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Jonathan Bugueño:

El asistente comercial que se recupera de un coma por consumo de pasta base

Una trágica enfermedad llamada toxoplasmosis cerebral, que lesiona el cerebro, fue lo que hizo despertar a Jonathan no sólo del coma, sino de “condición de zombie” por casi 20 años debido a su consumo de pasta base. Aquí nos comparte su historia.

Por Mauricio Bascuñán Acuña

12 Febrero 2019 a las 10:38

 

“Poco después de egresar del colegio y ponerme a trabajar como asistente comercial, me atrapó la pasta base. Fue un vendedor en Copiapó, ciudad donde cada vez el tema del consumo está peor, el que me inició”, recuerda Jonathan Bugueño (36), padre de un hijo de cinco años que no ve desde hace mucho tiempo, en parte por su enfermedad y porque le tiene miedo a su suegra. “Ella siempre supo que yo andaba en malos pasos cuando pololeaba con su hija en Santiago”.

En mayo de 2018 despertó súbitamente en una cama del Hospital San Borja Arriarán. A la primera que vio fue a una enfermera. Allí se enteró que llevaba más de 9 meses en estado de coma. Su último recuerdo fue antes de caer desmayado en la vía pública a causa de la toxoplasmosis cerebral, un extraño síndrome que se presenta por lo general en personas con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), y las defensas bajas.

Jonathan padece de este síndrome hace ya varios años, incluso de antes de conocer a la madre de su hijo. “No sé cómo me dio. Recuerdo que con una ex que vivía en Colina nos recriminábamos mutuamente sobre quién pudo haberse pegado esta enfermedad. Por suerte, mi virus está en una primera fase, y cuando la mamá de mi hijo quedó embarazada nos aseguraron que ninguno tendría VIH, aunque reconozco que los nueve meses fueron de un constante sufrimiento”.

Una de las secuelas que sufrió Jonathan tras salir del hospital fue la pérdida de la memoria de corto plazo. Pese a eso, aún recuerda cómo fue su vida en el norte de Chile, lugar donde creció y sus dio sus primeros pasos en la droga. “Viví mucho tiempo en la calle y eso me llevó a aumentar el consumo de pasta base”.

Al poco tiempo de haber despertado del coma, le informaron que su cama sería ocupada por otras personas. El servicio público optó por llevarlo a la hospedería Padre Álvaro Lavín de Hogar de Cristo, ubicada en el antiguo Barrio Yungay, para que pudiera seguir su recuperación: “Me dejaron casi botado. Tocaron la puerta y se fueron. El hospital no tuvo otra opción que llevarme allá, aunque igual los entiendo”. Pese a la triple exclusión que padece: ha vivido por años en situación calle, tiene consumo problemático de drogas y VIH, su ánimo no decae. Sabe que después de este gran porrazo, si hace las cosas con convicción y cuenta con la ayuda de especialistas, podrá salir adelante, especialmente por su hijo.

Afirma que en la hospedería Padre Álvaro Lavín ha recibido un trato especial que le sirvió para volver a caminar, comer y dejar los pañales que debió usar por varios meses. “Lo que me pasó fue por haber consumido pasta base, marihuana y alcohol. Caí en coma por haber estado consumiendo”, sostiene, convencido.

CON LA AYUDA DE LOS AMIGOS

También recuerda el momento exacto en que enganchó con la droga. Fue en una fiesta, en un carrete donde muchos consumían a la vista de todos: “Desde ese día empecé a gastarme lo que no tenía, lo recuerdo perfectamente. Derrochaba hasta 15 mil pesos diarios en pasta base. Todo el día consumía. Todo el día pensaba en eso”. Se olvidó del trabajo y comenzó una peregrinación entre los amigos para que le regalaran mercadería, que luego vendía para lograr la cuota diaria de pasta base.

Rememora esa época y reconoce que se aprovechaba un poco de la realidad, de su situación de calle: “Mis compañeros del colegio en Copiapó corrían para ayudarme. Pensé que eso de pedirle a mis cercanos nunca se iba a acabar. Finalmente, terminé como un pordiosero, deambulando por las calles”. Muchos de sus parientes, para ese entonces, le tenían miedo, no entendían cómo en menos de un año pasó de ser un tipo con trabajo y horarios, a deambular por la ciudad y dormir entre cartones.

En la región de Atacama, en un momento que frenó su consumo de pasta base, conoció a una joven oriunda de Colina. Emprendieron viaje a la capital. Pero al llegar a Santiago, Jonathan se dio cuenta que el nivel de venta y consumo de buena parte de la población era muy alto: “Uno se da cuenta que hay mucha droga y toda la red que se arma alrededor de la droga. Los que hemos consumido la conocemos muy bien”. Señala que “los plumilleros”, los que limpian parabrisas por monedas en las esquinas son los más angustiados, porque trabajan un rato, “se hacen dos mil pesos y se van a comprar, generalmente encuentran muy cerca de donde están”.

En Colina, con su pareja, cuando ambos vivían una pausa de su consumo problemático, se generó un drama: el contagio de VIH entre ambos. “Obviamente, los dos nos recriminamos: quién había contagiado a quién, así terminé yéndome de la casa. Nuevamente caí en situación de calle. Viví en la plaza, sobrevivía con unos trabajos de temporero. Me consumía toda la plata que ganaba a diario. Creo que esa vez volví a la droga por rabia”.

Hace ya seis años, luego del término de la relación con su novia, viajó como pudo a Santiago y se integró a Corporación Nuestra Casa, para salir de la condición de calle y de la adición a la pasta base. Cuenta que por muchos meses lo logró, pero un día la angustia le ganó y llamó a un delivery que le llevó varias veces droga a la misma puerta de la institución. Al poco tiempo dejó el lugar y volvió a deambular por Santiago.

Hizo un ruco cerca de avenida General Velásquez, al norte. Allí compartió nuevamente con la pasta base y las peleas: “Estando en situación de calle y con consumo, allí te puede pasar cualquier cosa. La droga te atrapa. Es como un bicho que uno tiene dentro. Si bien no he visto a gente morir en la calle por consumo, la droga te hace pelear, meterte en riñas, asaltos, robos. Uno hace lo que sea por seguir consumiendo”, relata, recordando sus peores años, justo antes de desmayarse, al lado de su ruco, y no volver a saber de sí hasta nueve meses más tarde, cuando despertó en el hospital.

Acaba el resumen de su vida, asegurando que la única manera de evitar caer en cualquier tipo de drogas es hablar del tema en la familia, desde niños: “Que los papás no se preocupen sólo de trabajar, el amor y la comprensión son fundamentales, aunque muchas veces cueste”.

 

 

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