13 Enero 2021 a las 16:26
La jefa de educación inicial del Hogar de Cristo, Claudia Fasani, lamenta las tóxicas consecuencias que genera el COVID en los más pequeños. Eso, mientras el equipo de educadoras de la región nortina habla de otro virus: el de niños mal nutridos en campamentos, donde madres empobrecidas intentan educarlos en medio del hacinamiento y la violencia.
Por Matías Concha P.
“La única forma de mantener el contacto con los niños fue enviando audios a través de WhatsApp”, explica Carolina Olivares (31), educadora de párvulos en el jardín Los Patroncitos de Hogar de Cristo, que acoge a 70 niños y niñas provenientes de familias vulnerables. También afirma que la labor educativa “inmediata” pasó a segundo plano, después de descubrir que cientos de niños no tienen qué comer en la región de Antofagasta.
La crisis alimentaria que ha generado la pandemia en la población más excluida del país, tiene hoy a más de 400 mil menores de 10 años con problemas de malnutrición. Esta realidad condujo a las educadoras a replantear la estrategia pedagógica con las familias de sus alumnos. “La mayoría de las familias no tenían qué darles de comer a sus niños, algo dramático”.
En la región de Antofagasta hay 79 campamentos, donde viven 7.641 familias hacinadas, las cuales no tienen acceso a agua potable de forma regular, no cuentan con acceso formal a la electricidad, no poseen alcantarillado y muchos no tienen acceso a internet, por lo que las clases online son un privilegio.
Es así como Ángela Zamora (17) madre primeriza, soltera, intenta terminar sus estudios, mientras cuida a su primer hijo, Elías, de 1 año y 5 meses. “Como las clases fueron online, el año se me hizo mucho más complicado, mi niño necesita atención 24 por 7, entonces concentrarme en mi casa era imposible”.
Además, las fiestas clandestinas no han parado en su barrio. Dice que el desempleo ha sacado el lado más negativo de sus vecinos en la Población Chile de Antofagasta. “Mi hijo se la pasa llorando en la noche, se despierta por la bulla; he llamado a Carabineros, pero no llegan porque dicen que hay cosas más importantes que resolver”.
En la casa de Ángela conviven cinco adultos, todos sin empleo formal, producto de la pandemia, y dos guaguas. “El virus nos dejó sin nada, sin ningún pedazo de pan que comer. Es muy triste decirlo, pero muy pocos se imagina la angustia que produce eso”.
Esta situación condujo a las educadoras del jardín Los Patroncitos de Antofagasta a llevar cajas de alimentos a su familia. “Nos salvaron la vida, literalmente, porque no teníamos de dónde más sacar comida”, asegura Ángela Zamora. Mientras Claudia Fasani, jefa nacional de jardines infantiles y salas cuna del Hogar de Cristo, asegura que “el cuidado de los niños no es responsabilidad solo de los papás, también es del Estado, de la comunidad”.
Para la educadora del jardín Los Patroncitos, Carolina Olivares, esta labor no ha estado exenta de riesgos. “Después de ir a dejar los alimentos, algunas de las tías hemos tenido que esconder la cabeza en el furgón del jardín, aterradas, porque a cierta hora las mamás de los niños nos advierten que comienzan las balaceras en los campamentos”.
A lo anterior, se suma el empobrecimiento producto de la pandemia que ha llevado a más de un millón de familias a sumarse al Registro Social de Hogares del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, en busca de ayuda por parte del Estado para su subsistencia, llegando a los 6,4 millones de hogares. “Hoy los padres están preocupando del tremendo desafío de mantener el empleo y a los niños saludables y seguros, lidiando con un tremendo estrés. Eso, mientras sus hijos viven un estrés tóxico, que las educadoras sabemos traerá consecuencias profundas en su desarrollo”, finaliza Claudia Fasani.
CUIDADO DE LAS MADRES
María Pía Barraza (35), directora del jardín Los Patroncitos de Tocopilla, que recibe a 32 niños en sectores excluidos de la ciudad, cuenta que han acompañado a los pequeños y a sus familias desde diferentes plataformas. “En un principio, no sabíamos cómo funcionar, muy pocos tienen internet, así es que comenzamos haciendo clases a través de WhatsApp, un chat mucho más accesible. Desde ahí mandamos cápsulas educativas, donde las educadoras se grababan haciendo encuentros virtuales, tutoriales, juegos, actividades. Los padres también han desarrollado experiencias de aprendizaje en sus hogares y han descubierto avances en sus hijos e hijas a partir de lo que ellos mismos preparan y trabajan en conjunto”.
Otro punto de inflexión fue implementar yoga familiar a través de Zoom o WhatsApp. “Nos ayudó a salir un poco de lo que todos estábamos viviendo, a relajarnos, también nos hicieron cursos de huerta en casa, apoyo psicológico. Las tías se portaron increíble, no sólo cuidaron a nuestros niños, sino también a nosotras, las madres”, opina Glenda Fernández (43), mamá de Cristián, de 3 años.
El equipo del jardín también fue haciendo el diagnóstico psicosocial de cada grupo familiar, identificando sus necesidades, las que han ido volviéndose más extremas, a medida que avanza la crisis sanitaria. “Por eso comenzamos a trabajar con una psicóloga de Chile Crece, que nos ha ayudado a apoyar a las mamás con el manejo de la ansiedad de sus niños, pero también con el estrés de ellas mismas. La mayoría está bien afectada a nivel emocional y psicológico. Algunas han dejado de trabajar para cuidar a sus hijos, otras están solas sin saber qué hacer, incluso, hay mujeres que están criando a sus niños en entornos familiares violentos”.
VIOLENCIA EN CALAMA
“La pandemia generó violencia en mi casa, así que me separé. Ahora vivo de allegada con mi padre y mis cinco hijos”, revela Juana, quien prefiere mantener su apellido en el anonimato. “Las tías fueron súper importantes en este proceso, me apoyaron desde el principio, me aconsejaron, especialmente con el cuidado de mi hija, ella tiene una enfermedad súper delicada a la piel y, si se infecta del virus, se me muere”.
Si a nivel nacional el fono 1455 que presta ayuda a mujeres víctimas de Violencia Intrafamiliar recibió de enero a octubre un total de 29.206 llamadas, el año 2020, la cifra alcanzó las 82.524.
“Si bien nuestro trabajo directo es proteger a los niños y niñas, también nos preocupamos de resguardar el entorno familiar completo. Eso va en directa relación con proteger a las madres que sufren maltrato”, declara Teresa González, directora del jardín Nido de Puri, que recibe a 30 niños de familias excluidas en Calama.
Crecer en un entorno de violencia representa una grave vulneración para los niños, especialmente en pandemia. Así lo considera la jefa de desarrollo de Hogar de Cristo, Claudine Litvak: “Es inaceptable que en nuestro país los derechos de miles de niños, niñas y adolescentes sean vulnerados por la pobreza, por el hambre, la enfermedad, la violencia. En Chile sí podemos implementar un piso de protección social que les garantice sus derechos básicos en materias cruciales como educación, salud, vivienda. ¿Qué estamos esperando?”.
Eso, mientras Juana y sus 5 hijos, simplemente agradece: Pese a todo esto de la pandemia, hoy me siento protegida, mis niños están bien, yo estoy mejor… Sin las tías del jardín en Calama no hubiera tenido la fuerza, además me ayudan con tiempo, alimento, con algunos trámites para acceder a los beneficios que da el Estado. Al final, se han portado mejor que mi propia familia”.
¿Te interesa ayudar a niños y niñasvulnerables? Entonces…