Estuvimos en la tercera ruta del Padre Hurtado: “Nuestro mundo necesita ser rehecho”
27 Octubre 2016 a las
13:47
En el marco de nuestro aniversario número 72, y con gran participación de los trabajadores de la Fundaciones Hogar de Cristo, voluntariado y acogidos, realizamos la tercera Ruta del Padre Hurtado.
Este año fueron cuatro las estaciones, las que revivieron los recorridos que realizaba San Alberto, esto con la finalidad de comunicar a la ciudadanía el pensamiento que construyó e inspiró a nuestro fundador.
1– ¿Podrías evocar un maestro que impactó tu vida?
Esta fue la inquietud que marcó a la primera estación, en la Iglesia San Francisco, y en la que reflexionamos en torno al SABER. El objetivo fue reconocer ¿Qué maestros nos habían educado en la vida y qué nos habían enseñado? ¿Qué valores y qué de esa enseñanza estábamos ocupando para contribuir a eliminar la exclusión social?
“El más grave de los problemas chilenos en el orden humano es la falta de una verdadera educación. Problema más grave aún que el problema de la escasez de salarios, la lucha de clases, el problema político y aún la misma desorganización de la familia, porque encierra en sí todos estos problemas y los acrecienta” y “Si la educación no consigue formar ciudadanos penetrados de sentido social, no ha logrado lo que de ella esperaba la sociedad, sobre todo la nuestra” Alberto Hurtado (“Puntos de Educación”, 1942)
2- De todo lo que me enseñaron mis maestros: ¿Qué estoy haciendo para reparar los derechos de los excluidos de nuestro tiempo?
Está reflexión, realizada en la segunda estación ubicada en Estado con Huérfanos, tuvo como acento el TENER. En esta meditación apuntamos a cuestionar respecto a ¿Cuáles de mis bienes o de mi patrimonio yo ocupo para reducir la exclusión social? ¿Qué es lo que tengo yo para poner a disposición de los que tienen menos o de los más desposeídos?
“El sentido social es aquella cualidad que nos mueve a interesarnos por los demás, a ayudarlos en sus necesidades, a cuidar de los intereses comunes (…) Quien tiene sentido social, comprende perfectamente que todas sus acciones repercuten en los demás hombres, que les producen alegría y dolor y comprende, por tanto, el valor solemne del menor de sus actos. (…) No espera que se presenten ocasiones extraordinarias para actuar. Todas las citaciones son importantes para él, pues repercuten en sus hermanos”. Alberto Hurtado (“Humanismo Social”, 1947).
3- ¿De qué manera mi patrimonio o mis bienes están ayudando a reparar los derechos negados a los más excluidos?
En la tercera estación, realizada en la Plaza de Armas a los pies de la imagen del Cardenal Silva Henriquez, el centro de la reflexión estuvo en el CREER y apuntaba al análisis de ¿Cuál de todas mis creencias me inspiraba o me animaba a seguir construyendo un país más justo y solidario?
“Todos sirven en esta marcha de la humanidad hacia Dios; todos encuentran trabajo en la construcción de la iglesia; el trabajo de cada uno se revelará por las circunstancias en que (Dios) lo colocará y la luz que a él dará en cada momento, (…). Todo método demasiado rígido, toda dirección demasiado definitiva, toda sustitución de la letra al espíritu, todo olvido de nuestras realidades individuales, no consiguen sino disminuir el ímpetu de nuestra marcha hacia Dios”. Alberto Hurtado (“La Búsqueda de Dios”, 1946).
4- De todas mis creencias y mi fe ¿qué ha llegado en ayuda de los más excluidos de la ciudad?
Cuarta estación, en el Puente Cal y Canto, fue el punto más importante de nuestra ruta, ya que es el lugar donde el Padre Hurtado bajaba al río Mapocho a buscar a sus patroncitos, como cariñosamente llamaba a los más desposeídos. En este punto lo que se hizo fue escuchar al CRISTO POBRE y la interrogante a reflexionar fue ¿Cuál es el Cristo pobre que hoy día nos quiere interpelar?
“Los pescadores y labradores, los mercaderes en sus tenduchas de la china, los pescadores de perlas que descienden al océano, los mineros de carbón que se encorvan en las vetas de la tierra, los trabajadores del salitre, los del cobre, los obreros de los altos hornos que tienen aspiraciones grandes y dolores inmensos que sobrellevar de su propia vida y la de sus hogares. Y al pensar en ellos y en su inmensa amargura, al ver la parte tan dura que les corresponde en el trabajo humano, al ver los sufrimientos que los agotan, muchas veces el hambre, las enfermedades, la muerte prematura que ronda sus hogares, la comprensión del mensaje de Cristo me dice que no amo bastante al fondo al fondo de mi alma, y quisiera, señor, estar atormentado por hambre y sed de justicia que me tortura que me tortura para desear para ellos todo el bien que apetezco para mí”. Alberto Hurtado (“El deber de la caridad”, 1944).