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Trabajar con recursos limitados:

La mejor escuela para aprender

Con 25 años, el joven terapeuta ocupacional Marcos Barría lleva casi tres años vinculado a la fundación. Es parte de la comunidad LGBTIQ+ y conoce muy bien lo que es sentir la discriminación, la misma que viven muchos participantes de los programas sociales de Hogar de Cristo con los que él trabaja.

Por María Teresa Villafrade

14 Noviembre 2024 a las 18:13

En la reciente Feria de la Solidaridad, un joven llamó nuestra atención. Luciendo un vestuario poco común, lo vimos primero atendiendo a todos los recién llegados en la inscripción y, después, bailando contento con todos los participantes que venían de las residencias para personas con discapacidad mental. Lo conocían y después descubrimos por qué: es terapeuta ocupacional y trabaja en el Hogar de Cristo.

En 2021, Marcos Barría llegó al Hogar para hacer su cuarta y última práctica profesional como estudiante de la carrera de Terapia Ocupacional en la Universidad Bernardo O´Higgins.

“Llegué al Centro de Acogida Residencial San Luis Gonzaga, ubicado en La Granja como alumno en práctica y por mi buen desempeño me ofrecieron trabajo por seis meses como monitor”, recuerda.

Marcos llegó a hacer su práctica profesional en el CAR San Luis Gonzaga en 2021.

Se trataba de un proyecto con el Servicio Nacional de Discapacidad (SENADIS) muy acotado que terminó tras ese plazo. Pero Marcos se quedó como voluntario, apoyando talleres, actividades y en todo lo que se necesitara aunque él ya trabajaba en otra parte.

“Me llamaron nuevamente desde Hogar de Cristo, esta vez para un trabajo como soporte técnico del convenio con SENADIS. Mi rol como terapeuta ocupacional es más desde la gestión de las cinco residencias que tenían participantes con discapacidad, implementando estrategias que incrementen la cercanía con la comunidad”, explica.

Durante todo 2023 se desempeñó en ese rol. Este año fue contratado por Hogar de Cristo para continuar en el mismo convenio. “En resumen llevo casi tres años vinculado a la fundación y aprendiendo muchísimo”.

Su buena disposición con todos los participantes de las residencias de acogida, lo llevaron a ser contratado.

Ahora que solo están quedando tres de las cinco residencias -porque la de Estación Central termina este año y la de San Francisco de Recoleta cerró-, se redujo en la región Metropolitana el número de participantes y permanecen solo los que se encuentran en San Luis Gonzaga, en La Granja, y en las residencias protegidas Padre Tadeo en Quinta Normal y la de El Salto.

QUE LOS VEAN Y ENTIENDAN

Cuenta que su trabajo es moldeable, porque hay algunas residencias que necesitan más su apoyo, porque no tienen terapeuta ocupacional, como es el caso de las residencias protegidas.

“Mi trabajo ahí es más desde la intervención, con rutinas y hábitos de los participantes, que salgan a la comunidad y que compartan. Que los vecinos los vean y los entiendan. Son todas personas con discapacidad mental capaces de salir a comprar al negocio de la esquina y ser parte de la comunidad”.

También su rol es trabajar con los equipos, con las trabajadoras de trato directo, para darles soporte sobre la forma en que interactúan con los participantes: con enfoque de derechos y centrado en la persona. Por ejemplo, recalcar que los participantes de los programas tienen derecho a escoger y decidir en qué gastan su dinero.

Marcos destaca positivamente a los equipos de trabajo que ha conocido en estos tres últimos años en la fundación.

“Para mí no es importante si saben manejar cien mil pesos sino que ese dinero sea utilizado en lo que ellos quieran y siempre que así lo deseen”.

-¿Cómo te has sentido en Hogar de Cristo?

-No puedo referirme a toda la fundación porque es muy grande y tiene distintas líneas de acción. Opino de lo que conozco que es el ámbito de la discapacidad y siento que trabajo con muy buenos equipos, que me valoran no solo como persona, sino por mis conocimientos como profesional. Dentro de un trabajo, eso es lo que debe ser priorizado, más allá de cómo uno se viste o se expresa, y se planta frente a la sociedad. El aporte teórico y práctico que yo puedo entregar.

-¿Has sentido discriminación por tu forma de ser?

-La he vivido y por eso sigo acá, porque es difícil tener voz siendo joven y siendo parte de la comunidad LGBTIQ+. Es difícil tener un espacio laboral seguro. Soy bien recibido en las tres residencias de la fundación y se me hace parte del equipo. Es el principal pilar por lo que sigo acá. Uno vive la discriminación y sé lo que los participantes de nuestros programas pasan. A menudo son invisibilizados por la sociedad y mi labor es ayudarles a sacar su voz para que puedan expresarse libremente.

Marcos Barría se siente muy orgulloso del trabajo que realiza con todos los equipos.

Marcos se siente valorado como persona y como profesional.

“En Hogar de Cristo se aprende mucho. Eso les digo a todos los estudiantes que están en práctica, porque aquí uno debe resolver. Es una muy buena escuela ya que con recursos limitados se logran cosas muy importantes, se hacen milagros, se mueven redes, uno aprende mucho. Es lo que les cuento a mis colegas, es una muy buena escuela para aprender.

-¿Cuál es tu sueño en el mediano plazo?

-En la carrera nos enseñan que debemos aspirar a la inclusión, que no es lo mismo que la integración. Yo creo que en muchas universidades no conocen ni se han desarrollado tanto las habilidades que hay en Hogar de Cristo en materia de discapacidad. Es un desafío grande para la persona que está comenzando a trabajar. Recién estamos en la dinámica de dejar de institucionalizar a las personas con discapacidad mental.

Según la Encuesta Nacional de Discapacidad y Dependencia 2022 (ENDIDE) -especializada respecto a la estimación de la prevalencia de la discapacidad y la dependencia en Chile-, el 17,6% de las personas adultas del país presenta algún grado de discapacidad, lo que equivale a 2.703.893 personas. De ellas, un 11,4% presenta discapacidad severa y un 6,2% presenta discapacidad leve o moderada.

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