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José Yuraszeck, el jesuita improbable

23 Mayo 2018 a las 15:05

Es sábado al mediodía y José Francisco Yuraszeck (40) camina por los pasajes y calles de la población La Palma, en Estación Central. Saluda a los vecinos, en su mayoría haitianos. Por la ventana abierta de una casa se escucha un taladro, y él explica que la gente del barrio está adaptando sus casas con más habitaciones para arrendarlas. “Donde vivía una familia chilena ahora viven cuatro familias haitianas. Los chilenos se están yendo del barrio”, cuenta.

Fuente: La Tercera

Autor: José Miguel Jaque y Carlos Matías Pérez / Fotografías: Patricio Fuentes

En una esquina se encuentra con María y su hija Jocelyn, que conversan en la entrada de su casa con la puerta abierta, como es habitual aquí. María tiene en brazos a Roberto, su nieto de ocho meses. Cordial y un poco tímido, José Francisco -Pepe, para los amigos- se presenta como el nuevo vecino. Llegó hace un mes a la Comunidad Jesús Obrero, a un costado de la capilla Padre Ignacio Vergara, a unas cuadras de ahí. Jocelyn le cuenta que quiere bautizar a sus hijos Roberto y Katrina, de siete años, pero no ha fijado una fecha porque los padrinos están con mucho trabajo. “Ya, que les resulte… para que me inviten”, suelta un chiste inesperado al despedirse.

José Francisco Yuraszeck Krebs sale todos los días a recorrer la población para conocer a los vecinos o a trotar por el muy bien cuidado Parque Bernardo Leighton (ex Las Américas). Antes de llegar a su nueva residencia estuvo tres años entre Roma y Salamanca, España, donde se preparó para su nueva misión: el 29 de mayo asumirá como nuevo capellán del Hogar de Cristo -a siete cuadras de su nueva casa- en lugar de Pablo Walker. La noticia se hizo pública en enero, pero antes, en octubre, el provincial de la Compañía de Jesús, Cristián del Campo, le había confirmado vía Skype su nueva destinación. “Siento alegría y gratitud por la confianza”, dice él.

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Yuraszeck recuerda una anécdota durante sus dos años en Roma. Un día fue a conversar con Patxi Álvarez, ex secretario para la Justicia Social y la Ecología de la Compañía de Jesús. “Le dije que tenía chipe libre para ir a cualquier lugar del mundo a conocer una obra y aprender de ella. Él me dijo: ‘según mi experiencia, la obra de mayor envergadura, con alcance territorial en su país, que es querida y tiene una figura inspiradora, se llama el Hogar de Cristo y queda en Chile. No hay una obra así en otro lugar del mundo’”, recuerda el jesuita. “Me fui de espalda, porque es verdad. Tenemos 400 mil socios y que haya una base social que sustente el Hogar de Cristo es bien inaudito en el mundo”.

Yuraszeck -quien se ordenó sacerdote el 13 de julio de 2012- dice que el sello de su gestión será continuar lo que se está haciendo, ya que “la casa está ordenada”.

-Pablo Walker puso en el debate la narcocultura. ¿Qué tema pondrá usted?

-Yo insistiría en ése, porque no basta con poner el concepto para que el tema se solucione. También pondría el desafío de la integración social de los inmigrantes, es un gran tema que hay que abordar.

También deberá liderar equipos, porque Del Campo le pidió que articule el trabajo con sus colegas en las otras obras de la Compañía: con José Tomás Vicuña en el Servicio Jesuita a Migrantes; con Juan Cristóbal Beytía, capellán de Techo; con Luis Roblero, que ve temas de cárceles; y con Nemo Castelli, capellán de la Fundación Vivienda, su ex compañero en la UC y uno de sus más cercanos en la congregación.

-¿Le interesa meterse también en la gestión y los números?

-Absolutamente. Hay equipos muy buenos y gente que tiene mucha experiencia y yo respeto las canas y los años de circo, pero me voy a meter en todo lo que pueda. Estudié 15 años, de los cuales siete son de ingeniería, los otros ocho son filosofía, humanidades, teología, así que modestamente creo que me puedo mover para un lado y para el otro.

Pinchando burbujas

Es el mayor de siete hermanos, tres hombres y cuatro mujeres, que tienen entre 22 y 40 años. Sus padres son el empresario José Yuraszeck y la historiadora Cecilia Krebs, y es nieto del Premio Nacional de Historia 1982 Ricardo Krebs. Estudió en el colegio Verbo Divino, de Las Condes. Miguel Pinedo, compañero desde primero básico, recuerda que Pepe era de juntarse con los amigos y de irse a campamento scout con ellos. Dice que se pegó el estirón más tarde que el resto del curso y por eso partió yendo a fiestas cuando ya estaba en la media. En esos años era reconocido como un fanático hincha de la U, aunque en la cancha no era precisamente Marcelo Salas: “Cuando se le empezó a caer el pelo se puso bueno para el fútbol”, bromea Pinedo.

El padre Pepe se presenta a los vecinos: María, Jocelyn y el pequeño Roberto.

Como los Yuraszeck vivían cerca del colegio, sus compañeros de curso acostumbraban pasar las tardes o hacer hora en su casa, a la que llamaban “la sede”, o en la de José Ramón Corvalán, que también vivía cerca del Verbo. En la casa de Pepe, la señora Irma, nana de los Yuraszeck, les preparaba el té a los compañeros. “Era una casa entretenida, porque había hermanos de distintas edades”, recuerda Pinedo, y agrega que como una hermana tiene dos años menos que ellos, “más de un pololeo salió de alguno de nosotros con las amigas de las hermanas del Pepe”.

Hoy vive en una casa sencilla en la población La Palma. Después de cerrar un portón de metal, camina por un patio interior donde hay helechos y cardenales, y entra por un living angosto, muy al estilo ochentero, con un mueble de mambú donde reposan esculturas pequeñas de estilos andino y rapanui. En una mesita hay un libro enorme de Peter Hans Kolvenbach, ex superior general de la Compañía de Jesús. Las habitaciones se distribuyen alrededor del jardín, donde se ve un par de bicicletas apoyadas en la pared. Además de él, otros seis jesuitas viven en esta comunidad.

-¿Qué reflexión hace de pasar de vivir en Las Condes a La Palma?

-Me he movido en tres sectores amplios de la ciudad. Viví mucho tiempo en Las Condes. Luego en el núcleo San Joaquín, la Florida, ya que entre 1997 y 1999 trabajé en Infocap (la “universidad” para trabajadores, creada por los jesuitas) y el 2000 fui voluntario de “2.000 mediaguas para el año 2000”, que compartía sede con Infocap. Y ahora estoy en Estación Central. Eso me ha ayudado a tener una visión de la ciudad en su conjunto, porque uno va pinchando burbujas, se te va ensanchando el horizonte y eso facilita que te pongas en los zapatos de distintas personas.

-¿Le produce culpa ese tránsito?

-No, culpa nada, me produce mucha gratitud. Vivir bien es bueno. No hablaría de culpa, sino de responsabilidad de tender una mano.

-¿Los chilenos hacemos como que la pobreza no existe?

-Un poquito. Aunque no creo que sea de los chilenos, es algo de la raza humana.

-¿Por qué? ¿Vivimos más cómodos así?

-Claro, ojos que no ven, corazón que no siente. Los italianos dicen lontano dagli occhi, lontano dal cuore: lejos del ojo, lejos del corazón. Pasa en todos lados y a distinto nivel. Está la lógica del condominio cerrado, con rejas, guardias, una barrera de entrada, que en el fondo es crear un microclima donde conozco a los que están, estoy seguro y mis hijos pueden andar en bicicleta sin temor, pero en distinta escala ocurre en todos lados. Eso no es de ricos ni de pobres, es una cuestión bien humana.

-¿Qué le diría a la gente que se aísla así?

-Que no tengan miedo.

-¿Qué piensa de la élite?

-Creo que la élite ha ido creciendo. Hay una élite que podríamos decir terrateniente, de base agraria, que es más pequeña y se mantiene. Y hay otra élite que tiene que ver con un origen más socioeconómico, ya no de base agraria, sino que de empresas. En cierto sentido yo formo parte de ella, por la formación que he tenido y el lugar donde nací. Es un grupo que por las posibilidades, los medios y los contactos tiene y ha tenido una gran responsabilidad en la construcción del país. Como dice el Evangelio: al que más se le dio, más se le exige. Insisto en no generalizar, pero hay gente muy generosa, muy buena, muy trabajadora y que quiere mucho a su país y ha puesto todos sus talentos y dones al servicio del país.

Yuraszeck marchando

A Yuraszeck le gusta compartir la lectura con una copa de vino. Aunque últimamente los libros que lee tienen que ver con su próximo trabajo, a Pepe le interesa la historia. Del autor británico Ken Follett empezó con Los pilares de la Tierra y siguió con la trilogía de siglo XX: La caída de los gigantes, El invierno del mundo y terminó hace poco El umbral de la eternidad. También tuvo en su velador la biografía de Malala Yousafzai, la joven paquistaní que ganó el premio Nobel de la Paz, y Sapiens, del historiador israelí, Yuval Noah Harari, de quien tiene pendiente leer Homo Deus.

“Para la música Pepe es medio colorado. Le gustan Patricio Manns, Inti-Illimani, la Nueva Canción Chilena”. La que describe los gustos musicales del sacerdote -también reconocido guitarrista- es Mirtha Jara, catequista de la Parroquia San Luis Beltrán de Pudahuel. Allí se conocieron: él fue capellán los domingos entre 2012 y 2015. Hacía la misa de nueve de la mañana.

Yuraszeck tocando guitarra en el colegio San Mateo de Osorno. Fotografía: Gentileza Óscar González.

Yuraszeck aprendió los primeros acordes de guitarra en el colegio con su profesor de música Claudio De la Melena, mientras cantaba a Joan Manuel Serrat, Eduardo Gatti, Inti-Illimani y Silvio Rodríguez. Lo aprendido allí lo lució en sus años universitarios en la UC y de voluntario en Techo. Años después, entre 2003 y 2005, mientras estudiaba Filosofía y Humanidades en la UAH, participó en un taller de música latinoamericana donde mejoró su performance con la guitarra. Sus amigos dicen que también se maneja con el cuatro y el cajón peruano.

Por estos días, él dice que escucha harto al compositor uruguayo Jorge Drexler, porque lo tiene a mano en su teléfono y porque le gustan las canciones que hacen eco de lo que está pasando. “En la canción ‘Los puentes’, Drexler le está cantando a Trump a propósito del muro en la frontera con México, pero él no dice muro, sino puente”.

Entonces, de la nada, Yuraszeck afina la voz y canta parte de esa canción a capella:

“Cuando la noche esté precisamente /más cerrada y más confusa /que viva todo aquel valiente que tiende puentes/y el valiente que los cruza”.

Según Mirtha Jara, esas preferencias en Pepe no son sólo musicales, sino que describen su mirada política: “No lo hemos conversado directamente, pero es casi evidente que no es pinochetista. ¿Piñera? Tampoco le gusta mucho. No es comunista tampoco, por origen, pero no es de derecha ni centroderecha. Está más tirado a la izquierda. A veces conversas con él y dice algo como ‘este tipo es muy pinochetista’. Ahí piensas: ok, éste es de los míos”.

Yuraszeck opta por no manifestar preferencias políticas en esta entrevista. Sí afirma creer en los políticos y va más allá aún. “Creo en la función política, que es una vocación de servicio público y, a pesar de todo lo que ha pasado, en la rectitud de intención de la inmensa mayoría de las personas que están en el servicio público, en un partido o en quienes han sido candidatos en cargos de representación popular. Creo que están buscando no simplemente el bien suyo o de los suyos, sino del país”.

-¿Votó en la última elección?

-He votado en todas las elecciones que he podido desde que tengo 18 años.

-¿Por quién?

-Eso me lo reservo.

Yuraszeck ocupó el cargo de vicepresidente del centro de alumnos de Teología en la UC en 2011, carrera donde fue compañero de Nemo Castelli y el ex seminarista jesuita Luis García-Huidobro. La lista se llamaba EncarnAcción y en ese cargo a Pepe le tocó participar en las marchas estudiantiles de ese año.

-¿A qué salió a la calle?

Hay que estar conectados con el acontecer nacional y social. Fuimos a varias marchas, me acuerdo especialmente la de los paraguas en que nos mojamos… La consigna era marchar por una educación de calidad para todos.

-¿Es crítico del sistema educacional?

-Sí, en tanto creo que si el país ha crecido, hay más posibilidades y, bueno, hay que hacer que esas posibilidades se realicen. Si me preguntas revolución o reforma, digo reforma; reforma permanente. No nos podemos quedar tranquilos.

Esta postura choca con la que tiene el partido en el que su padre militó históricamente, la UDI. Una contradicción aparente que, según los que conocen a Pepe, para el sacerdote no es tema. “Él no tiene ningún problema por llamarse como su padre. Como una vez me dijo un cura viejo: ‘ese Yuraszeck es un hombre dueño de sí mismo’. Yo creo que es así, una persona muy agradecida y amante de su familia, de sus padres”, opina Óscar González, quien compartió con el jesuita entre 2007 y 2008 cuando trabajó en el colegio San Mateo de Osorno.

-Alguien comentó que en lo único en que se parecen usted y su papá es en el nombre. ¿En qué se parecen?

-En la pelada, ¿le parece poco? En que nos gusta la U, en la pasión en cómo hacemos las cosas, en el cariño por nuestro país, en el gusto por intentar hacer las cosas bien, en los chistes un poco fomes. Es harto.

La pregunta sobre su padre tiene un por qué: el caso Chispas, cuando Yuraszeck padre dirigía la empresa chilena Enersis y junto a sus ex socios negoció un precio ventajoso por la venta de acciones a Endesa España, perjudicando al resto de los accionistas. El caso estalló en 1997, año en que Yuraszeck hijo era estudiante de segundo año de Ingeniería Civil en la UC y pasaba sus días en Departamental con Santa Rosa, en el jesuita Instituto de Formación y Capacitación Popular (Infocap). Por ese entonces, Felipe Berríos había convocado a universitarios a participar del proyecto “2.000 mediaguas para el año 2000”, el germen de lo que terminó siendo Techo. Pepe estaba a punto de partir a Perú, pero cambió las vacaciones en Machu Picchu por construir mediaguas para los damnificados de un temporal en Curanilahue. Casi al mismo tiempo, su padre era despedido de la gerencia general de Enersis.

El hijo lo explica así: “Con la perspectiva de los años, creo que pasó algo parecido con la ahora creada institucionalidad ambiental: hubo un crecimiento explosivo de Chile en lo económico en los 90 y había ciertas reglas que en realidad no existían y que de hecho se crearon después del caso Chispas, como la oferta pública de acciones y algunas cosas más”. Pepe recuerda que fue un período de mucha exposición y que su papá fue varias semanas portada en Qué Pasa. “Hubo un reproche público muy fuerte al caso y se sancionó muchos años después con una multa muy grande, de ahí creo que hubo un aprendizaje”.

-¿Qué piensa hoy de ese episodio?

-Lo veo como una parte de mi vida personal o familiar, primero, que coincide con esta parte en que me asomé al mundo del Infocap con 20 años, de cuando encontré mi vocación. Mi mirada está teñida por esos procesos de búsquedas personales.

-Usted estaba conociendo el mundo social y la desigualdad, ¿le dolió particularmente por lo que estaba viviendo?

-No sabría cómo responder, pero en el fondo mi papá es mi papá y cuando tu papá tiene un trabajo y por la razón que sea lo echan, y así fue, es un dolor y un fracaso grande. Lo que a mí me toca como hijo es querer y cuidar a mi papá, ayudarlo a levantarse. Todas las otras consideraciones no digo que pasen a segundo plano, porque la realidad es una sola, pero yo me considero bien nacido y cuando alguien fracasa o lo echan de la pega lo primero es levantarlo. Ahora, yo admiro mucho a mi papá y las cosas que ha emprendido.

-¿Sólo eso?

-Yo entiendo que esto tiene varias aristas y está el juicio a la acción económica del negocio y un juicio político respecto a lo que fue el proceso de privatización de las empresas eléctricas que eran propiedad del Estado y la posterior capitalización popular. Lo miro con esa perspectiva.

-Pero la justicia también lo declara culpable.

-Sí, culpable, ¿cómo es la figura?… De negociación incompatible. Cuando a uno lo declaran culpable y lo obligan a pagar una multa, lo que corresponde es pagarla. Y él lo hizo.

-¿Le reprochó alguna vez a su papá el que ese acto hubiese expuesto a su familia?

-Nosotros siempre conversamos mucho. Entonces, claro, uno podría reprochar si es que hubiera algo que te hubieran ocultado, pero si vives las cosas en familia y hay alguien que está pasando por una dificultad seria, se conversa. Yo no tengo recuerdos de reproches. Por otro lado, soy un convencido de que lo que toca como familia no es sólo bailar y saltar cuando hay tiempos buenos, sino que también llorar y acompañar cuando hay tiempos malos. Eso es una familia.

Dos mundos

Para otro jesuita, que prefiere no dar su nombre, el entorno de su padre y los jesuitas de Felipe Berríos son las dos esferas que hacen de Pepe el hombre que es hoy. “Ese es su mundo y explican cómo es; él dialoga en esos mundos muy bien y es muy querido en los dos por su autenticidad”, explica.

Yuraszeck conoció más de cerca el mundo jesuita cuando entró a estudiar Ingeniería Civil en la UC en 1995 y dos años después fue a los trabajos voluntarios, donde conoció a Felipe Berríos. Pepe escuchó el llamado.

El living de la casa de los jesuitas, en Estación Central.

“De ellos me cautivó una manera de ser muy aterrizada con una invitación muy concreta a tender una mano a los necesitados”, resume. A la parte social se sumó el ámbito espiritual cuando unos compañeros -entre los que estaba Nemo Castelli- lo invitaron a participar en una comunidad pastoral guiada por el sacerdote Eduardo Lalo Ponce.

Así, Ponce y Berríos fueron los sacerdotes determinantes de lo que vino después: en marzo de 2001 entró al noviciado de la Compañía de Jesús. “Felipe era un hombre de acción, por así decirlo, y de convocar a mucha gente. Tenía una manera de vivir, de celebrar juntos la misa, de salir y enfrentar los temas país…Y el Lalo cuidaba más la parte espiritual. Mi vocación me surge en la conexión de esos dos mundos”.

-¿Tiene hoy algún modelo a seguir en el sacerdocio?

-No, ya me sacudí de los Quijotes. Quiero ser yo mismo.

-En esta Iglesia tan amplia, ¿con qué corriente teológica se identifica?

-Con la ancha Iglesia Católica. No sabría encasillarme. ¿Cuáles serían las alternativas?

-A ver, ¿Ricardo Ezzati o Felipe Berríos?

-A Ezzati le tengo mucho cariño porque me ordenó cura, pero si me haces elegir: Berríos.

-¿El cardenal Errázuriz o Fernando Montes?

-Montes. Es obvio, somos jesuitas, lo conozco más y fuimos compañeros de comunidad tres años. Asumir la responsabilidad de ser arzobispo es muy fregado. ¿Tienes más?

-En otros ámbitos, música…

-Si me dices entre Los Quincheros y Quilapayún, Quilapayún, pues. Obvio.

-¿Por qué es obvio?

-Porque coincide con la Iglesia que he conocido y las opciones que he ido tomando.

-¿Juan Pablo II, Benedicto XVI o Francisco?

-(Piensa un momento) Diría Francisco, porque es el de ahora (ríe).

Yuraszeck ha contado que otro de sus referentes es monseñor Óscar Romero, de El Salvador, asesinado de un disparo en 1980 mientras oficiaba misa. Asumió como arzobispo de San Salvador a mediados de los 70 y hoy es reconocido por su cruzada contra la violencia en ese país y por defender el derecho de los más pobres. “Admiro a esas personas que tienen los sentidos abiertos y son capaces de reaccionar incluso arriesgando el pellejo, como le pasó a monseñor Romero. Alguien que tal vez por tradición, familia o lo que fuera, podría haber vivido cómodamente y sin inmutarse por lo que estaba pasando”, cuenta Pepe.

-¿Por qué alguien que creció en un entorno conservador se convierte en jesuita?

-Una de las cosas que agradezco de mi crianza es la profunda libertad. Nosotros somos siete hermanos y podríamos vernos parecidos, pero cada uno ha estudiado cosas distintas y hecho lo que buenamente ha querido. El paso del colegio a la universidad fue una apertura a cuestiones que no conocía. Yo vivía en Las Condes y la Universidad Católica quedaba en San Joaquín, y había que moverse todos los días para allá. De la universidad al Infocap hay un paso, del Infocap a Curanilahue, otro más largo. Yo no tengo idea cuál era el proyecto que mis papás tenían para mí… Ninguno.

-Los jesuitas tienen fama de curas rojos, ¿le manifestaron algún reparo?

-No, nunca.

-Pero a su mamá sus amigas le dieron el pésame.

-Sí, y mi mamá me conoce, conoce a los jesuitas más allá de las caricaturas un poco simplistas y creo hondamente que los padres, en general, quieren lo mejor para sus hijos y lo que los haga más felices. Creo que mis papás, entonces como ahora, me han visto feliz, y el regalo de encontrar una vocación, así como tu lugar en el mundo, no sé si mucha gente puede decir que lo tiene.

-¿Puede decir que encontró su lugar en el mundo?

-Sí, encontré mi lugar en el mundo.

RECUADRO: RENOVACIÓN DE LIDERAZGOS EN LA IGLESIA

-¿Cuál es su mirada sobre los abusos de la Iglesia?

-Terrible.

-¿Cómo ha tratado el tema la Iglesia chilena?

-En algunos casos, muy mal…

Yuraszeck explica: “Respecto de esos casos, hemos hecho camino lento y a palos, y me saco el sombrero por las personas que han sido reconocidas como víctimas y han perseverado en su lucha. Todo lo que podamos hacer como sociedad chilena para que esas personas puedan sanar me parece fantástico”.

Sobre la reunión de los obispos chilenos con el Papa en el Vaticano, Yuraszeck espera que sea el inicio de un cambio en los liderazgos de la Iglesia: “Esperaría una renovación en el modo de liderazgo, más participativo, con mayor consulta y menos desde la cátedra. Lo ha dicho harto el Papa: evitando el clericalismo”.

-¿Qué le parece el movimiento #MeToo?

-Me parece bien impresionante que por muchos años muchas mujeres hayan callado situaciones de abusos verbales, de poder o de acoso sexual. El #MeToo justamente es intento de visibilización de situaciones abusivas que me parece muy bueno.

-¿Hay sacerdotes feministas?

-Así como hay personas feministas, hay curas feministas.

-¿Se declara usted un sacerdote feminista?

-No me atrevería a decir eso, pero creo firmemente en la igualdad de capacidades y posibilidades para los hombres y para las mujeres.

 

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