28 Abril 2020 a las 10:20
Así resume el capellán del Hogar de Cristo, José Francisco Yuraszeck, la situación de temporeros venidos de Bolivia a quienes el cierre de la frontera los dejó varados en completa indefensión. Sin recursos, contactos, ayuda, esperan soluciones que no llegan. El grupo, que alberga la parroquia Santa Cruz de Los Nogales, parece afortunado si se compara con el resto de sus compatriotas.
Por Ximena Torres Cautivo
Quedarse varado en Bangkok, Punta Cana, Cancún, sin posibilidad de regreso, suena terrible. Y eso que hablamos en general de personas con recursos económicos y culturales, que andaban de vacaciones, en plan de turismo, disfrutando del mundo globalizado, ese que hoy –desde el encierro y las circunstancias de cada uno– parece cosa de un pasado muy remoto.
Pero muchísimo peor es quedarse varado cuando eres trabajador temporero, con mínimas herramientas, y la pandemia y sus medidas asociadas te pillan en descampado. Eso es lo que sucedió con 65 ciudadanos bolivianos que estaban en Chile trabajando en diversas cosechas de temporada y se vieron impedidos de volver a su país, cuando se declaró la pandemia. Con la frontera cerrada, con pocos medios, sin contactos, sin ayuda, no tenían a quién recurrir.
Pedro Labrín (54), sacerdote jesuita, párroco de la capilla de La Santa Cruz, en la población Los Nogales de Estación Central, que hoy alberga a esas personas, resume así lo sucedido: “Aunque parezca una crueldad decirlo así la película que ganó el Oscar este año, ´Parásito´, viene a ser una verdadera profecía de las realidades que estamos viendo a propósito de la pandemia por Covid-19. Hemos naturalizado como sociedad durante mucho tiempo una ceguera para reconocer la dignidad de quienes sostienen los servicios que consumimos. Lo que vivimos hoy en la Parroquia de la Santa Cruz es una muestra de eso. Los temporeros extranjeros, bolivianos, en este caso, quedan desamparados después de haber cumplido sus labores, impedidos de regresar a su Patria y nos hacen ver una realidad que nos cuesta reconocer, la desigualdad social, que es una herida abierta de Chile”.
Pedro Labrín, conocido como Poroncho; José Tomás Vicuña (38), director del Servicio Jesuita a Migrantes, el “Chumi”, y José Francisco Yuraszeck (42), “Pepe”, capellán del Hogar de Cristo, son tres jesuitas que viven en comunidad en la población Los Nogales. Trabajan “con los pies en el barro”, como proponía Alberto Hurtado: Poroncho en la parroquia; Chumi con los migrantes, que en Estación Central son numerosísimos, en especial, los haitianos; Pepe, en la casa matriz del Hogar de Cristo, donde se vive muy de cerca la realidad de las personas en situación de calle, que fue la condición en que quedaros esos 65 temporeros bolivianos. Así lo explica el Chumi: “Esos hombres y mujeres que estaban trabajando en distintos campos de la zona central de Chile quedaron en calle cuando no pudieron subirse a un bus que los trasladara desde Santiago al norte del país, y de ahí a Bolivia. Lo que hicimos para ayudarlos fue un trabajo conjunto entre distintas organizaciones: la parroquia, el Hogar de Cristo, el Servicio Jesuita al Migrante y la Municipalidad de Estación Central, que nos coordinamos para brindarles techo, comida, orientación para que puedan esperar el retorno a su país de la mejor manera posible. Si hay algo que ha despertado el virus es la necesidad de unirnos, porque de ésta nadie se salva solo”.
Positiva mirada, que no se compadece con la difusión de alguna “información falsa y dañina sobre las personas que están albergadas desde la tarde del 22 de abril en la Parroquia Santa Cruz”, tal como precisó Pedro Labrín en su visitada cuenta de Facebook frente a actos de paranoia y falta de solidaridad que avergüenzan, como lo que sucedió en Quilicura. Allí escribió “de modo breve y completo”, un punteo aclaratorio de lo que está sucediendo:
“1) A raíz de la crisis sanitaria que supone la pandemia, Bolivia cerró las fronteras de su territorio, sin distinguir entre ciudadanos bolivianos y extranjeros.
2) Son miles los ciudadanos bolivianos que año a año vienen a Chile a trabajar como temporeros de labores agrícolas.
3) Cientos de ellos no pudieron regresar a su país a causa del cierre de frontera.
4) La imposibilidad de retornar ha generado la crisis humanitaria que los afecta, al no tener trabajo ni vivienda en Chile.
5) La situación de emergencia se replica en todas las ciudades del norte chileno, cercanas a pasos fronterizos.
6) Tras conversaciones bilaterales, Bolivia accedió a permitir el ingreso de sus connacionales siempre que realizaran una cuarentena preventiva en Chile.
7) 40 hombres, 24 mujeres y un niño de dos años no pudieron viajar a Iquique, porque allá no existe capacidad para acoger más ciudadanos bolivianos que intentan regresar a su patria.
8) Ellos no estaban preparados para permanecer en Santiago por más tiempo. Quedaron en la calle, donde durmieron una noche en una plaza.
9) Ante esta situación, nos movilizamos en la Parroquia, en el Hogar de Cristo y en el Servicio Jesuita a Migrantes para buscar una solución. La Parroquia ofreció sus dependencias y la Municipalidad de Estación Central, camarotes, alimentos para los primeros días, bus de traslado de la plaza a la Parroquia y sanitización periódica de todos los espacios utilizados.
10) La Parroquia es responsable administrativa del albergue, mientras Hogar de Cristo y Servicio Jesuita a Migrantes gestionan todo lo que haga falta, mediando con autoridades y buscando los recursos de donaciones privadas necesarias para sostener el funcionamiento de este Albergue Solidario Humanitario.
11) Los albergados no provienen de cités con brote de coronavirus, proveniente de otras comunas. Su presencia no supone ningún riesgo de contagio en el sector Parroquial.
12) La Parroquia NO es un hostal sanitario para recluir a personas contagiadas. SÍ es una respuesta humanitaria y ética que nos enorgullece poder ofrecer”.
El mensaje aclaratorio fue agradecido por la comunidad virtual: feligreses, vecinos y amigos, que siguen al párroco de la Santa Cruz. Pepe Yuraszeck, capellán del Hogar de Cristo, por su parte, considera que la iniciativa fue “un virtuoso fruto de la colaboración entre instituciones más la generosidad de personas de buena voluntad, pero, sin duda, no es suficiente. Me acaban de mandar una lista que han hecho los mismos trabajadores bolivianos donde, además de los 64 que están en la parroquia, hay más de 300 que necesitan urgentemente ser repatriados, porque no tienen refugio”. Y nos comparte un audio con la voz de Karerin, una boliviana que vive en Chile y está tratando de hacer algo por sus compatriotas. Ella afirma: “Se han formado ya 8 grupos de alrededor de 50, 60 personas cada uno, porque si se suman todos, esto se va a salir de control. Si nos organizamos en grupos más pequeños quizás sea más fácil encontrar un techito donde puedan dormir. Ya no sabemos qué hacer porque se están cerrando todas las puertas. No sé, padrecito, si usted ha tenido noticias del cónsul…”.
Y, como suele pasar en situaciones de emergencia, todos eluden el bulto y se pasan la pelota, que en el caso puntual de los albergados en la Parroquia La Cruz de Estación Central corresponde a 65 seres humanos, hombres y mujeres, entre los cuales hay cuatro adultos mayores y un niño de tres años que vino con sus padres buscando una mejor vida.
Nabeiba Torres, quien forma parte de este grupo afortunado, dice que están en una situación mala. Muy mala. “No estamos enfermos, no podemos trabajar, se nos acabó el dinero, no tenemos cómo costearnos el regreso a nuestro país. En suma: estamos en las manos de Dios”.