El terapeuta Gustavo Pallamares en su taller sobre “contención emocional y reducción del estrés para vivir en el nuevo Chile”, entregó pautas a 100 participantes que acudieron para aprender a enfrentar la crisis social que estamos viviendo. Aquí, algunos de sus consejos.
Por María Teresa Villafrade
9 Diciembre 2019 a las 15:24
Filósofo, teólogo, coach y terapeuta familiar, Gustavo Pallamares tiene un master en Community Counseling de la Universidad de Scranton y se ha desempeñado en distintos centros del sistema público extranjero, como el Boston Urban Center y Lackawanna County Prison, en Estados Unidos; el Centro Semillas, de México, y la Municipalidad de Arcato, en El Salvador. Forma parte además, del equipo directivo de Vínculos&Counseling, que entrega capacitación y asesoría para mejorar las relaciones humanas en los ambientes educativos, laborales y familiares.
Desde el estallido de la crisis social el pasado 18 de octubre, son muchas las personas que han visto alterada su rutina diaria y experimentado sentimientos de incertidumbre y ansiedad. Según el Ministerio de Salud, no es menor el impacto sicológico de los desórdenes, saqueos y protestas, especialmente en la población de los sectores más vulnerables, y si a ello se suma el alto número de heridos atendidos en los servicios de urgencia (4.612 a la fecha en la Región Metropolitana y 8.040 en regiones) como consecuencia del “terremoto social”, sin duda, estamos frente a un hecho que produce altos índices de estrés.
Gustavo Pallamares, sin embargo, señala que las crisis siempre tienen un lado positivo. “Este estallido ha servido para demostrarnos que no estamos solos. Había mucha gente que sufría de marginación porque estamos insertos en una sociedad muy individualista y exitista, en la que sólo nos preocupamos de nosotros y de nadie más. Si hay algo que se ha aprendido de todo esto es que no basta con manifestarse, sino que es necesario construir juntos”, destaca.
Su primera recomendación entonces es buscar redes en la comunidad, participar en grupos que comparten el mismo problema y buscar juntos una solución, una estrategia que también forma parte de la terapia de quienes sufren depresión.
“En mi trabajo de décadas como terapeuta no he conocido a nadie que no pueda aportar algo, y lo veo también en las personas de más escasos recursos que se unen para ayudar a otros más pobres que ellos a salir de la pobreza. Hay muchas organizaciones como el Hogar de Cristo que justamente hacen ese trabajo: convocar y reunir a voluntarios para salir juntos al encuentro de los demás, acompañarse”.
En su experiencia con sectores vulnerables de la población, dice que el factor más importante de esperanza y cambio lo da el trabajo en comunidad. “Todos podemos aportar, todos somos valiosos, las personas en situación de calle también son valiosas. Y en ese reunirse es que podemos hacer cosas, estamos siendo validados por un grupo, por una comunidad y en este proceso nosotros también validamos a otros”, explica.
VIVIR EN ESTADO DE EMERGENCIA
El experto asegura que la neurociencia ha demostrado los efectos nocivos de la adrenalina y el cortisol (hormona del estrés) cuando circulan por largo tiempo en nuestro organismo. “El estrés y el miedo no son malos en sí, porque nos protegen y permiten estar alertas frente a situaciones de peligro. Pero cuando se prolonga por mucho tiempo, nuestro cuerpo se prepara para vivir en estado de emergencia y no podemos vivir así de manera constante. Lo dramático de esta crisis es que se han visto momentos en que parece que vamos a salir, pero empeora, entonces la incertidumbre que esto causa es uno de los factores determinantes del estrés”, agrega.
El cortisol, es decir, estar en estado de alerta, baja nuestros niveles de concentración. “Un profesor universitario me comentaba que había estado leyendo una tesis toda la mañana y no sabía lo que había leído. Entonces, si necesito concentrarme tengo que hacer pausas de descanso entre párrafos, por ejemplo, para leer un texto. El cerebro en estado de alerta sólo te permite concentrarte en períodos cortos”.
Afirma que desde el retorno a la democracia, los chilenos fuimos perdiendo la capacidad de soñar y los ciudadanos empezamos a ser considerados meramente como productores de recursos. “Esta crisis nos dice que queremos una sociedad distinta, pero esto debe comenzar por uno mismo, reconectándote con tus sueños y tus grandes esperanzas. En resumen, para que cada uno pueda ser un aporte hay que involucrarse y ser consecuente consigo mismo, algo que habíamos perdido”, acota.
-¿Y cómo se logra esto?
-Primero que nada juntándose con otros, porque cuando estás solo te estresas más que cuando estás en comunidad. Esto porque se segrega la oxitocina, que es como la hormona de los abrazos, pero en el fondo es la hormona que nos estimula a estar con otros. Cuando la persona está deprimida, tiende a aislarse y eso la deprime más. Yo aconsejo buscar referentes, puede ser estar más con la familia, con amigos, con un grupo.
Recomienda además, tomar conciencia de que el umbral de tolerancia a la frustración puede estar más bajo. “Si estás alterado, irritable, más sensible, hasta un vaso de agua que se derrama te puede alterar. Hay que desconectarse de las pantallas al menos una hora antes de dormir, para tener un sueño reparador. Por último, hay que tratar de volver a la normalidad ya que cuando la rutina se quiebra, la ansiedad sube. Si no tengo certeza de lo que va a pasar, más ansiedad se produce. Es mejor enfocarse en aquello que sí puedo controlar que en aquello que es incontrolable”, concluye Gustavo Pallamares.