para personas con discapacidad mental
Un gran proyecto desarrollaron en conjunto estudiantes y profesores de la casa de estudios junto a profesionales y usuarios de la fundación. Gracias a la unión de sus capacidades y fuerzas, construyeron un espacio necesario y oportuno para los 29 residentes de Estación Central. Aquí te contamos más.
Por María Luisa Galán
20 Enero 2021 a las 11:37
Dos columpios, una gran muralla negra para dibujar con tiza, un piso alfombrado con diferentes texturas, además de un moderno data, es lo que compone la sala multisensorial que hace unos días se instaló en el Centro de Acogida Residencial (CAR) ubicado en Estación Central que atiende a 29 hombres y mujeres con discapacidad mental. Este es el resultado de un trabajo en equipo, de una iniciativa que se planea, desarrolla y construye junto a estudiantes y docentes de la Universidad del Desarrollo (UDD), profesionales del Hogar de Cristo, donantes voluntarios y sobretodo, con la colaboración de los acogidos del CAR, los protagonistas y principales beneficiarios.
Como todos los años, el área de Comunidad de la fundación detectó las principales necesidades de los programas sociales del Hogar de Cristo ubicados en la Región Metropolitana. Uno de ellos fue el CAR, que requería generar espacios terapéuticos y/o material de apoyo para promover las habilidades y expresión de las emociones de sus acogidos. Paralela y coincidentemente, la Universidad del Desarrollo realiza la “Semana I”, una actividad curricular en donde a los futuros profesionales se les plantean desafíos de distintas organizaciones. El Hogar de Cristo participa desde hace varios años y el 2020 no fue la excepción, proponiendo entro otros temas, el sueño de la mencionada sala multisensorial para el CAR.
“La sala era un proyecto anhelado por el CAR para contar con un espacio diferente y poder hacer terapias distintas para los usuarios, no la de medicamentos, contención emocional o lúdico recreativo, sino que de estimulación sensorial, donde haya luz, tacto, sonido, aroma y la sala conjuga todas esas intervenciones”, cuenta Emilio Jorquera, terapeuta ocupacional y coordinador territorial del área de Comunidad del Hogar de Cristo.
Pero se instaló la pandemia, la Semana I se pospuso y aunque el proyecto pareció tambalear, los equipos del Hogar de Cristo, Comunidad y CAR, decidieron continuar y esperar a la realización de la versión on line de la actividad estudiantil que, finalmente, se pudo hacer en octubre de 2020. En un año de crisis general había que motivar de forma exponencial a los jóvenes, por eso desde la fundación crearon una actividad sensibilizadora y qué mejor que con la ayuda de los mismos beneficiarios de la sala. Fue así como María Jerez, una usuaria del CAR, les hizo un recorrido virtual por la residencia, presentando al equipo y mostrando todos los recovecos de lo que es su hogar.
Daniela Martínez fue una de las estudiantes. Casi todo el mundo le decía que la Semana I era un cacho y para ella, “mamá mechona”, como ella dice, de 37 años, embarazada y una de las más adultas del curso, creyó que la actividad iba a ser un calvario. Pero se encontró con un escenario totalmente opuesto. “Ese día fue súper emocionante. Cuando partió todo lo de la Semana I, dije: hay que hacerlo igual y bien; fue exquisito ver que la Universidad participara en temas sociales. Me hizo sentir súper orgullosa el estar en una universidad que se diera el tiempo de poner a disposición sus alumnos a fundaciones y actividades sociales”, dice.
Pensó, a su vez, en la dificultad de hacer esto on line, “porque como alumno, y pensando en mis compañeros más chicos, puedes perder la sensibilidad de querer ayudar. Es distinto estar con la gente y ver las dificultades que tienen, a que te lo cuenten. Pero funcionó todo bien, porque los vimos igual, conversamos con ellos a través de la pantalla, y eso fue un detonante para todos, nos hizo sentir un compromiso muy lindo con los usuarios de la fundación”, cuenta al teléfono.
Macarena Urzúa, arquitecta, fue una de las profesoras que guió al grupo compuesto por más de diez jóvenes de distintas carreras. Aunque la mayoría eran psicólogos en formación, también hubo un kinesiólogo, un abogado y un ingeniero civil. Cuenta que lleva años en la Escuela de Diseño de la UDD y junto a la diseñadora y también docente de la universidad, Cecilia Ovalle, idearon con los estudiantes y los profesionales del Hogar de Cristo la anhelada sala.
LOS APORTES DE AUCOUTURIER, GOETHE Y NIETZCHE
No querían hacer algo obvio: una pequeña sala y con los típicos juegos sensoriales, como puede ser el uso de balones. Para ello trabajaron, investigaron y se inspiraron en frases de tres autores: Bernard Aucouturier, Johann Wofgang Von Goethe y Friedrich Nietzche. Así crearon un diseño integrado, incluyendo imagen, textura, tacto, la superficie y el entorno, el sonido, la música y la narración. “Esta sala tenía que ver con el cambio de experiencia desde lo cotidiano. La persona cuando está en ese momento entra sin zapatos y tiene un muro gigante para dibujar y un proyector, permitiendo entonces una atmósfera sensorial”, cuenta la docente.
“Fue súper importante cómo se la jugaron Freddy, Gaby y Emilio en el momento que nos mostraron el lugar y nos contaron las historias de los acogidos, que nos saludaban por la cámara y hablaban. Hubo una muy buena cercanía virtual y eso genera un vínculo que cuando vas de manera presencial, eso ya existe”, comenta Macarena, a la vez que agradece la oportunidad de mejorar estos lugares. “Es una gratificación que no tiene valor, que no tiene precio. Me quedo con la satisfacción de haber contribuido con un granito de arena, y por otra parte, con la necesidad de seguir contribuyendo porque uno se da cuenta que profesionalmente, desde nuestra disciplina, puedes mejorar muchísimo la calidad de vida y en personas que tienen problemas sensomotriz, ¡pucha que se lo merecen! Al ver la vibración de Carlitos, dices: se puede hacer tanto más. Qué ganas de levantar esto y generar programas semestrales, que cada semestre se hiciera una pequeña instalación, con alumnos de talleres o seguir a través de la misma Semana I”, relata Macarena, feliz y orgullosa por lo logrado junto a sus pupilos.
Freddy Retamal y Gabriela Leiva fueron parte de los profesionales claves para erigir esta sala. Él es terapeuta ocupacional y ella, trabajadora social del CAR y junto a los estudiantes y profesoras de la Universidad del Desarrollo estuvieron en la creación, gestión, desarrollo e implementación del proyecto.
“Se dio la oportunidad y dentro de todo lo que se podía hacer se nos ocurrió esta sala por la población que tenemos y los beneficios que trae. Gran parte de nuestros residentes que tienen trastornos mentales tienen asociados dificultades de integración sensorial, que tiene que ver con la capacidad de su cerebro de poder captar los estímulos del ambiente, regularlo y generar una respuesta adaptativa. Entonces, este tipo de salas pueden generar un mejor funcionamiento de los sentidos, regular los estímulos y permitir que los residentes tengan una mejor respuesta adaptativa a las diferentes demandas del ambiente, mejorando por lo tanto su calidad de vida”, cuenta Freddy, tutor de campo clínico del Instituto Profesional Chile, encargado de los alumnos y las funciones del área ocupacional del CAR.
La sala sensorial se montó en dos días, con pocos estudiantes dada la contingencia. Pintaron, instalaron las alfombras, la pizarra de tiza y con ayuda de técnicos del Hogar de Cristo, colgaron los columpios. Pero nada hubiera sido posible sin la contribución económica de voluntarios y de la Universidad, que aportó el mayor porcentaje para la compra de los materiales de sala. Así, gracias al trabajo en equipo, hoy está lista para que María, Carlitos y todos los residentes puedan usarla.
“Fue muy rico el trabajo en equipo, que fue interdisciplinario. Como psicólogos en formación siempre nos dicen que vamos a trabajar con profesionales del área de la salud, pero ahora fue ¡wow! Podemos hacer grandes cosas con una arquitecta, diseñadora, con un abogado, ingeniero comercial. Fue un equipo muy bueno, que fluyó harto. Me fascinó la experiencia. Me conecté harto con los usuarios, me encantó la entrega de los profesionales del Hogar de Cristo”, cuenta Daniela, que por su embarazo no pudo asistir al CAR pero sí apoyó con la logística y compras. Y quedó tan fascinada con la experiencia que espera poder seguir cooperando con la residencia como voluntaria o a través de la misma semana I, “para seguir arreglándolo”.
“Fue un trabajo muy interesante el realizado con la UDD. Por lo general son los terapeutas ocupacionales los que manejan más el tema de la estimulación sensorial y los alumnos eran de psicología, ingeniería. Se nota que estudiaron del tema y que le dieron en el clavo a lo que uno andaba buscando”, dice Freddy, feliz con la nueva sala y esperanzado de que esta iniciativa se pueda replicar en otros centros para personas con discapacidad mental.