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Isolde Reuque Paillalef, dirigente social de la Araucanía: “Mari Mari, Papa Francisco”

9 Enero 2018 a las 12:10

Actualmente en el Obispado de Temuco, la ex agregada laboral, dirigente indígena y de los derechos humanos valora profundamente la visita del Jorge Bergoglio a la región de la Araucanía, señalando que su paso por el país debería ayudar a los legisladores y políticos a acercarse al pueblo mapuche para dialogar verdaderamente.

“Fue un encuentro simpático, amoroso, el que tuve con el Papa Benedicto XVI. Lo notaba tosco, pero no era así. Cuando entramos a su oficina miró mucho mis joyas típicas y hablamos de las artesanías y del amor a la tierra”, rememora Isolde Reuque Paillalef, de 63 años, a quien en más de una vez han comparado con la indígena guatemalteca y premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú.

 

Por Mauricio Bascuñán Acuña

 

Desde la Región de la Araucanía, la actual trabajadora del Obispado de Temuco, recuerda sus encuentros con los dos últimos papas: Juan Pablo II, en Chile, y el pontífice alemán, con quien en 2007 tuvo la posibilidad de intercambiar algunas palabras en el Vaticano, junto a autoridades del mundo empresarial, el ex presidente Frei y la actual mandataria Michelle Bachelet. De esa cita, comenta: “Algunos se inclinaban ante él, yo no. Con sus dos manos me saludó. Y yo le dije simplemente ‘mari mari’”.

 

La dirigente mapuche, que en 2006 se convirtió en la segunda mujer de su etnia en ocupar un puesto diplomático, al ser nombrada agregada laboral de Chile en Bolivia, agradece al “Ser Superior” haber tenido la fortuna de conocer a los últimos tres Santos Padres. Explica que sus creencias son “interculturales” y que el catolicismo no se contrapone con la cultura de los pueblos originarios, ya que en ambos existe “un camino con un ser superior. No es el sol, el agua ni un animal, sino el ‘Elche’, el creador de todas las cosas”.

 

Sobre su reunión con Karol Wojtyla en 1987 destaca principalmente su discurso pronunciado el 5 de abril, donde Juan Pablo II alentó a los mapuches a conservar “con sano orgullo” la cultura de su pueblo, el idioma y sus valores propios, lo que la incitó a profundizar el conocimiento de sus tradiciones, así como el compromiso con los derechos humanos y el amor a la tierra. “El amor de Cristo a los hombres alcanza también a todas las múltiples formas en las que el hombre se expresa conforme a esa imagen y semejanza”, recuerda que señaló hace ya treinta años, frente a miles de chilenos, el “mensajero de la paz” y ella estuvo allí.

 

-¿Qué espera de la visita del Papa Francisco a Chile, especialmente a la región de la Araucanía?

-“Francisco amigo, el pueblo está contigo”. Él no es el Presidente de Chile ni va a arreglar los problemas que hay con los pueblos originarios, pero va a poner los acentos en la fuerza y en el amor a la tierra que tenemos los mapuches.

 

-¿Siente que a los pueblos originarios los valoran más en Europa y en el resto del continente americano?

-Hay una mirada distinta, por lo que ellos han perdido: agua, animales, árboles. La de los europeos es una mirada con respeto, con amor la de los europeos. Después de mucho tiempo se han dado cuenta de la relación hombre-naturaleza. En nuestro continente en general no cambia el fondo: la estrecha relación con la tierra, eso me ha llamado mucho la atención. En Bolivia, por ejemplo, tienen un gran apego a la tierra, a lo comunitario.

 

-Desde fuera, se ve al pueblo mapuche como una unidad, ¿es así?

-No es tan comunitario, pero sí somos un pueblo. Tenemos muletillas y formas de hablar distintas: los de la costa, de la cordillera, los de Arauco, los de Temuco. ¿Por qué nos piden a nosotros que nos unamos? Sólo Chile es Chile, pero entre los pueblos mapuches no hay tanta comunicación. No nos visitamos, incluso hay mapuches que no han visto un lago o no conocen el mar.

 

 

-¿Y sobre las creencias espirituales existe unidad?

-La mayoría cree en un ser superior. La mayoría de los mapuches es bautizada como católicos y ahora muchos se rebautizan por la Iglesia Evangélica. Existe mucha influencia de los que viven en Santiago. Los Bahá’í incluso estuvieron de moda un tiempo atrás y ahora van en retirada.

 

Afirma que en el pueblo mapuche la interreligiosidad no ha sido positiva ya que muchos símbolos se han prohibido por ignorancia. Ejemplifica con el caso del rehue, el tótem milenario que “no es un palo, sino un altar. Es un punto de intersección donde uno se dirige al Creador”.

 

-¿Habrá un rehue en la visita del Papa a la Araucanía?

-No, habrá un altar huinca, el altar de la Iglesia Católica. Pero sí tomaron en cuenta colores y símbolos de la cultura mapuche. Como sabes, no todos están de acuerdo con la visita del Papa, ya que él no es el presidente ni canciller. Él es un líder religioso. Los católicos decimos que él va a poner acentos en lo que debemos escuchar y ojalá los legisladores sepan poner atención, porque algún mensaje nos va a entregar, tal como hizo Juan Pablo II cuando nos visitó. Es un desafío, una gran esperanza en lo que él pueda decir. Espero que las palabras del Papa lleguen al corazón de todos los chilenos, evangélicos, no creyentes, ateos.

 

-El 3 de enero pasado se cumplieron 10 años de la muerte del estudiante mapuche Matías Catrileo, ¿qué opina?

-Él ya pasó al olvido, salvo para un grupo de mapuches que recibían plata no sé de dónde. La Iglesia Católica lo salvó en más de una oportunidad. Hay que ser realista, ¿por qué no decir que él era católico? Hay una corriente anti Estado y anti Iglesia, y después andan pidiendo de todo. El Estado ha maleducado a un gran grupo de dirigentes mapuches. Yo no tengo subsidio, vengo trabajando desde 1978. Yo podría haber tenido auto, casas, bienes, pero vivo en una casona vieja que es de mis padres. Cada uno de nosotros, los mapuches, tenemos una mirada distinta, utilizando algunos el oportunismo. A algunos se les han dado tierras. Por ejemplo, a Temucuicui fui cuando había 135 familias. Alojé allí cuando aún no estaban organizados, cuando a la capilla asistían 10 personas. Después llegaron la Universidad de la Frontera, la de Concepción, la de Santiago, el investigador de aquí y el de allá, y ahí se transformó.

 

-¿Se transformó para peor?

Por supuesto. Los que se fueron para Santiago, se relacionaron y se casaron con cualquiera de la pobla. Y los de allá no saben cómo se vive en el campo. Vienen con otra instrucción. Y allí los partidos políticos del lado A, B ó C son expertos para meterle cosas a la gente. Muchas veces me han sacado la madre allá en Temucuicui. Una vez fui y me trataron muy mal.

 

Isolda acusa que hay líderes en esa localidad que exigen que se les pida permiso para todo, “hasta por quien entra y quien sale”. También sostiene que “la opinión de las mujeres mapuches casi no vale. Salvo la machi, el resto no vale”.

 

-Ser católica, mapuche y mujer, ¿es un desafío grande?

-Sí, muchos me lo han dicho, incluso los católicos. Pero no es contradictorio. Siempre debo explicar qué es la interculturalidad, cómo se vive y se acepta: hay un Creador.

 

Isolde sostiene que en los años 80 en vez de decir derechos humanos, “había que hablar del amor a la vida. Uno no podía hablar de los derechos humanos. En Chile el cardenal Rául Silva Henríquez fue vital junto a monseñor Sergio Contreras Navia para instalar así el tema. Reconoce que Contreras fue clave para motivar a los pueblos originarios a reunirse y formar comunidades, a partir de 1978. “Ahí despertamos, pese al temor que era cosa viva. Nos organizamos como centros culturales y formamos directivas para luchar por lo que es nuestro. La primera herramienta que usamos fue el mapudungún”.

 

“En 1981, cuando Temuco cumplía 100 años, hicimos un guillatún donde participaron representantes de la Comisión de los Derechos Humanos de Chile, como Jaime Castillo Velasco y Gonzalo Taborga. Además vino el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, Arthur Manuel, presidente de los Pueblos Indígenas y el antropólogo indígena peruano, Salvador Palominos, por citar algunos”.

 

Poco después de la celebración de ese centenario, Isolde ayudó a redactar una Carta Pastoral en el cerro Ñielol, donde nuevamente se aceptó la identidad los mapuches. “Allí se reconoce también que Chile le debe mucho al pueblo mapuche. Algunos dicen que somos intransigentes, ‘de la mecha parada’, pero tenemos más de cien pactos, tratados y acuerdos de buena voluntad para la paz, para crear ciudades, como Pitrufquen, donde se entregaron extensos trozos de tierra. Si dicen que no somos buenos para dialogar, te pongo todos esos tratados sobre la mesa. ¿Quiénes nos ignoraron? No fuimos nosotros, sino el Estado de Chile”.

 

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