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Isabel Amor:

“Siempre fui el terror en los almuerzos familiares”

Fue en una de esas instancias donde a los 17 años sacó la voz para contarles a sus padres y hermanos que era lesbiana. Hoy tiene 37 y dirige desde hace 4 Fundación Iguales. De adolescente, sufrió sintiéndose única. Ver un día en televisión a la jueza Karen Atala, madre lesbiana que luchó contra el Estado por la tuición de sus hijas, marcó la certeza de que no estaba sola. Aquí habla de las mujeres y de los hombres mayores, lesbianas y gay, que vivieron su vida dentro del clóset y que hoy se atreven a sacar la voz.

Por Ximena Torres Cautivo / Publicada por El Mostrador

11 Julio 2021 a las 16:59

“Elegí esta canción porque me gusta mucho ese delirio particular de fuerza y calma con que Ana Tijoux dice lo que está diciendo. Tiene un buen ritmo y un mensaje muy potente: atreverse a sacar la voz, atreverse a hablar. A veces, el atreverse a hablar tiene que ver con lo político y con lo contestatario, pero otras veces, como pasa en mi línea de trabajo, se vincula a la protección de los derechos humanos. Con atreverse a hablar con otra persona, a contarle tus miedos, tus rabias, tus amores, tus alegrías. Hay que sacar la voz en los almuerzos familiares, en las conversaciones con nuestros amigos y amigas, y creo que hay que ayudar a sacar la voz a los que están pensando sacarla y aún no se atreven… Ahora es cuando”, explica Isabel Amor (37), en “Piensa en Grandes”, a propósito de la creación que Ana Tijoux  canta a dúo con el uruguayo Jorge Drexler.

Licenciada en Literatura y magíster en Sociología, soltera, lesbiana, Isabel dirige desde hace 4 años la Fundación Iguales, que para algunos representa a la diversidad sexual ABC1 en oposición al MovilH, que sería más popular. Una absurda división muy propia de Chile y que quizás tenga que ver con la enorme visibilidad que alcanzó Iguales bajo la dirección del ingeniero civil Luis Larraín Stieb, entre los años 2013 y 2017. Activista por las minorías LGBTQ+ y por los enfermos renales crónicos y la donación de órganos, es un hombre joven carismático y muy atractivo, que incluso fue modelo en sus años mozos.

-No debe haber sido fácil asumir la presidencia de una Fundación que estuvo tan asociada a la potente imagen de Luis Larraín.

-Me costó muchísimo. A mí no me conocía nadie, así es que cuando me ofrecían para entrevistas en los medios, los editores, que además suelen siempre ser hombres, pedían a Luis Larraín. Fue un trabajo lento empezar a instalarme, a acumular apariciones y entrevistas para que cuando me buscaran apareciera algo sobre Isabel Amor en Google y me consideraran.

-Eres una mujer lesbiana de clase acomodada, una mujer ilustrada con dos licenciaturas, nacida hace 37 años. ¿Podrías comparar tu situación con la de una mujer similar a ti pero que hoy tiene 70 años?

-Tengo una tremenda admiración por las mujeres de generaciones anteriores a la mía. Creo que como sociedad solemos pensar en las mujeres mayores como personas débiles. Se nos olvida que son personas que superaron la dictadura militar, que vivieron tremendas depresiones económicas en el país, que han sacado adelante a familias completas. O sea, son mujeres power, que han visto a este país hacerse y deshacerse. Creo que más que decirle yo a alguna de ellas cómo sacar la voz, me pongo en primera en la fila para escucharlas. Mi admiración por las mujeres que vinieron antes que nosotras y que nos han permitido avanzar en todo orden de cosas, derechos humanos, estudios, trabajo, es enorme. Es necesario que  las nuevas generaciones, o al menos las que nos creemos feministas o tratamos de serlo, estemos atentas a las vivencias y a la sabiduría de las que nos precedieron.

Isabel menciona al colectivo lésbico Ayuquelén, creado en 1983, y la valentía de sus líderes en tiempos de dictadura y represión. “Hoy sus fundadoras deben andar por los 65 años”, dice.

-En lo personal, ¿cómo les has explicado tú a tus mayores, a tus padres y tus abuelos, tu condición de lesbiana? ¿Cómo te hiciste oír en los almuerzos familiares y lograste salir del clóset?   

-Yo siempre fui el terror de los almuerzos familiares, mucho antes incluso de contarles que era lesbiana. Me alcanzó a tocar una generación que se sentaba a la mesa a conversar y se hablaba mucho de política, tema donde siempre estuve en un lugar de pensamiento distinto. Mi familia es más bien de derecha, más bien conservadora, entonces solíamos discrepar en materia candidatos presidenciales, senatoriales, a diputados y a alcaldes. Creo que así nos hicimos amigos del exabrupto, no le temíamos y aprendimos a lidiar con las diferencias. Hoy tengo 37 años, pero yo le dije a mi familia que era lesbiana cuando tenía 17, hace apenas 20 años atrás. Aquí los invito a hacer un ejercicio de memoria: hace dos décadas, recién la sodomía había dejado de ser penalizada por la ley en Chile; la diversidad sexual y de género era una cuestión que estaba vinculada principalmente a los hombres y, puntualmente, a la pedofilia; lo del VIH SIDA seguía siendo algo medio aterrador. Aunque nada de eso tenía que ver con mi realidad, debe hacer sido difícil para mis padres y mis hermanos asumir mi salida del clóset, pero mi familia lo tomo como pudo y lo ha ido procesando.

 

GRACE AND FRANKIE Y MI MAMÁ

-Me imagino que te ha tocado escuchar historias de personas que no encontraron nunca la forma de contar su verdad y que han vivido ocultando su verdadera naturaleza toda la vida por temor al estigma.

-Sí, claro. Estar en el closet es una cuestión muy dolorosa. Es vivir en una situación de mentira permanente. La gente no vive la vida hablando sobre su sexualidad, pero hubo generaciones anteriores completas que no pudieron decir ni vivir su verdad. Muchos formaron familias heterosexuales y vivieron con miedo pensando que todo era un pecado terrible, que iban a irse al infierno, a ser estigmatizados si se mostraban tal cual eran. En algún momento de la vida, algunas de esas personas logran superar ese estigma, viendo el ejemplo de la gente joven, y se atreven a salir del closet y definitivamente ninguna de ellas vuelve a meterse en él. He conocido gente que a los 75 años ha confesado que siempre le gustaron los hombre, por ejemplo, y lo han hablado con sus hijos y han buscado espacios para poder expresar eso sin que signifique mucho en términos concretos, porque encontrar pareja camino a los 80 años, y aquí creo que la audiencia mayor que nos escucha, coincidirá conmigo no es tan simple. Encontrar pareja siendo joven es difícil; imagínate, siendo mayor.

-¿Te molesta el concepto “tolerancia” aplicado a las minorías sexuales?

-Sí, lo de tolerar a mí me viene muy mal. Yo no necesito que nadie me tolere por mi orientación sexual, además, la gente intolerable es de cualquier orientación sexual. La aceptación entre las personas no tiene nada que ver con su orientación sexual.

Isabel habla de cómo los prejuicios hetero dominantes se notan en cuestiones como lo laboral. “La sociedad quita espacios que son mejor remunerados, más estables, a las personas que no acepta como son. En el caso de la diversidad sexual y de género, les pasa mucho a las mujeres trans, se les relega a trabajos que no son los que ellas elegirían si tuviesen la posibilidad de optar. Tristemente, la mayoría de ellas se ven obligadas al trabajo sexual. A las mujeres lesbianas hasta hace poco les faltaban referencias para identificarse. Cuando yo tenía, 13, 15 años, hubiera sido muy importante conocer a una mujer lesbiana abiertamente lesbiana. Mi primer referente fue Karen Atala, la jueza a la que el Estado Chileno le quitó la tutela de sus hijos y esto derivo en que ella como madre demandara a Chile en la Corte  Interamericana de los Derechos Humanos. Cuando la vi en la televisión peleando por sus hijas, supe que no sólo era lesbiana, sino abogada y jueza, no lo podía creer tenía como 15 años y supe que había otra lesbiana en el país. Yo estaba segura que era la única, pero no, había otra lesbiana y había estudiado y formado una familia, entonces, era posible.

-En ese sentido, una figura intelectual tan poderosa como Gabriela Mistral, que para el común de los chilenos salió del closet mucho después de muerta, ¿ayuda a las minorías sexuales?

-Por supuesto, que en toda época haya seres humanos sobresalientes y diversos, nos ayuda mucho, porque la mayoría de las personas son heterosexuales. Por eso es bueno para nosotros y para todos saber que Gabriela Mistral tenía un vínculo sexo-afectivo con distintas mujeres, que con una de ellas incluso crió a un hijo, Yin Yin, que, en definitiva, era lesbiana, lo que no es una cosa tan terrible. Tenemos a José Donoso, que estaba casado, que tuvo a una hija… Podemos ir revisando y revisando para darnos cuenta de que en la historia de Chile han existido personas de todas las orientaciones.

“Sacar la voz”, de Ana Tijoux (en la foto) es la canción que escoge Isabel para ilustrar su causa.

Aunque Fundación Iguales no ofrece servicios de apoyo a las personas mayores que buscan tardíamente salir del closet, su directora menciona otras iniciativas en ese sentido, como “la Pastoral de la  Diversidad Sexual, por ejemplo, que tiene un grupo de adultos, donde la mayor parte son padres de hijos e hijas que son gay o lesbianas, aunque también hay algunas personas que son directamente homosexuales ellas mismas. Son personas que se congregan ahí a partir desde la fe y de la fe en que Dios no te va a condenar por su condición sexual”. También considera benéfico y muy útil la convivencia intergeneracional, que los jóvenes inspiren a los mayores y viceversa. Y habla de cuestiones más pop, como el impacto de la serie de Netflix, Grace&Frankie, estrenada en 2015, y que narra las vicisitudes de dos mujeres, encarnadas por Jane Fonda (Grace) y Lily Tomlin (Frankie), cuando sus esposos anuncian que son homosexuales, que están enamorados entre ellos y se quieren casar. Las dos mujeres abandonan sus propios hogares y se ven forzadas a vivir juntas en la casa de la playa que ambas parejas compraron años atrás.

“Mi mamá, que es un mujer profundamente heterosexual, no se pierde capítulo”, afirma Isabel Amor, hoy consolidada como directora de Iguales.

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