deterioro físico y psicológico y su capacidad de obtener recursos, lo cual es importante establecer al momento de idear planes para ofrecerles apoyo.
En ciertos casos, es suficiente entregarles alimentación, ropa y una cama donde pasar la noche; pero en otros, es necesario además rehabilitarlos en sus adicciones, y en otros, darles oportunidades para desarrollar habilidades que les permitan obtener trabajo para sobrevivir y, quizás, restablecer lazos familiares y sociales que los saquen de la calle. En el caso de las mujeres, muchas veces abusadas o habiendo sido víctimas de violencia en el hogar o en la calle, es prioritario darles apoyo psicológico en esta dimensión.
Erradicar la pobreza y la extrema pobreza es una prioridad en un país que quiera progresar, y para eso, más que la beneficencia, es la educación la herramienta clave. En el caso de las personas en situación de calle, en cambio, se requiere agregar una gran dosis de caridad.