Lo dice Carlos Muñiz, abogado y asesor jurídico de Súmate del Hogar de Cristo, fundación que se preocupa por traer de vuelta al colegio a niños, adolescentes y jóvenes excluidos del sistema escolar. Aquí él y el jefe de programa socioeducativo que lo recibió, nos cuentan de Luis, un chico que fue adoptado por un padre maltratador y a quien ayudaron a cambiar el apellido como una forma de reivindicar sus derechos vulnerados.
Por María Teresa Villafrade
16 Septiembre 2019 a las 13:40
Oriundo de Santiago, Luis llegó a vivir a Tierras Blancas –al sur de La Serena- de la mano de su abuela materna que lo rescató desnutrido y con evidentes señales de maltrato físico y sicológico del inhóspito hogar en que se encontraba. El niño nunca conoció a su padre biológico y su joven madre -que lo tuvo a los 16 años de edad-, se emparejó con un hombre que decidió adoptarlo legalmente. Problemas de violencia intrafamiliar y consumo problemático de pasta base de cocaína, llevaron a la mamá a abandonar la casa dejando al pequeño al cuidado del padre adoptivo. Así empezó el calvario del pequeño Luis que se prolongó por cuatro años hasta que su abuela acudió a buscarlo.
“Prácticamente lo tuvieron viviendo como un animalito”, contó ésta última al equipo del programa socioeducativo “La Esquina”, de Súmate, que lo acogió y que lidera el sicólogo Kevin Castillo en el sector de Las Compañías, en La Serena. “Con mucha crueldad lo hacían dormir afuera con los animales y se alimentaba de la basura, de hecho contrajo enfermedades por esto y cuando la abuela lo llevó a control hospitalario, el médico le dijo que el pequeño de apenas 5 o 6 años presentaba notable maltrato y falta de desarrollo”, señala Kevin.
Cuenta que si bien logró progresar viviendo con sus abuelos maternos y con su madre nuevamente, le costó adaptarse al sistema escolar. Prefería jugar con los perros que con sus compañeros de clase en los recreos y más de una vez lo sorprendieron buscando alimentos en la basura.
“Nosotros lo conocimos cuando ya tenía 15 años y lógicamente ya había superado esa etapa, pero sí tenía problemas con la autoridad y la ley. Recuerdo que fuimos a la escuela técnica Juan Bautista de La Salle y me dijo ´tío me acaban de echar de la escuela´, ahí comenzó el vínculo, porque tenía un amigo que estaba en nuestro programa. Lo ayudamos a cambiarse al Liceo Ignacio Carrera Pinto pero tampoco duró mucho ahí. Junto con él y su familia, optamos porque entrara a la modalidad educativa 2×1, en la escuela San Martin de Porres. Pero lo transversal aquí era que a él le costaba mucho adaptarse por las enormes carencias que tuvo en su primera infancia”, relata.
El programa socioeducativo “La Esquina” es el único de Súmate en la IV Región y está ubicado en el complejo sector que alberga al 41% de la población de La Serena, en su mayoría vulnerable. Actualmente trabaja con 47 beneficiarios, hombres y mujeres entre los 11 y 18 años de edad, quienes son derivados de organismos externos como el Sename, consultorios y otros establecimientos educativos, pero es de carácter voluntario. “Luis, al igual que otros casos que hemos tenido, ingresó espontáneamente, porque supo del programa a través de amigos. Somos un equipo multidisciplinario –sicólogos, trabajador social, sicopedagoga y tutores- y usamos el Programa de Tratamiento Individualizado (PTI) cuyos objetivos son construidos con los mismos jóvenes de acuerdo a sus necesidades. Por ejemplo, pueden incluir aspectos de salud mental, como control de la ira, o de apoyo sicológico. Tenemos un taller de producción musical, con un enfoque educativo y no solo recreativo, esto porque la metodología nuestra aplica el Aprendizaje Basado en Proyecto (ABP), entonces ellos producen sus canciones con temas propios, la producen y la graban. También tenemos un taller de fútbol”.
Sin embargo, la gran mayoría de los beneficiarios se inclina por recuperar su trayectoria escolar truncada. Luis tenía rezago educativo, principalmente debido a su rebeldía. Usaba nombres distintos y así se descubrió que lo que le más le molestaba era llevar el apellido de un hombre que sólo le traía pésimos recuerdos. El abogado Carlos Muñiz, que en ese entonces estaba en el programa, le ofreció ayudarle en el proceso de cambio de apellido. “Su cara se iluminó y se puso muy contento. El trámite en sí es muy simple y su nombre técnico es rectificación de partida de nacimiento, pero debe ser patrocinado por un abogado. Lo que se hizo fue invertir el orden de los apellidos y ahora él lleva primero el de su madre. Su cambio de actitud ha sido notable, ese simple proceso ha sido una herramienta muy poderosa de sanación”, explicó Muñiz.
Este año, el joven entró a hacer el servicio militar en el Regimiento de Coquimbo y paralelamente cursa 1° y 2° medio. Kevin Castillo dice que cada 15 días va a visitarlos al programa luciendo muy orgulloso el uniforme en el que destaca en la pasadera el apellido de su madre. “Con sus ingresos del servicio militar financió el trámite, porque su familia no tiene recursos para ayudarle. Y ahora lo veo que se proyecta a futuro en una carrera militar. Creo que finalmente él se siente parte de algo”, concluye el jefe del programa de Súmate.
Equipo de Súmate en sector Las Compañías (de izquierda a derecha): Constanza López Araya, Psicopedagoga; Danilo Torres Briones, Tutor; Paz Soto Portales, Tutora; Kevin Castillo Sepúlveda, Coordinador (s) de PSE; Patricia Tapia Arancibia, Trabajadora Social y Sebastián Henríquez Muñoz, Psicólogo (s)