Este 18 de agosto, a las 4 de la tarde, los trabajadores y participantes de programas de Hogar de Cristo a lo largo del país, se sumaron a la conmemoración de la muerte de nuestro fundador ocurrida hace 69 años. Desde la tumba de Alberto Hurtado Cruchaga, se vivió una conmovedora Hora Santa, presencial y online, con más de 300 colaboradores de la obra que él fundó.
Por María Teresa Villafrade
1 Septiembre 2021 a las 11:29
Conectados desde todos los rincones de Chile: desde el call center, el jardín infantil Luz de Belén, de Tomé; la hospedería Carmen Goudie, de Coquimbo; el jardín infantil y sala cuna Nazareth, de Temuco: el Padam de Marga Marga de la Región de Valparaíso; la Residencia de Adulto Mayor San Juan, en Los Ángeles, y de distintos programas de Alto Hospicio, Constitución, Chillán, Rancagua, Coyhaique, Punta Arenas e incluso del Hogar de Cristo en Estados Unidos, la Hora Santa de este 2021 estuvo marcada por la emoción del reencuentro presencial en el santuario del Padre Hurtado en Estación Central, y por la masificación de la conexión online.
Junto con recordarse la campaña “Anteojos para ver al Otro” que nos animó durante todo agosto, el Mes de la Solidaridad, se invitó a mirar al otro, en especial, a los 2,1 millones de personas que viven en pobreza, “queremos que el tiempo de la pascua de Alberto Hurtado, sea el tiempo hoy del paso de Chile hacia más fraternidad”.
Ante la pregunta ¿a quién subiría hoy Alberto Hurtado a su camioneta?, estas fueron algunas de las respuestas que llegaron a través de las redes sociales durante la transmisión de la Hora Santa:
Sandy Castro Vallejos: “San Alberto subiría a su camioneta a las familias vulnerables , a los niños que más sufren , a las mujeres que sufren violencia , a las personas en situación de calle”
Luisa Reyes: “A Adultos mayores solos. A niños que sufren espiritual y físicamente. A las personas que viven en Afganistán y Haití”.
Marcela del Pilar Luna Valenzuela, sin duda, subiría a todo aquel que necesite de una mano, al que sufre, al que nadie ve.
Nela Saavedra: “San Alberto Hurtado subiría a la camioneta verde a los niños, niñas, hombres y mujeres que sufren injusticias en esta sociedad”.
Bonnie Taylor, de la Hospedería de Iquique: “A las personas en situación de calle, a las personas con discapacidad que no tienen cómo sustentarse, a las personas que son excluidas, los invisibles para la sociedad”.
Alejandra Bazán: “A todos los que viven en situación de calle: niños, jóvenes, mujeres y hombres”.
SUS ÚLTIMOS MOMENTOS
“El padre Hurtado no le pertenece solo al Hogar de Cristo ni a la Compañía de Jesús sino que, como bien dijo el ex presidente Ricardo Lagos en el momento de su canonización, lo reconocemos como un padre de la patria entera”, recalcó el capellán José Francisco Yuraszeck en su homilía, inmediatamente después de darse a conocer todas las propuestas que desde las distintas líneas temáticas de Hogar de Cristo se enviaron para la nueva Constitución.
El momento más emotivo, sin duda, fue la emisión del video en que se detalla con mucha precisión cómo fueron los últimos momentos de vida de Alberto Hurtado en esta tierra, basado en las palabras de su amiga Marta Holley diciéndole adiós. “Palabras que nos mueven a comprometernos una vez más con todos esos rostros que Alberto amó. Esta es nuestra hora Santa”, agregó Francisca López, de la pastoral y capellanía Hogar de Cristo.
“Semisentado el padre, con los ojos cerrados y llenos de lágrimas, respira con un ronquido que da pena. Son cerca de las dos de la tarde y se espera que dure todo el día. Se han dicho las oraciones para los agonizantes, la boca abierta, la respiración como un silbido, nuestro pobre padre parece un niño abandonado. Dos cirios están prendidos sobre su velador. Su superior, sus hermanos, rodean su cama. El padre Balmaceda seca sus lágrimas, trajeron ya los ornamentos para revestirlo. No hay cambio, se está apagando lentamente como un cirio. Cinco cero dos horas, llegamos a su puerta, se nos empuja para que podamos entrar, el corredor, la pieza, todo está lleno, pero nos hacen un hueco. El padre Balmaceda sostiene la mandíbula con un pañuelo, una última lágrima brilla en el rincón del ojo izquierdo. El silencio es impresionante, de repente sollozos contenidos salen de muchas gargantas. Dios mío, es el momento de entonar el Magnificat y mientras lo recito con toda el alma, me parece oír la voz del padre que me dice: qué bueno Marta, no estaré solo para entonarlo en el momento del encuentro. Dios mío, gracias por él, gracias por todas las gracias que recibió de ti, gracias por tu misericordia, gracias por todos los talentos que le diste, gracias por el amor que pusiste en su corazón, gracias por la caridad pletórica que entregó a su alrededor, gracias por su alma de apóstol, gracias por la santidad que pusiste en su alma. Miro su cara, tiene una cara de paz profunda. La puerta se abre, el padre nos espera, inmediatamente se forman filas que desfilan ante su cama, entran lentamente, tocan su rosario y salen. El padre con los ojos cerrados, las manos cruzadas sobre el crucifijo de sus votos, el gesto serio de las grandes ocasiones, reposa en paz”.
Revisa aquí toda la ceremonia y revive la Hora Santa.