Casi 20 años lleva Úrsula Garrido en el Ejército como reservista y en el Hogar de Cristo como secretaria. El pasado 19 de septiembre desfiló nuevamente en el Parque O’Higgins, con orgullo y emoción, representando a Chile y a las mujeres. Su pasión es herencia de su padre y espera que sus hijos sigan con el legado.
María Luisa Galán
25 Septiembre 2019 a las 10:51
Era noviembre de 1973 cuando Blanca comenzó con trabajo de parto. Santiago estaba con toque de queda y, para evitar problemas, su marido Miguel salió por avenida El Salto ondeando una sábana blanca, cual bandera de paz. Llegó al Regimiento de Infantería Motorizada N°1 de Buin, ubicado en Recoleta. Ahí los soldados tomaron una jeep, subieron a Miguel y fueron a la casa para llevar a Blanca a la maternidad del San José.
El pasado 19 de septiembre, cuarenta y tantos años después, Úrsula Garrido, quien nació bajo el alero y ayuda de esos soldados, desfiló una vez más por la elipse del Parque O’Higgins como reservista del mencionado, antiguo e histórico Regimiento Buin.
En total, lleva más de 20 años como miembro activo del Ejército de Chile. Su carrera comenzó a sus 15 años. “Veía las paradas militares con mi papá desde que tengo uso de razón. Quería hacer el servicio militar, pero en esos años no había servicio para las mujeres. Pero me enteré que en el Regimiento estaba la brigada premilitar, fuimos con mi papá y me inscribí. Él estaba orgulloso, esperaba que sus hijos fueran militares, pero a ninguno le gustaba”, cuenta Úrsula, quien trabaja como secretaria en la fundación del Padre Hurtado. Hoy es cabo segundo, reconocida con la medalla Bicentenario.
-¿Por qué lo esperaba?
-Porque hizo el servicio militar en Valparaíso y le gustó. Quiso seguir la carrera pero por diversos motivos no pudo. Él me transmitió el gusto por lo militar viendo la Parada, nunca me dijo algo verbalmente.
Durante tres años tuvo instrucciones todos los sábados, desde las 7.30 de la mañana hasta la 1 de la tarde. A los 18 años se casó, tuvo hijos. Y como al marido no lo gustaba, dejó el Ejército. Pero volvió 10 años después, una vez separada. Desde entonces, asiste todos los sábados, muy temprano al Regimiento Buin. El 2014 fue su primer desfile en la Parada Militar. “Estaba nerviosa, tanto que los nervios me jugaron una mala pasada. La noche anterior me dio fiebre, estaba con tercianas. De tanto pensar en no enfermarme, me enfermé. Pero llegué igual al regimiento, apechugué. No quería que me contaran lo que era estar en la Parada Militar, quería sentirlo”, cuenta Garrido.
-¿Qué se siente?
-Primero, orgullo. Una felicidad que no podría describir. Emoción por estar ahí, ser parte de las filas del Ejército. Fue algo por lo que siempre esperé y me dieron la oportunidad. El pecho no daba más de orgullo. Pasé llorando. Tenía tristeza, pero como alguien me escribió: ‘No estás sola, Garrido, es su papá quien la está ayudando a tomar el fusil’. Se me corrió hasta el maquillaje y me tuvieron que maquillar entre todas. Estaba muy reciente el fallecimiento de mi papá. Lo más bonito de todo eso es que gritan ‘¡vamos las mujeres!’, ‘¡vivan las mujeres!’. Fue lo que más me gustó porque me sentía totalmente reconocida”, agrega Úrsula.
Desfilar por el Parque O’Higgins conlleva muchos días y horas de preparación. El entrenamiento comienza a las 4 de la mañana, cuando se juntan todos en el Regimiento y termina a las 11 de la noche, cuando están de vuelta en la unidad y después de haber entregado todas las herramientas y armas que se les prestaron. “Llego a la casa, ducha y cama, porque sé que me tengo que levantar a las 3 de la mañana para ir a la preparación del otro día. Todo es reglamentario, nada se inventa, está todo escrito. Tenemos un peinado, las mujeres usamos un tomate. Para el desfile es con tres trenzas que se enrollan y sobre él, va una malla con elástico. Bien enlacada. El color del maquillaje es un rosado claro. Las uñas tienen que ser cortas y sólo con brillo”, cuenta.
-En estos casi 20 años que llevas en el Ejército, ¿cómo ha aumentado la participación de las mujeres?
-Ahora somos muchas más mujeres que cuando entré. Hay desde los 18 años hasta los 60 y la de 60 es tan activa o más que la de 18. De hecho, vive muy lejos del regimiento, en Puente Alto. Entramos a las 7 de la mañana y ella está ahí, enérgica, con buena actitud. A mí no me pagan nada, es netamente voluntario. Es amor, vocación. El uniforme me lo compro yo. Si voy a campaña también. Todo sale de nuestro bolsillo. Somos 241 reservistas en mi unidad. Espero que alguna vez mis hijos digan: ´sí, quiero ser parte del Ejército´. Pero están en otra, aunque no pierdo las esperanzas”, añade Garrido.
-Hay alguna similitud entre lo social y el ejército.
-Sí. El ejército no sólo se está preparando para una guerra, sino para tiempos de paz. En las catástrofes están los militares ayudando, en los incendios, con las carpas para primeros auxilios, en terremotos. Y lo que hacemos nosotros en el Hogar de Cristo, también es social.
-Y si te llamaran a la guerra.
-De verdad, iría. Sí voy con miedo, cualquier militar va con miedo, a ninguno le gustaría ir, pero uno va a defender la Patria y es eso lo que me emociona cuando miro la bandera. Es mi Patria y con mi uniforme la represento.