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Monitoras de programas de salud mental: “A los usuarios se les respeta”

1 Julio 2019 a las 16:05

Jessica Preter, Berta Navarro y Cecilia León trabajan en el Hogar de Cristo desde hace años y conocen a los participantes mejor que nadie, por eso afirman que merecen mucho respeto y toda su atención. Para ellas, no hay peor ofensa que el rechazo de la gente porque las personas con discapacidad mental “son iguales a cualquiera de nosotros”.

Por Jacqueline Otey A.

El Centro de Acogida Residencial San Francisco Javier se ubica en medio de un antiguo barrio de la comuna de Recoleta. El edificio destaca por los colores rojo y verde de su frontis, tonos que caracterizan a la Fundación Hogar de Cristo. En su interior residen 34 acogidos, de los cuales 15 son hombres y 19 mujeres. Algunos de ellos, apenas escuchan el timbre de la puerta, caminan hasta el portón principal para dar la bienvenida a las visitas.

Allí trabaja Jessica Preter (55) hace 14 años, técnico en enfermería que disfruta el contacto diario con personas con discapacidad mental. “Cuando llegué acá fue como llegar a otro mundo. Desde un comienzo sentí un gran agrado de compartir con los usuarios. Son personas especiales y la verdad es que uno se encariña mucho con ellos”, dice.

La funcionaria comenta que su trabajo consiste en supervisar y estar a cargo de las salidas médicas de los participantes. “De los años que llevo acá, nunca he dicho ´me quiero ir´. Además, apenas uno llega todos se acercan a saludar y eso es maravilloso. Por eso me duele mucho ver que la gente los rechace. Muchas veces al tomar el Transantiago las personas los miran raro y yo les explico: ´solo lo van a saludar´… Eso a uno le llega”, explica.

Su colega, Berta Navarro, trabaja en el mismo centro de acogida de Recoleta hace 13 años. Hoy comenta que desde joven su sueño fue ayudar a los más vulnerables, por eso cuando sus hijos crecieron decidió estudiar la carrera de técnico en enfermería. “Me costó mucho estudiar, pero lo logré. Es más, mi primer paciente fue mi marido que en esa época se enfermó de cáncer y lamentablemente falleció”, dijo.

Cuenta que se le han pasado volando los años y es una convencida de que “uno está donde quiere estar”, para recalcar su compromiso con el Hogar de Cristo.

Berta advierte que si bien los participantes son personas adultas, a veces pueden parecer niños en cuerpos de grandes y para trabajar con ellos hay que tener vocación, lo que para ella es también sinónimo de hacer todo con alegría. “Puedo tener muchos problemas o tristezas en la casa, pero ellos me llenan de cariño y merecen toda nuestra atención. Me gusta trabajar con ellos y los quiero”.

 

“Esto es lo mío”

Cecilia Léon (64) es la Coordinadora de Salud de Residencia Protegida Padre Tadeo, que pertenece al Programa San Alonso Rodríguez de Quinta Normal, donde lleva 5 años trabajando. Dice que desde que llegó pensó: “Esto es lo mío y aquí quiero estar”.

Es técnico en enfermería desde los 20 años, edad en que comenzó a trabajar en el área de psiquiatría, sin embargo, llegó un momento en su vida que decidió buscar un trabajo en el que pudiera aportar y entregar lo aprendido. “La vida fue buena conmigo y ahora estoy devolviendo la mano, dando de mí lo que el Dios del universo me dio”.

Cecilia menciona que durante mucho tiempo cuidó enfermos psiquiátricos en clínicas privadas y eligió esa área porque desde muy pequeña le llamó la atención la medicina. Durante 25 años trabajó en una reconocida clínica privada y cuando ésta cerró sus puertas llegó a la Fundación Rostros Nuevos. “Estar acá ha sido muy gratificante, a veces los chiquillos pueden estar muy inquietos, pero nos entregan un cariño verdadero. Todos son regalones míos. No porque tengan una enfermedad psiquiátrica dejan de ser personas. Yo los respeto y les exijo el mismo respeto. Somos iguales, así como yo tengo artrosis en mis rodillas, ellos tienen una enfermedad mental, no creo que haya diferencia”, dice y agrega: “además han tenido una vida más terrible que la mía, porque han vivido en situación de calle, han sufrido abusos, maltrato”, advierte.

Para ella, el temor que a veces despiertan las personas con discapacidad mental proviene de la desinformación: “La gente parece que no lee, no se informa respecto a las enfermedades mentales, lamentablemente hay mucha ignorancia. Por esta razón, también es muy importante que los chiquillos se tomen los medicamentos en los horarios adecuados, que se alimenten bien para que su organismo los asimile sin problemas y que se aseen… eso es sagrado”, concluye.

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