El talabartero que no deja de soñar
Conoció la artesanía en cuero hace nueve años, cuando estaba en prisión. Hoy, es su sustento diario y una vía de esperanza para superar la situación de calle. Su taller se divide entre una biblioteca y una plaza. Lee aquí la historia de este hombre nortino, apasionado por el fútbol, que pernocta en la Hospedería Padre Álvaro Lavín del Hogar de Cristo.
Vicente Vásquez Feres
23 Mayo 2024 a las 17:17
Esa noche de miércoles, en Lima, Colo-Colo tenía un partido importante. Se jugaba una buena parte de su clasificación en Copa Libertadores. Freddy Monje (55) vestía con orgullo su abrigo del equipo más popular de Chile, a 3.200 kilómetros de distancia. Con nervio y esperanza. Le da alegría, le quita la pena. Horas antes, en la biblioteca de la Hospedería Padre Álvaro Lavín del Hogar de Cristo, mostraba sus diferentes trabajos en cuero. Al menos los pequeños: monederos y billeteras.
Conoció la talabartería hace nueve años, en la cárcel. Nunca imaginó que llegaría a ser su sustento diario. La práctica en el oficio se ha materializado en mochilas, morrales, carteras y bolsos. En el verano se multiplican las ventas, mientras que en estos días fríos apenas alcanza para cubrir la alimentación que la hospedería no puede brindar. En las mañanas, se instala en la plaza de Santo Domingo con Matucana. Al abrir sus puertas a las 16:30, se sienta en “el taller” a coser durante tres horas diarias, de lunes a viernes. Los fines de semana aprovecha casi toda la jornada y es cuando más avanza.
“El que trabaja en lo que le gusta, rinde y lo hace contento. En este lugar me han dado la oportunidad de ocupar la biblioteca como taller. Próximamente voy a tener dos alumnos que quieren aprender. Estoy encantado de enseñar, es súper motivante ver que otra persona aprenda y eso le sirva para salir adelante”, explica Freddy, quien ya vivió una experiencia similar tiempo atrás, al traspasar sus conocimientos de panadería a dos trabajadores migrantes en Valparaíso.
Freddy pernocta en la Hospedería Padre Álvaro Lavín hace dos meses porque no tiene otro lugar donde estar. Suena obvio, pero en realidad no lo es. Pagaba un arriendo en Avenida Vivaceta, que no pudo seguir costeando por el encarecimiento de la vida. También, no sabía que una decisión –noble en espíritu– lo llevaría a un escenario extremo. Acogió a un amigo que vivía en la calle, confió en su palabra y él, bajo el efecto de las drogas, le quitó materiales, mercadería y máquinas para trabajar. Cuando se dio cuenta, era demasiado tarde.
Promociona sus productos a través de su cuenta de Instagram, vía que lo ayuda a mantener vivos sus sueños: instalarse en un local y acceder a un techo propio.
–Postulé al programa Vivienda Primero. Me hicieron la entrevista, ojalá salga porque sería un empujón bien grande estar en un departamento, donde voy a poder trabajar el tiempo que realmente necesito –describe. Quiere el espacio y la autonomía para volver a fabricar artesanías grandes.
Vivienda Primero es un programa social estatal que se puso en marcha en 2019. Desde entonces, ha entregado un hogar y apoyo psicosocial a más de 700 personas mayores de 50 años en Chile, quienes vivieron por un periodo prolongado en la calle. Según estudios de los ministerios de Desarrollo Social y Hacienda, es una alternativa que reduce los costos y plantea una solución integral. Una forma digna de superar la pobreza.
“Podría reunir dinero y después postular a un subsidio. Si cometí errores en mi pasado, esos errores no deben seguir privándome de cosas. También tengo derecho a estar tranquilo y tener oportunidades. No todas las personas que estamos en situación de calle vivimos en el flagelo de la droga y del alcohol, hay muchos microempresarios”, señala Freddy.
El talabartero, oriundo de Iquique, agradece toda la ayuda de la Hospedería Padre Álvaro Lavín. “Te saca de la calle, te da un techo, una ducha caliente y un plato de comida”. Sin embargo, también quiere recibir a su mamá, de 87 años, que viajó desde el norte del país para vivir con Paola, la menor de sus tres hermanos, quien reside en la comuna de San Bernardo. “Teniendo cerca a mi mamá, no la puedo ver. Cuando una persona tiene una vivienda, tiene tranquilidad. Puede estabilizarse, emprender, dejar de deambular de hospedería en hospedería”.
Por sus errores, a Freddy se le han cerrado puertas. También ha sentido el rechazo cuando muestra sus trabajos en cuero y cuenta parte de su historia. Sabe que la conversación se corta cuando dice: “persona en situación de calle”. Quiere volver a empezar.
Antes de que la conversación se iniciara en la biblioteca, Freddy fue censado por el Hogar de Cristo, en un trabajo colaborativo y de capacitación con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), organismo que en la semana del 13 de mayo se desplegó para contabilizar a las personas en situación de calle en todo el país. Este operativo, enmarcado en el Censo 2024, recorrió rutas trazadas y viviendas colectivas.
“Es importante que el Estado se dé cuenta que las cifras que manejan son erróneas, dicen que hay 20 mil personas en situación de calle y realmente somos más de 50 mil que no tienen una vivienda propia, que no pueden arrendar y llegan a estos lugares. Es cosa de darse una vuelta por Alameda, Mapocho, San Bernardo y Lo Espejo”, opina.
A su juicio, los equipos que trabajan en superar estas problemáticas deberían basarse en las experiencias de personas que las han superado. Agrega: “Ellos saben lo que es vivir en la calle, dormir a la intemperie en invierno. Espero que no quede solamente en el conteo, que se ocupen recursos para trabajar y la gente reciba la ayuda que se necesita”.
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Freddy no solo es hincha de Colo-Colo. Es socio y hace un tiempo que está atrasado con las cuotas. Por eso, no puede ir al estadio. Una prima que vive en su ciudad natal le paga un “Plan Dúo” de teléfono y así puede ver los partidos. Es el fútbol de su niñez, cuando lo escuchaba por radio junto a su abuelo, el que evita acordarse de los momentos tristes que propicia la situación calle. Aunque sea por un momento fugaz. Le gustaría volver a celebrar la Navidad y el Año Nuevo, festividades que perdieron sentido cuando su papá falleció un 9 de diciembre.
Sabe cuál es el camino y ahí está, esperando su oportunidad. Cosiendo para reír.