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¿Por qué decimos “persona en situación de calle” y no vagabundo?

1 Agosto 2017 a las 20:11

Por Ximena Torres Cautivo

Hablar de “personas en situación de calle” en vez de “vagabundos”, “mendigos”, “pobres”, “indigentes”, “paupérrimos”, “desposeídos”, “miserables”, “menesterosos” y un largo etcétera de sinónimos para muchos es un eufemismo absurdo.

No es tal: revisando el libro “Pobreza: 200 años en la prensa escrita”, publicado con ocasión del Bicentenario, por la alianza Comunicación y Pobreza, que integraba entonces a Hogar de Cristo, Universidad Diego Portales, Avina y Fundación para la Superación de la Pobreza, uno descubre lo profundamente ofensivo, estigmatizador, despectivo, paternalista, que era el trato que le daban -y en muchos casos les siguen dando- los medios de comunicación a los más vulnerables.

La iniciativa tenía el propósito de elevar el estándar con que los medios, en particular la televisión, se refiere y trata a las personas en situación de pobreza. Se trataba de dejar, por ejemplo, los pianitos sensibleros que suenan de fondo cuando aparece un poblador damnificado por una catástrofe natural; de terminar con la abusiva costumbre de intentar que el entrevistado desvalido llore en pantalla con sus desgracias; de acabar con el trato paternalista y compasivo para “los abuelitos” y de la clasista distinción entre poblador y vecino con nombre y apellido, dependiendo de la cota del barrio; de no irrumpir más en el dormitorio, la cocina y los espacios más íntimos de los que tienen menos; de buscar siempre “el mono” más truculento y dramático en lugar de dignificar al que sufre todas las vulneraciones de sus derechos, incluida esta.

Algo hemos cambiado en 7 años. Con ocasión de los devastadores incendios forestales del verano en el centro y sur del país, el periodista de TVN Gonzalo Ramírez dio una lección de sentido común, sensibilidad y respeto, cuando en un despacho en vivo evitó que su camarógrafo mostrara el reencuentro de varios vecinos del pueblo de Santa Olga con sus casas reducidas a cenizas. No cayó en la tentación del morbo-eleva-rating, no “cosificó” a los damnificados, no se degradó él mismo, invadiendo de manera abusiva la intimidad de los otros.

Bien.

Para continuar con este nuevo trato y ver con optimismo que algo hemos cambiado, es bueno leer el libro “Pobreza: 200 años en la prensa escrita”.

Además del estilo en materia de redacción y uso del leguaje, el trato que se da a los pobres y a su realidad en el contenido, es perturbador. Habla de una mirada derrotista, culpabilizadora, clasista, que hoy resulta inaceptable.

Cito textos y titulares particularmente tremebundos, como este: “Hai una enfermedad que no se cura ni con los bálsamos de la religión ni con las drogas de las medicinas. Esa enfermedad crónica, incurable es la pobreza”, “El Censor”, 3 de marzo de 1870.

Otro: “Iquique es la ciudad más mugrienta de todo Chile”, Diario “El Despertar de los Trabajadores”, 9 de marzo, 1918, que, en una bajada, abunda así: “Los conventillos además de ser un peligro para la Salud Pública, también son un peligro para la moralidad y las buenas costumbres. Escenas groseras que los niños espectan en los conventillos”.

En “El Mercurio”, 23 de octubre de 1905: “Grupo de descamisados entregado al pillaje”. Y en una crónica de “El Ferrocarril”, del 3 de noviembre de 1901: “A todas y en los lugares más centrales una multitud de mendigos niños y harapientos que molestan insistentemente a los transeúntes”. “La miseria es el manantial de la inmoralidad i de los mayores males de la humanidad”, “La Voz del Obrero”, 17 de enero de 1903.

En 185 páginas, el libro avanza en 200 años de cobertura de la prensa escrita, revelando la evolución del lenguaje y ciertamente del contenido. Hace unas semanas en redes sociales, alguien me criticó el usar la expresión “personas en situación de calle”, considerándolo un eufemismo, lo que un año atrás habría probablemente compartido. Hoy, que trabajo en el Hogar de Cristo, entiendo que un vagabundo es alguien que vaga, no una persona que ha caído en pobreza extrema y no tiene techo, salud, previsión, documentos, redes…, por las más diversas razones.  Puede sonar sutil, pero es comprensivo, respetuoso y humano.

Con ocasión de los diez años de la Alianza Comunicación y Pobreza, inspirados en el libro ”Pobreza: 200 años en la prensa escrita”, se desarrolló el proyecto audiovisual “La copia feliz del Edén”, que ganó un Fondo del Consejo Nacional de Televisión. Se trata de 6 documentales que dan a conocer problemas sociales cruciales a lo largo de la historia de Chile: la educación, la salud, la vivienda, entre otros. Pincha aquí para verlos.

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