Hace más de un cuarto de siglo que la empresa de ingeniería colabora con la fundación. Si bien la pandemia fue un tiempo de tregua, este año retomaron con todo sus visitas a los programas de la Región Metropolitana. La última fue al Hogar de Adultas Mayores Rosita Renard, donde hicieron pan junto a las residentes. Aquí te contamos más sobre esta significativaamistad.
Por María Luisa Galán
27 Octubre 2022 a las 18:59
Cuando los voluntarios de la empresa CyD fueron a la residencia Rosita Renard a hacer pan con las adultas mayores que viven ahí, ocurrió el milagro de que una de las participantes se paró de su silla de ruedas para amasar.
Carla Canihuante fue una de las líderes ese día.
Le encanta la gastronomía y cuando le dijeron que el voluntariado consistía en hacer pan, se entusiasmó y se inscribió de inmediato. Pero casi no va. Le agendaron para ese mismo día una reunión, pero como era la única del grupo que sabía amasar y hacer pan, pudo acomodar su calendario para ir.
“Uno sale con el corazón lleno de una experiencia así. Cuando trabajas con los adultos mayores te recargas de energía porque ves todo su empeño y ganas, pese a todas las dificultades que tienen”, comenta Carla, con tan sólo tres meses de trayectoria en CyD.
De su paso por la residencia, recuerda a María, quien, al igual que ella, sabía hacer pan. “Yo iba dando las instrucciones de cuánta harina, agua. Y ella decía, no le ponga más agua, está bien. Y nos pasó que hubo varios que pese a estar en silla de ruedas, se quisieron parar para amasar. La señora María, en particular, pedía pararse porque le costaba amasar sentada. Las personas encargadas de ellos, nos decían que nunca se paran y que estaban súper motivados ese día”, rememora Carla.
La empresa CyD, que antiguamente se llamaba Cruz y Dávila, comenzó hace más de 25 años una relación de apoyo y colaboración con el Hogar de Cristo. Pero fue desde el 2016, que la firma de ingeniería decidió darle forma y cuerpo al voluntariado que, antes de ese año, eran acciones aisladas y sin una mirada corporativa.
Crearon diferentes proyectos. Uno de ellos se llama “La belleza de mi hogar”, que realiza arreglos menores en las residencias de la fundación o casas particulares de los participantes. Hay otro que se llama “Haciendo juntos el pan”, que consiste en que un grupo de trabajadores va a un programa del Hogar de Cristo a hacer pan con los residentes, como el que conocimos ahora, en Rosita Renard. Este plan tiene la particularidad que además de hacer el pan, que luego se comparte con las residentes y trabajadores, se guarda un poco para los colaboradores de la empresa. Al día siguiente de la visita, se realiza una pequeña liturgia liderada por el capellán José Yuraszeck, se bendice los panes y luego se comparten con la planta de CyD.
Otra línea de acción creada por la empresa es “La huerta de mi hogar”, que busca crear, en algún programa de la fundación, un regadío donde se pueda plantar algún producto y luego cosecharlo. A esto se suma, que los voluntarios se anotan para la ruta calle que antes de la pandemia se hacía los días jueves durante junio, julio y agosto, y esperan retomar el próximo año.
Y, además, tienen el programa de socios. Buscan que los trabajadores hagan un aporte a la fundación, cuyo monto es duplicado por la empresa. Por ejemplo, si la persona dona 2 mil pesos, CyD suma 4 mil. Y para cada fin de año, la firma organiza un asado al que invitan a los trabajadores del Hogar de Cristo de los programas que han visitado en el año. También tienen salidas educativas con los jóvenes de los colegios Súmate. Han ido, por ejemplo, al Buin Zoo o a museos.
Gustavo Estay es quien ha liderado el voluntariado durante estos años. Tiene un gran espíritu ignaciano, uno que ha sido inspirado sobre todo por la formación académica de sus hijos, estudiantes del colegio San Ignacio.
¿Qué es lo que más lo ha asombrado en estos años? Cuenta: “Lo que más me ha conmovido es que la gente ha dejado de confiar y uno trata de llevar una gotita de confianza. Pero la gente está un poco abandonada. Y vivir en el abandono debe ser de las cosas más tremendas porque la gente que vive en situación de calle tiene una desconfianza enorme en el sistema y está sola. El Hogar se acerca y les lleva consuelo, y trata de rescatarlos, pero es una tarea muy difícil. En las rutas calle que hice me di cuenta de eso”. Por eso, dice, se anima e invita a otros a sumarse al voluntariado, para llevarles alegría y acompañamiento a muchos acogidos de la fundación.
Al año, participan cerca de ochenta trabajadores en las diferentes actividades. Durante la pandemia tuvieron que hacer una pausa, debido al cierre total de los programas de la fundación. Recién a fines del 2021 retomaron el contacto a través del programa “La belleza de mi hogar” y, en total, este año ya llevan tres iniciativas en donde han participado sesenta de sus colaboradores aproximadamente.