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Ángela Ponce: Cuando todo es cuesta arriba

La historia de esta adulta mayor de Estación Central es dura. Sigue en pie por sus dos nietas, de 9 y 12 años, que prácticamente ha criado como hijas. A finales de mayo, cuando comenzaron las lluvias más fuertes, llegaron dos malas noticias. Una detrás de otra. ¿Cómo puedes ayudarla? Lee aquí.

Vicente Vásquez Feres

17 Junio 2024 a las 13:10

Cuando menos te lo esperas, la vida golpea. Y lo hace fuerte. Ángela Ponce (67) lo sabe bien desde que dejó de trabajar hace tres años, en pleno contexto de pandemia. Su esposo enfermó de un cáncer gástrico, del cual falleció cuatro meses después del diagnóstico. Sin embargo, los dolores intensos se extendieron al menos por doce. Fue un duro impacto para la familia, cuyo seno vive en la misma casa de Estación Central: además de Ángela, sus tres hijos adultos y sus dos nietas. Por cómo habla de ellas, en realidad son cinco.

–Ellas son muy apegadas a mí, me dan mucho amor. Las cuido desde que estaban ‘dentro de la guatita’.

Ángela estuvo con su madre hasta los 18 años, a dos cuadras de distancia. Toda su vida ha transcurrido en las mismas calles. Trabajó en muchas cosas: hotelera, en casinos, vendedora de los peluches “Village” y haciendo aseo, tanto en casas como empresas. Tenía dos turnos limpiando los pasillos de la Clínica Las Condes –sumando ambos, partía a las siete de la mañana y terminaba a las diez de la noche– hasta que supo lo de su marido. Entre los cuidados y la dolorosa despedida, el ánimo de Ángela nunca fue el mismo. Tuvo depresión y crisis de pánico.

Como beneficiaria del Programa de Atención Domiciliaria para Adultos Mayores de Hogar de Cristo, recibe la visita del equipo con frecuencia para saber cómo está. De ser posible, le entregan elementos para pasar mejor las épocas más duras del año. Recuerda con cariño las actividades que se realizan en la casa de la calle Ruiz Tagle. Dice que le sirve para despejarse, reír, compartir y hacer amistades. “Es un apoyo para mí. Cada vez que hablo con alguien del Hogar me dan una paz muy linda. Siento que realmente me están escuchando”, dice.

Ángela Ponce vive para y por sus nietas, de 9 y 12 años.

En aquellas reuniones podía bailar, en su casa tejía chalecos para su familia y veía televisión. Una artrosis crónica en una de sus rodillas y complicaciones en sus manos la han privado de sus hobbies. También, la “caja mágica” dejó de serlo. Puede prenderla pero no se ve con nitidez. Se concentra en las actividades con sus nietas, de 9 y 12 años, a quienes lleva al colegio caminando. Intenta ayudarles con las tareas, a pesar de que en su época escolar llegó hasta cuarto básico. Está esperando un tratamiento para volver a trabajar.

TODAS JUNTAS

A fines de mayo, cuando empezaron las primeras lluvias contundentes en la Región Metropolitana, llegaron dos noticias juntas. Ambas malas. Primero, se echó a perder el calefont. Ángela debe hervir agua en la cocina y lavarles el pelo a sus nietas en el patio con un jarrito. Así, es muy fácil enfermarse. Segundo, la lavadora también dejó de funcionar. Si mete la ropa y el detergente, sale sucia igual. No le queda otra que lavar y escobillar a mano, con agua fría. Por último, no puede sortear las bajas temperaturas que se sienten en su casa con la estufa, deteriorada y antigua.

Ángela recibe la Pensión Básica Solidaria, pero le alcanza apenas para alimentar a sus nietas. El año pasado fue inscrita en el Match Solidario de Hogar de Cristo, plataforma digital que busca conectar de forma simple a quienes quieren ayudar con personas en situación de pobreza, que requieren cosas concretas para mejorar su calidad de vida. El calefont, la lavadora y la estufa podrían darle la mano que necesita.

–Me frustra mucho, porque se echó a perder todo junto. Para mandarlos a arreglar se necesita plata y la pensión solidaria es poca. No me alcanza. Nos acostamos temprano para que las niñas no pasen frío, a las nueve y media o diez.

Ella quiere sentir esa paz, volver a encontrar algo para disfrutar y vivir con menos cargas en su espalda. Caminar por la calle sin dolor y conversar con los vecinos de su calle. Escapar del encierro y de tanta tristeza.

Si te importa la historia de Ángela y las personas en situación de pobreza, dona aquí.

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