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A 50 años del Golpe Militar:

Las horribles cárceles de menores

Con este relato, iniciamos una breve serie que describe algunos de los principales problemas sociales del Chile post 11 de septiembre de 1973. Ahora, que recién este 2023, se está implementando el Servicio Nacional de Reinserción Social Juvenil, para dar mejores oportunidades a adolescentes y jóvenes en conflicto con la justicia, recogemos aquí qué pasaba a mediados de los 70 y en los 80 en este ámbito.

Por María Teresa Villafrade

1 Septiembre 2023 a las 19:30

Y cierra En 1985, Francisco Palma describía en la revista Mensaje el dramático escenario de las cárceles de menores en Chile: “Cuando un menor, por cualquier causa, grave o leve, cae detenido en los centros de rehabilitación de nuestro sistema, entra a un proceso casi seguro de destrucción de su personalidad”.

En aquel entonces, cientos de niños caían presos por vender en las calles sin permiso municipal, otros “empujados por traumáticas experiencias que han vivido desde antes de asomarse a la conciencia y por la necesidad a que han sido arrojados por la pobreza y la falta de oportunidades”, escribía el experto.

Cita entonces al diario La Segunda del 9 de agosto de 1984, que detalla cómo era el Centro de Atención Preventiva de Menores de Puente Alto, con cupo para 218 menores entre los 15 y 18 años de edad:

“El edificio no es más que una cárcel, donde, por decisión del Ministerio de Justicia, se incrustó la Sección Menores. Los jóvenes están separados en dos torres. Una de ellas con capacidad para 150, acoge a los muchachos que reciben subvención del Servicio Nacional de Menores, que asciende a $ 5.900 mensuales por niño, mientras que en la otra están los ‘exclusivos’ de Gendarmería. Esta separación se hace conforme a si actuaron o no con ‘discernimiento’. Los que cometieron delito con plena conciencia no se hacen acreedores a la subvención (…) (cada dormitorio tiene capacidad para veinte niños) (…) A las 17.30 horas viene el encierro en los dormitorios”.

Son 15 horas de encierro en donde cada celda –que cuenta con 20 a 22 reos en promedio–se divide en “carretas”. Es decir, grupos de 4 a 6 componentes.

Francisco Palma detalla en qué consisten las carretas y cómo funcionan:

“Cada carreta tiene entre sus componentes un jefe, que manda autoritariamente a sus miembros, siendo uno (o dos de ellos) el que ha debido asumir el papel de perkins o ´Juanito´. Este último es el sirviente del resto de la carreta. Para ser más claro, es el servidor, esclavo, concubina. Al chasquido de un dedo, debe obedecer las órdenes que se le den, sea cual sea su naturaleza: lavar la ropa, hacer las camas, traer agua, barrer, encender cigarrillos, ser objeto de diversión, etc. Nada le pertenece, ni su ropa ni su cuerpo”.

Más adelante, agrega: “Para las funciones antes indicadas, no hay necesidad de mandarlo. Ya sabe lo que tiene que hacer, como un rito, en cada caso. Por ejemplo, cuando el jefe termina de comer, debe lavar de inmediato su bandeja; recoger la ropa sucia, para que tenga siempre mudas limpias; en el baño obligatorio de la mañana, adelantarse al resto de la ´carreta´ para esperarles con toalla y secar sus espaldas”.

Y concluye así su descripción: “También debe actuar con presteza y de buena gana, de lo contrario, será severamente castigado, por la ´carreta´ o por el jefe. Normalmente es de los menores del grupo o de los más débiles. Por supuesto, también debe obedecer a los requerimientos sexuales del grupo. Estos últimos normalmente ocurren al anochecer. En invierno la noche comienza a las 18 horas, ya que normalmente no hay luz en las celdas. Sólo penumbra dada por la luz de los patios externos, que penetra por las pequeñas y enrejadas ventanillas”.

LA MAMITA

Explica Francisco Palma en revista Mensaje que “en las celdas emerge otro “tipo” de rol, que es de más baja categoría que los ´perkins´ y que usualmente se elige entre éstos: la ´mamita´. El o la ´mamita´, es el objeto sexual de todo el dormitorio, puede ser requerido cuando cualquiera lo desee, incluso por los ´perkins´ (quienes suelen descargar todos sus sinsabores con éstos)”.

Puede haber una o dos “mamitas” en cada celda, que son elegidos cuando tienen ciertas características deseables para ese rol: ser nuevo o primerizo, ser blanco, ojalá rubio y ser de buena pinta, físicamente agraciado.

“Si se parece a un joven de una clase social superior a la media delictual, mejor del que aparenta o es superior socialmente, aparece el deseo de venganza social; esto se muestra en el físico, en la vestimenta que trae, en el vocabulario, en la escolaridad que dice tener”.

Basta un par de días en la cárcel para que el nuevo reo sufra fuertes impactos destructivos de su personalidad. Pero hay más:

“Viene el problema de la compraventa de la víctima: un jefe, que ya ha adiestrado suficientemente al nuevo, puede venderlo o arrendarlo a otras ´carretas´, sobre todo si cumple las características deseables para ´mamita´. Así, es posible que la víctima empiece a sufrir 15 a 20 violaciones diarias en una celda, con el agravante de que –aparentemente- no es a la fuerza. Basta que se le llame y se pague por él cigarrillos o pequeñas sumas de dinero, que van a parar a la bolsa del jefe”.

Las drogas o estupefacientes también hacían lo suyo: “En este primitivo entorno, la víctima debía hacer topless, vestido mínima y apropiadamente como mujer, en medio de canturreos. Esto ocurre especialmente cuando se ha filtrado hacia las celdas algo de marihuana o estupefacientes. Esto se logra a través del ´correo nocturno´, que funciona a altas horas de la noche, en que a través de las ventanillas y por medio de cordeles y bolsitas ocurre todo tipo de compraventas, desde una celda hacia otra. Recordemos que estamos hablando de un recinto en que la sección Menores se encuentra incrustada en un recinto carcelario para mayores”.

Otro dato: en el hampa, el que realiza el papel de macho -aunque sea con otro hombre- no es considerado homosexual, es macho; el que realiza el papel de hembra es considerado peor que homosexual: es una especie de prostituta que se ofrece.

Existen dos posibilidades de visitas a los reos: los domingos de 9.30 a 11.30 horas, y los miércoles de 14.30 a 16.30 horas. Aproximadamente el 50 por ciento de los menores no recibe visitas en varios meses. Cuando a los menores les toca prestar declaración en alguno de los juzgados de Santiago, San Miguel o Buin, son encerrados desde tempranas horas, encadenados por parejas, y empiezan a recorrer en la jaula móvil, cada uno de los juzgados. Normalmente, demoran todo el día, vuelven al anochecer y sin haber comido nada. (La Segunda, 9 y 17 de agosto de 1984).

RECHAZO SOCIAL

A raíz del artículo escrito por Francisco Palma, en revista Mensaje, dos jóvenes egresados de psicología de la Universidad Católica, reaccionan. Lo hacen escribiendo otros artículos en la misma publicación para dar cuenta de cómo la estructura social de las cárceles de menores que conviven con adultos, destruye su personalidad y plantean la alternativa de la “libertad vigilada” como solución al grave problema.

Paulo Egenau era uno de esos jóvenes.

Revista Mensaje número 374, noviembre de 1988

Comenzó su carrera profesional trabajando en hogares de menores y luego en la Fundación Paréntesis, de la que fue su director ejecutivo. Después, asumió la dirección social nacional de Hogar de Cristo hasta agosto de este año.

Una serie de motines tuvieron lugar en la cárcel de Puente Alto, razón por la cual estos jóvenes profesionales denuncian por qué estos sitios de reclusión no constituyen una alternativa eficaz de tratamiento para los jóvenes en conflicto con la justicia.

Que la agresión verbal o física sea la regla básica de funcionamiento, determina para mal las características psicológicas de los menores recluidos.

“La experiencia de la cárcel marca. Durante largo tiempo, el joven necesito aprender a vivir de una manera peculiar. Eso le aseguró una subsistencia sin demasiado riesgo; fue socializado ´en la cana´. Una vez en libertad, todo lo que le sirvió y se vio forzado a aprender, lo transforma en un marginado, en un desadaptado social. La sociedad le cierra las puertas, lo marca y lo diagnostica. El joven se encuentra solo, sin posibilidades reales de reinsertarse en la sociedad, siendo difícil su rehabilitación. A menudo, el joven responde a este rechazo social con ´pequeños motines personales´, como son la reincidencia en conductas delictuales, drogadicción, apatía, etc. Es así como pasan a ser parte de la juventud poblacional desesperanzada de nuestro país”, concluían Paulo Egenau y Eduardo Nicholls.

 

“EN CHILE SE ENCARCELA LA POBREZA”

 

Se estima que cerca de 10 mil menores de edad fueron enviados a la sección juvenil de la cárcel de Puente Alto entre los 80 y los 90. ¿Cuánto ha mejorado esa realidad?

En 2010, en la Octava Región, por ejemplo, Paulo Egenau, entonces director de la fundación Paréntesis, visitó la sección juvenil de El Manzano, donde había 24 jóvenes condenados, todos recluidos en un solo modulo, en una cárcel para adultos.

El centro es un bloque de cemento desprovisto de cualquier estímulo que no sea la vida “canera”. Está hecho de tal manera que recibe muy poca luz. En su informe, Egenau describe: “Oscuro, frío, ciego, este lugar carece de los requisito necesarios para no provocar graves daños a la salud mental de los adolescentes que permanezcan privados de libertad aquí”. Y recalca: “Es un espacio infrahumano e indigno. Ningún proceso de reintegración social es posible en un entorno con las características de esta sección”.

Ya no existen esas horribles cárceles en las que los menores convivían con adultos. Sin embargo, una frase del discurso que la hermana Nelly León pronunció  frente al Papa Francisco en el centro penitenciario femenino, todavía resuena con fuerza:

“En Chile se encarcela la pobreza”, dijo la religiosa, presidenta de la Fundación Mujer Levántate.

La hermana Nelly León durante su discurso frente al Papa Francisco.

La hermana Nelly señaló: “En este gimnasio, somos más de 400 mujeres. Pero estas mujeres representan los casi 50 mil hombres y mujeres pobres y vulnerables, privados de libertad. Digo pobres, Santo Padre, porque lamentablemente en Chile, se encarcela la pobreza”.

A contar de este 2023 se está implementando de manera gradual el Servicio Nacional de Reinserción Social Juvenil. Depende del Ministerio de Justicia, para dar oportunidades a jóvenes en conflicto con la justicia penal. Según cifras dadas en 2021,  5.348 adolescentes y jóvenes están cumpliendo sanciones en centros privativos de libertad o con una medida en medio libre. De ellos, solo 451 estaban privados de libertad, y sólo 23 eran mujeres.

¿Cómo será este nuevo servicio? Leemos en su página web:

  • Será especializado y de alto nivel técnico.
  • La atención para los jóvenes será centrada en la intervención, con un modelo y un soporte adecuado para la gestión del caso.
  • Aumenta los estándares de calidad para el funcionamiento de programas e instituciones.
  • Contará con un sistema especializado de administración de justicia juvenil: fiscales, jueces y defensores formados en la materia.
  • Reforzará la respuesta del conjunto del Estado para asegurar el acceso a las prestaciones de salud, educación e inserción laboral.
  • Innovará a través de la mediación penal juvenil como una forma alternativa de resolución de los conflictos.
  • Cambiará la relación con organismos privados que ejecutan programas, abandonando la lógica de subvenciones por un financiamiento asociado a estándares de calidad.

Por el bien de todos, esperamos que esto no quede solo escrito en la web.

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