Un oasis en el desierto
Ubicado en la población Nueva Esperanza, esta sala cuna y jardín infantil de Hogar de Cristo en Arica es espacio de amor y servicio de altísima calidad para los hijos de familias más vulnerables de la ciudad fronteriza. Son casi dos décadas de existencia con cambios relevantes como el aumento de la migración, la delincuencia, los niños TEA y hasta el clima, con inviernos más fríos y veranos más calurosos. Su directora, Julia Corvacho, da cuenta de cómo los están enfrentando.
Por María Teresa Villafrade
3 Enero 2025 a las 16:06
En los últimos días de 2024, la sala cuna y jardín infantil Granito Arena de Hogar de Cristo en Arica, ha experimentado el impacto del incremento de la población migrante en nuestro país, más aún por tratarse de una ciudad fronteriza.
Según el INE, de los casi dos millones de inmigrantes que hay en Chile, el 38% proviene de Venezuela, seguidos por Perú, Colombia, Haití y Bolivia. Esa misma relación se vive en el espacio educativo que dirige la educadora de párvulos, Julia Corvacho, quien explica que antes, la gran mayoría de los niños migrantes que había en el jardín eran de Perú y Bolivia.
“Ha cambiado el perfil, sin duda. Antes teníamos hijos de extranjeros en su mayoría peruanos y bolivianos cuyos padres trabajaban en agricultura en el Valle de Azapa. Vivían muy precariamente, con pisos de tierra, durmiendo toda una familia en una cama. Recuerdo que les conseguíamos cunas e incluso alfombras para el piso de tierra”, comenta. Julia lleva 19 años trabajando allí.
Hoy, los padres de estas familias trabajan como vendedores ambulantes en las calles o en el famoso mercado El Agro, ubicado muy cerca del jardín infantil. Viven en el peligroso cerro Chuño y algunas provienen de Venezuela y Colombia.
“Tenemos varias familias que habitan en deplorables campamentos ilegales del cerro Chuño, el que está dividido en dos. Una parte da para el vertedero y esa es la parte que está siendo desalojada en estos momentos. Nos preocupa dónde van a dormir estos niños. La otra parte está detrás de este sector y tienen un poco más tiempo para su desalojo. Los sacarán a mediados del próximo año”, explica con preocupación la directora.
El encarecimiento de las viviendas en la ciudad, golpea tanto a migrantes como a chilenos. Ya sea para arrendar o comprar; hay un déficit tal que los valores se han elevado a las nubes.
“No sé si es algo que pasa solo en Arica por ser zona limítrofe, pero este problema es demasiado complejo. Estamos hablando de poder encontrar piezas para arrendar que superan los 150 y 180 mil pesos mensuales. Una pieza con baño compartido entre todos los inquilinos, donde un día a la semana se les permite lavar la ropa”, denuncia Julia Corvacho.
“Económicamente no podemos ayudarlos. Pero sí buscamos entre nuestras redes, casas de acogida donde puedan dormir solamente, pero todo está lleno, ocupado, es increíble la situación que se nos está dando acá”, agrega.
Patricio Moyano, jefe de operación social territorial de Hogar de Cristo en esta región, lo ratifica:
“El Ministerio de Desarrollo Social me invitó a ser parte de una mesa de implementadores de programas calle, aunque nosotros no tenemos esos programas. Y si bien esa mesa partió con una lógica de resolver casos, ahora está enfocada en la lógica de la incidencia pública. El rastreo que hice con la red completa arrojó como resultado que no hay cupos disponibles para estas familias que no tienen dónde vivir”, dice.
Para él, el problema radica en que a Arica, todavía a nivel de programas, la ven como una ciudad pequeña en relación a las otras capitales regionales. No se dimensiona el nivel de migración y la calidad de ciudad fronteriza que la tiene ahora con una cantidad de personas en situación de calle mucho mayor que otras ciudades que cuentan con más programas de mayor capacidad.
“Cuando llegué en 2019 se estimaba entre 700 a 900 personas en calle, ahora deben ser más. Un dato interesante de investigar tiene que ver con el déficit de viviendas, porque en algún momento la venta del metro cuadrado aquí estuvo casi que al nivel de Las Condes, por eso se necesitan construir más viviendas sociales”, concluye.
Julia Corvacho estima que es imperioso visibilizar la realidad de las familias más vulnerables y los niños que se ven como nunca antes trabajando en las calles de Arica.
“Nuestros niños son importantes para nosotros, tanto dentro como fuera de esta unidad educativa. Por eso apoyamos a sus padres en todo lo relacionado con documentación e información, los vinculamos con otros apoderados y buscamos que no dejen de traer a los niños por muchos problemas que se les presenten”.
Que si faltan pañales, que no hay dinero para la locomoción, para la directora, todo tiene una solución solidaria.
“Son familias esforzadas, trabajadoras, que han venido a Chile porque con toda la mala situación que viven aquí, están mejor que en sus propios países. Los ves que duermen en carpas y venden chupetes en las esquinas de semáforos, y les preguntas si eso es mejor que estar en su país, en su casa, me dicen que sí, porque les da para darles pan a sus hijos”.
Patricio Moyano agrega que visibilizar la realidad de estos niños en situación de calle es primordial.
“En Arica, en los últimos 10 años, se comenzó a ver niños trabajando en la calle o acompañando en los semáforos a sus papás que trabajan vendiendo como ambulantes. Niños a dos metros de la calle mientras sus papas están a 20 metros y nadie los está cuidando. A todo sol, no sabes si ha comido. Eso era algo que no se veía”, afirma.
El drama de los venezolanos, señala Julia Corvacho, es que no tienen documentación. A diferencia de los peruanos que tienen su DNI, su identificación, y los bolivianos que tienen su cédula o pasaporte.
“En Venezuela no se registran los niños al nacer como pasa en Chile. Los papás me dicen que ellos recién cuando van a sacar un carné para los niños, ahí los inscriben. A ellos no les dan ningún papel del hospital donde nacen las guaguas”, explica.
Por tratarse de una sala cuna y jardín infantil que recibe transferencia de fondos (VTF) de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI), la directora cuenta que solo pueden ingresar los lactantes y párvulos que aparecen en la lista de priorizados por la JUNJI.
“Ha habido un aumento de descontento entre las familias chilenas que se sienten desplazadas por las migrantes. Yo escucho cuando vienen a revisar si quedaron en la lista de priorizados, los reclamos de los papás. ´Apuesto a que los extranjeros sí quedaron´, me reclaman, lo consideran injusto pero nosotros no podemos hacer nada”.
Eso ha ocasionado roces entre los chilenos y extranjeros. En el Agro, por ejemplo, se sienten discriminados. Los chilenos les echan en cara que tienen más derechos: educación y salud gratis en nuestro país.
Además, se les culpa por el aumento de la delincuencia. El Agro es un sector donde se mueve mucho dinero y sus propietarios cuando termina la jornada, se van con efectivo para la casa.
“En los últimos tres años, en especial después de la pandemia, aumentó mucho la delincuencia en este sector. Nos pasa que estamos en reuniones con apoderados y los asaltan a la entrada o a la salida. Tampoco podemos hacer como antes los paseos al exterior con los niños alrededor del vecindario. Son muy esporádicas, por lo mismo”.
Otro cambio importante tiene que ver con el aumento de los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA). La directora nos habla de dos casos que ya están diagnosticados, otros dos en proceso de diagnóstico y al menos cuatro sospechosos de que lo sean.
“Hemos creado el Rincón de la Calma, un espacio dentro del patio para que los niños puedan relajarse, apartarse de lo que le molesta. Está disponible todo el día”, explica.
Y no solo eso. También hay un Rincón de los Talentos y prontamente debutará un espacio dedicado a la educación vial.
“El patio no es solamente un lugar para que los niños corran y jueguen, también tiene que tener intencionalidad educativa. Claramente el juego es lo más importante, sabemos que es fundamental, pero tampoco los deja crear mucho. Desde esa mirada nacieron estos proyectos”, señala entusiasmada.
Con capacidad para 72 niños, Granito de Arena ha ido expandiéndose y es un lujo de sala cuna y jardín infantil. No tiene nada que envidiarle a uno privado.
“El cambio climático, eso sí, también nos ha afectado. Los inviernos son cada vez más fríos y los veranos más calurosos. Yo sufro en el verano porque me baja la asistencia a causa de las lluvias altiplánicas. Ya no hay eterna primavera. El calor me decolora los juegos”.
Pero Julia Corvacho lejos de desanimarse, ve en cada desafío nuevas oportunidades.
“Nuestra meta este 2025 es tener el reconocimiento oficial. Hemos cumplido con todos los requisitos para lograrlo”, concluye rotunda.
No nos cabe duda de que así será. Este oasis educativo en medio del desierto es un aliado indiscutido para los niños y niñas que nacen en pobreza y en entornos adversos. Gracias a esta sala cuna y jardín infantil y sus ocho técnicas, dos educadoras y una auxiliar de aseo, ellos crecen con mejores herramientas y posibilidades.